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Un nuevo imprescindible de la historieta argentina.

“El Animador” de Juanungo (Juan Sáenz Valiente)

Juan Sáenz Valiente puede hacer lo que se le canta. No pretendo sacar chapa de originalidad con esta afirmación que ya planteó Diego Parés en el prólogo de Llanta. Juan puede hacer una de las más aclamadas novelas gráficas de este siglo como fue La Sudestada pero también puede hacer un puro divertimento lúdico como Me estoy quedando pelado o decidir que quiere reunir sus fanzines en un libro de tapa dura llamado Conjuntivitis y poner de presentador a Horacio Rodríguez Larreta en calzones.    
Puede dibujar magistralmente guiones de Carlos Trillo en Sarna, de Pablo de Santis en Cobalto o El Hipnotizador, puede cultivar la vertiente autobiográfica en El Cómics o sacarse de la galera un trabajo bien de género en Norton Gutiérrez.   
Ni hablar de que a cada obra le imprime una impronta única porque puede hacer lo que quiera estilísticamente hablando.

Tanto puede hacer lo que le dé la gana que ahora que su nombre es súper reconocido por todos los lectores argentinos, porque sí y en contra de lo que dictaría el sentido común, decide empezar a firmar con el pseudónimo de Juanungo que me niego a volver a mencionar. ¡Qué lo llamen así los franceses!   
Afortunadamente, los lectores tenemos la enorme suerte de que esta vuelta en la rueda del destino a Juan se le haya dado la gana de volver a producir una conmovedora novela gráfica de temática adulta. Se titula El Animador, la publica Hotel de las Ideas y seguramente será de lo mejor que leamos este año.

LA SANCHIFICACIÓN DEL NENO

Neno es un enfermo terminal atravesando sus últimos días tras una dura batalla contra el cáncer. Como vive solo, su familia decide contratar un enfermero que lo asista y así queda conformada la dupla protagónica.

Neno es un artista de animación. Una profesión en la que hay que ser necesariamente detallista y hasta un poco obsesivo. Actualmente, tiene todos los motivos del mundo para ser gruñón y malhumorado. Tal vez siempre lo haya sido. No lo sabemos.   
Su enfermero es un joven inexperto, humilde y amable que con infinita empatía y paciencia va a tratar de ponerle buena onda al trabajo con un paciente difícil.  
De a poco, esa relación que empieza incómoda y hasta violenta irá mejorando a medida que se conozcan mejor, que vayan aprendiendo uno del otro y que, en virtud de las experiencias compartidas, sus personalidades se vayan influyendo recíprocamente.

El planteo no es nuevo (además de El Quijote, pienso en Conduciendo a Miss Daisy o Perfume de mujer) pero tampoco está tan trillado como para resultar un lugar común.

Empezando con el pie izquierdo.

El drama de Neno es que conserva el pleno uso de sus capacidades mentales y todo el talento y el profesionalismo que le permitiría seguir realizando el trabajo que ama, excepto porque sufre dolores totalmente incapacitantes. La alternativa es recurrir a la morfina pero eso implica alejarse poco a poco de toda actividad y pasarse cada vez más horas al día sedado.

El drama del enfermero radica justamente en la gran empatía que lo lleva a sufrir un caso de transferencia en la relación terapéutica. Es decir, sufre tanto por el sufrimiento de su paciente que llega a pensar que le resultaría imposible seguir tratándolo.

Además de esta relación principal que es la columna vertebral del libro, ambos personajes obtienen espesor de las relaciones con el elenco de secundarios. Aunque también en este punto se los percibe como opuestos. Neno tiene pendientes de sí a sus hermanos, su ex esposa, su compañeros de producción y hasta un compañero de la primaria. Por su parte, del enfermero no llegamos a saber ni el nombre porque muchos personajes le hablan pero ninguno lo nombra. Parece más una función que una persona. Su abuela está muerta, su madre (con la que vive) no le dirige la palabra, trata de darle conversación al encargado del edificio pero se nota que al tipo no le interesa lo que le cuenta.

Sobra decir que la obra es durísima y hasta diría que no se la recomiendo a nadie que esté atravesando la enfermedad de un familiar porque va a sufrir por partida doble. Eso no quita que haya una gran belleza en su conmovedora humanidad y que sea ideal para el día en que necesites una excusa socialmente aceptable para pasarte una tarde llorando.

