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Entrevista a Sole Otero. Sus inicios, presente y futuro de la autora de Poncho Fue.

Entrevista a Sole Otero

El bar “Varela – Varelita”, del barrio de Palermo, se hizo conocido en el 2000. Allí desayunaba el ex Vicepresidente de la Nación Carlos “Chacho” Álvarez. Incluso el dirigente político brindó en ese espacio su conferencia de prensa luego de renunciar como compañero de gobierno de Fernando De La Rúa. Varios años –y algunos gobiernos- después el lugar continúa en la misma esquina, pero con otra impronta. Tres veces por semana, Sole Otero aprovecha el clima tranquilo del local para trabajar en sus obras. “En principio vine acá porque venían María Luque y Powerpaola, confiesa.
La elección cumple varios requisitos, desde la tranquilidad del ambiente hasta la justa distancia que hay hasta su casa. Cabe destacar que por el Varela – Varelita también pasaron el actor y director Martín Piroyansky; y el escritor y crítico literario Alan Pauls, entre otros. Incluso hay una leyenda que dice que el escritor César Aira siempre está presente. En una de las paredes hay una foto de su colega María Luque. “Necesito más horas acá para acompañarla”, agrega la entrevistada con una gran risa.
Luego de exponer varios dibujos, Sole saca una cartuchera repleta de lápices y fibrones de varios colores. En el quehacer de su trabajo recuerda que de niña siempre quiso copiar las animaciones que la fascinaban desde el televisor, como es el caso de The Flinstones. Hasta que dejó el lápiz por un tiempo. “Dibujaba cuando me lo pedían desde el colegio o le hacía dibujos a alguna amiga, pero no tenía de momento una afinidad particular”.
A los 15 años ella tuvo una revelación, y como tal se dio en un lugar inesperado. “Un RRPP de un boliche que estaba en la puerta del colegio me dio una tarjeta para ir a bailar. Como me gustó el dibujo que tenía lo retraté en mi cuaderno y desde ahí comencé a copiar tarjetas”. Esto la llevó a buscar más imágenes y en esa investigación constante se encontró con la extinta Revista Lazer, a finales de los 90. Dicha publicación hablaba de Ásterix y del manga, que en aquel entonces comenzaba a tener peso y renombre en el país junto al anime. Desde entonces comenzó a leer Ranma ½ -su pretendiente favorita es Shampoo-, Marmalade BoyEvangelion y Macross, mientras que desde la TV degustaba Cowboy BeebopAkira y Ghost in the Shell.
“Luego me enteré que había un evento llamado Fantabaires, y ahí me encontré con un folleto de la Escuela Argentina de Historieta (EAH)”. Cuando se quiso dar cuenta ya era alumna: “La verdad es que quería dibujar y no narrar historietas”.

INICIOS

Los mozos van y vienen con cafés, tostados y medialunas. Otras veces pasan con platos más elaborados para aquellos que no llegaron a almorzar en horario. En nuestra unión de mesas hay unas hojas enormes con dos niños cavernícolas. Hoy la artista tiene su nombre y varias de sus obras publicadas y otras en espera. Años antes y como realización del curso que hizo en la EAH, publicó su primera historieta en el fanzine “Ultimátum”, en la que retrató a unos elfos. Cabe destacar que el guión corrió por cuenta de su hermano.
“En la EAH había de todo, desde gente que dibujaba superhéroes hasta manga o historieta clásica argentina”, recordó la ilustradora, que en esos años fue compañera del dibujante Berliac. Después de aquel primer paso se reunió con un grupo de chicas que hacían manga. Y juntas armaron “Bloom!”, un fanzine con el que recorrieron varios eventos. Para ese entonces y con 20 años, trabajaba como soldadora en la empresa de su padre. Su labor consistía en transportas las plaquetas, soldarlas y entregarlas terminadas.
Sin embargo y a sus 23 años, la carrera de Diseño Textil en la UBA y el trabajo como ilustradora infantil pausaron su carrera como historietista. “Estuve muy peleada con la historieta en esa época. En aquel entonces me daba bronca que la historieta me saliera mejor que otras cosas”.
-¿Por qué?
“Siempre fui muy contrera con todo en la vida, hago lo contrario o me niego a lo que me dicen que haga. En ese entonces no me gustaba que los demás me impongan las cosas y era como que todo el mundo me empujaba a hacer historietas. Además el tema de ser mujer me jugó en contra porque, al ser una, pensaban que sí o sí debía hacer historieta. La verdad es que era un escape del medio por no sentirme cómoda.”

En esa época trabajó para muchos manuales escolares de El ojo del Huracán, Santillana, Tinta Fresca, MacMillan y Oxford, entre otras editoriales. Los días pasaban consecutivamente, mientras Sole vivía encerrada en su casa y vestida en pijama. Sus jornadas consistían en dibujar desde que se levantaba de la cama hasta que se dormía. Aunque algunas veces no lograba conciliar el sueño y aprovechaba para continuar con sus trabajos.
“Soy una persona emocionalmente muy inestable. Mi visión sobre si soy más historietista que ilustradora puede cambiar de un día para el otro durante tres años. Todos mis veinte años estuve perdida y no sabía qué carajo era”, sentencia Sole. Todo laberinto tiene una salida y ella supo ver el camino correcto: “A los treinta me di cuenta que no tenía por qué elegir o definirme de una manera particular. También descubrí que lo que más me gusta de las historietas o de hacer un libro para chicos es escribirlo y el armar la historia”.
Escribir. Comunicar. Narrar. Verbos con los que se siente identificada. Cada tanto escribe en prosa y aumenta la apuesta de cara al futuro: “Me gustaría publicar algo en ese formato. En este momento de mi carrera me imagino haciendo algunas novelas gráficas más y después pasándome a la prosa, como abandonando el dibujo”.

WEB CÓMICS Y VALIDACIÓN

Nuestra mesa en el Varela – Varelita sigue intacta. Alrededor ya no se observa tanta gente grande y en su lugar se observa a personas vestidas de traje o con niños, lo que supone el horario de salida laboral y escolar. En su mundo y a pesar de recordar esa nebulosa que la acompañó en sus ventitantos, Sole no pierde el sentido de la crítica y la reflexión. “Tuve negación con las historietas, pero en cierta manera nunca las dejé de hacer. Siempre encuentro cosas para comunicar y la forma más fácil de hacerlo es a través de las viñetas”.
Fue así que en 2006 vieron la luz Solo le pasa a Sole (2006-2012) y Salita Roja (2006-2011), sus dos primeros Web Cómics. Del 2012 al 2015 realizó La pelusa de los días, una tira en la que dibujó los tweets que hacía para Internet. Además de volver al ruedo en el universo de las viñetas, la artista estaba por recibirse en la UBA. Pero no todo fue color de rosa, porque el traspaso del formato digital a la publicación en papel de dicho trabajo lo catalogó como un “trauma”.
“La editorial Moebius me había ofrecido publicarla, pero solo tenía 23 páginas hechas en el mismo formato en que podía publicarlas. Entonces tuve que negarme porque no me alcanzaban las páginas y tenía que recibirme ese mismo año”, cuenta. Pasaron dos años y varios pensamientos negativos la abarcaron, como que había dejado pasar la posibilidad. O que ya estaba grande y que no podría dibujar nunca más. Después se repuso, armó su libro maquetado y lo envío a varias editoriales. Estas no hacían otra cosa que rechazárselo.