“CLARO, CLARO”

Quisiera aquí rectificar una información que puede haber resultado confusa en la introducción a esta nota. Cuando digo que Juan Sáenz Valiente regresó a la novela gráfica de temática adulta, no me refiero a que este libro tenga un aspecto gráfico similar al de La Sudestada.

Y es que se encuentra bastante alejado de ahí. En La Sudestada se observa una línea mucho más precisa, un mayor nivel de detalle tanto en los personajes como en los fondos y una riqueza en el uso de los grises que casi daban una ilusión de cromatismo. De hecho, para el mercado francés se hizo el traspaso al color.

En El Animador hay un trabajo mucho más tendiente a la síntesis, similar al que se observaría en El Cómics pero sin el registro cómico. El uso de los grises se reduce a un solo tono que se usa principalmente para indicar la oscuridad en los exteriores pero, como hay muchísimas páginas en el interior, en muchas viñetas ni aparece o está reducido al mínimo.

Otra característica visual de El Animador es el efecto inacabado (en plástica o escultura se lo llama non finito) dado por el uso del lápiz en lugar del entintado característico del medio. Todo acá parece hecho en lápiz. No solo los grises sino también las líneas. Claramente, la impresión de boceto no es más que eso: una impresión ya que cada línea está en el lugar exacto que el autor quiso que esté. Solo que el pasado a limpio se realizó con lápiz en vez de tinta.

Por otra parte, algunas características del arte de Juan trascienden su constante experimentación estilística: el cuidado diseño y la expresividad de sus personajes, el gran dinamismo de sus movimientos y un cierto margen para la deformación anatómica.

Trataré de mencionar algunos aspectos en los que se observan estas virtudes del autor sin spoilear demasiado:   
En cuanto al diseño de los personajes, una de las cosas que más me gustó es que, a pesar de lo sintéticos que son, Juan se preocupó de darle a los hermanos de Neno ciertos rasgos similares que permiten reconocer en ellos un aire de familia. No solo son hermanos porque lo dice el texto. Los ves y se nota que son hermanos.  
Respecto a la expresividad, por solo mencionar un ejemplo, quiero destacar una viñeta: Neno se da cuenta de que el hermano le está ocultando su diagnóstico terminal, no le dice nada pero se le llenan los ojos de lágrimas. Si tenemos en cuenta la escasez de recursos con las que se resuelve toda la obra, haber logrado transmitir toda esa emoción en una viñeta muda es un auténtico milagro estético.

Lo artístico de lo comercial es otro tema de la obra.

Juan es animador, su padre también lo era y algunos de los trucos y recursos propios de ese oficio suelen traslucirse también en sus historietas. Fundamentalmente en el dinamismo que antes mencionábamos. Pero en este caso, en el que la animación es uno de los temas centrales de la obra, esa particularidad queda más de relieve. Y no me refiero solo a algunos recursos propios de la historieta clásica como dibujar doble el brazo de un personaje para dar a entender que primero señala hacia un lugar y después hacia otro, sino llegar a algunos experimentos formales más explícitos como que las últimas ochenta y ocho páginas se incluya el efecto de un flip book. Es una declaración de amor por la animación tradicional, por lo que tiene de artesanal y de mágico pero también porque es una de las cosas que lo conecta con su infancia y el recuerdo de su viejo.

EN CONCLUSIÓN

Con todo lo dicho hasta aquí, ya debería quedar claro que El Animador es un librazo. No solo por su calidad sino también por su extensión de 248 páginas, bastante inhabitual en el mercado argentino. Tal vez algunos admiradores del autor encuentren excesivamente despojado su nuevo estilo pero puedo asegurarles que en cuanto uno se mete en el relato, ese aspecto pasa a un segundo plano. Si a lo inmersivo de la historia le sumamos que la narración tiene un ritmo muy descomprimido, el resultado es un libro que uno no puede cerrar antes de terminar de leerlo.

La edición de Hotel, como de costumbre, es inobjetable e incluye un epílogo escrito por el propio Juan en el que cuenta un poco la vida de su padre y explicita las principales coincidencias respecto de la obra.

Un nuevo imprescindible de la historieta argentina.

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Un nuevo imprescindible de la historieta argentina.

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