En ese contexto y ante tanta negativa, la psicología jugó un rol fundamental en su vida: “Mi psicóloga me abre la cabeza y me hace entender que no necesito que nadie me valide nada, que si yo quería mi libro que lo publicara por mí misma”. Entonces creó un IDEAME y llegó a un acuerdo con la editorial Llanto de Mudo para su posterior edición.
Todo iba bien encaminado, hasta que las vueltas de la vida pueden más, y cuando se destraban cosas es porque mejores pueden llegar a ocurrir. “Me llamaron desde La Cúpula porque habían visto mi blog y les había gustado. Había tomado la decisión de empujarme sola las cosas y la respuesta apareció como un rayo de luz, respuesta que había esperado por dos años”. Con el libro en manos, queda la enseñanza: “Lo que tuvo de lindo La Pelusa fue el darme cuenta de que la validación me la tenía que dar yo y que después iba a venir de los demás. Que confiara más en mí”.
Por otro lado, hoy ve lejos la posibilidad de volver al Web Cómic: “Lo tengo medio abandonado porque estoy un poco peleada con él. Siento que hay un exceso de marketineo con el tema del ‘Me Gusta’, que ya me afecta un poco. Eso de subir algo a Internet y esperar a ver cuántos likes hay o quién te comenta se vuelve un vicio porque te pasas mirando el celular todo el día pensando qué tenés que publicar y a qué hora”. En ese sentido, Sole remarca que antes había más espacio en la red, “pero ahora es como si todos estuviéramos apretados en Instagram o en Facebook”. Y concluye: “Hoy el tema ya parece más hacer memes que historieta”.

PONCHO FUE

Si hablamos con Sole Otero no podemos obviar a Poncho Fue, una de sus más grandes obras y uno de los mejores libros que se editaron el año pasado en el país. Una hermosa, pero dura y cruda historia sobre una relación tóxica que tiene su génesis en ella, que arrancó en 2014. El proceso creativo no fue para nada fácil, sobre todo después de haber estado en una relación “horrible” de un año. La novela gráfica la hizo en baches libres que tenía en su trabajo, que podían ser ratos o semanas. La mayoría la realizó en la casa que tienen sus padres en Bariloche. Allí pasaba horas encerrada entre hojas escritas y en blanco, recuerdos y reflexiones. E incluso llegó a dibujar entre 40 y 50 páginas en un mes.
“En marzo de ese año escribí el guión en el momento, con todo muy fresco y cuando estaba terminando de entender el motivo de por qué pasaron las cosas de esa manera”, confiesa la artista. A pesar del visto bueno de las pocas personas que accedieron a leer el esqueleto de su historia, la abandonó y dejó de dibujar durante meses por falta de fuerza.
Cuando parecía que la historia quedaría en un boceto olvidado, la psicología y la determinación volvieron a empujar a la dibujante hacia adelante: “La misma psicóloga que me habló de la validación me recomendó que me iba a hacer bien hacer algo con todo eso, el sacarme de encima ese peso, y que sea una historia que me esté contando a mi misma y sin pensar que sea el personaje principal”. Es así que en septiembre y hasta el año siguiente retomó la idea, para culminarla en enero de 2016. Las hojas volaban en trazos, locuras y mucho acrílico.
La trama concluía en la pelea entre Luz y Santi, y Sole la envió a La Cúpula. Pero la editora de ese entonces le consultó si realmente necesitaba más tiempo para terminarlo. De esta forma, Poncho Fue entró en su última fase, con la ayuda de José Saenz“A medida que mejoraba anímicamente le agregué y le cambié cosas, más allá de que la historia era mía en esencia. En ese contexto hice una barrera para protegerme un poco”. El último año de correcciones fue muy duro y hasta llegó a estar “harta” de su obra: “Todo eso fue una tortura e incluso cada vez que me tenía que sentar a dibujar una página de Poncho la pateaba una semana hasta que finalmente lo hacía”. En total, Poncho Fue tuvo dos años de proceso creativo y un año de corrección. Y salió publicada tres años después de que se hizo el guion.

Violencia psicológica y física. La historia no puede ser más actual y más en un contexto en donde las mujeres luchan por sus derechos ante una sociedad asquerosamente machista. “A medida que lo iba haciendo medio que descubrí el feminismo, porque la misma situación me llevó a pensar mi rol como mujer y esa cosa de sentirme disminuida ante la otra persona”, cuenta. Además la novela la llevó a pensar sobre el mito del amor romántico y su funcionamiento: “Tiene que ver con esa idea socio-cultural que hay de que tenés que encontrar a una persona, que va a ser tu media naranja y que por ella tenés que bancarte todo lo que sea. Y el feminismo va en contra de eso, aunque el que se identifique con Luz sea un hombre”.
Con el libro finalmente publicado y al alcance de todos, Sole reflexiona: “Lo que quise contar es cómo quedé shockeada cuando salí de la situación, del no darme cuenta en ese momento de lo atrapada que estaba y de cómo me banqué ciertas situaciones y reacciones. Siempre hay una salida”. En este marco, Sole remarca que el mito del amor romántico afecta mucho a las personas que sufren violencia física: “Hay muchos que tienen los recursos económicos y la capacidad de irse de la relación y no lo hacen porque no entienden que pueden hacerlo”.
La recepción no pudo haber sido mejor para ella y cuenta que es hasta hoy que le escriben una o dos personas por semana para contarle que se identificaron con Poncho Fue, y le narran sus propias vivencias. Como el chico que gracias al libro se dio cuenta que obligaba a su novia a hacer cosas y que finalmente terminaron yendo a terapia juntos. O la mujer que se separó de su marido golpeador. “No logré que mi ex me entienda, pero sí lo hicieron otras personas. Seguramente hay lectores a los que no les gustó, pero en líneas generales veo que a la gente que pasó por algo parecido cómo que se identifica, incluso con el personaje de él”.

LA MUJER Y LA HISTORIETA. ¿AMPLIACIÓN DE ESPACIOS Y DERECHOS? ¿O MAYOR VISIBILIDAD?

Paula Andrade, Alejandra Lunik, María Luque, ella y muchas más. Hoy hay mujeres que dominan gustosamente el universo de las historietas, un ambiente que antes fue tristemente “cosa de hombres”. “Siempre hubo más mujeres de las que parecían porque estaban escondidas atrás como ayudante o entintadora. Por ende, hubo una invisibilización histórica. Por ejemplo, la hija de Dante Quinterno escribía los guiones de Patoruzú y jamás salió publicada en una tira”, se queja Sole. Por otro lado agrega: “No siento que haya sido del todo que los hombres no dejaban entrar a las mujeres, que estaban ahí golpeando la puerta, sino que no había ninguna mujer que dijera ‘yo quiero dibujar historieta’ o yo quiero ser autora ‘. Y había una idea de que si las mujeres hacían algo de dibujo, debía estar orientado a lo infantil. Pero ese paradigma cambió en los 80’ con autoras como Maitena”.
En este caso, Sole analiza la escena: “Lo que pasa ahora es al revés, casi que hay más discriminación positiva que negativa. Todo el mundo siente una especie de culpa de que el porcentaje de mujeres que hay sea muy bajo y quieren hacerlo crecer”. Esto la llevó a recordar ese tiempo en que su entorno la empujaba a hacer historietas por ser mujer. “Lo que realmente hay que hacer es que las mujeres se acerquen natural y espontáneamente”.
En la actualidad hay festivales como Vamos Las Pibas, en donde autoras, dibujantes e ilustradoras tienen su espacio para compartir su arte, darse a conocer y repensar tanto el presente como nuestra sociedad. “No creo que haya, desde el feminismo, una obligación de emparejar un porcentaje. Porque una obligación sigue siendo una obligación y el movimiento se trata de que no los haya. No se trata de cambiar la obligación de que estás en tu casa trabajando, por la obligación de tener un trabajo igual al de un hombre. Porque sino estamos cambiando los valores que el heteropatriarcado nos dejó, por los valores del capitalismo en el hombre. Y eso no tiene mucho sentido”.

FUTURO

El sol hace rato que se fue y Scalabrini Ortiz es una carrera de luces que vienen y van, mientras el Varela – Varelita sigue lleno. Con las tazas vacías y con la mano incansable de tanto trazo, Sole piensa en lo que se viene. “Voy a sacar una selección de dibujos que hice en mi libreta de viaje cuando fui a Colombia. Además estoy terminando el libro de Siempre la misma historia –su último Web Cómic, que hizo entre 2015 y 2016- y ya culminé Truz, una historia infantil sobre una nena cavernícola. A su vez tengo una novela gráfica de ciencia ficción que preparé en la ciudad francesa de Angoulême, que trata sobre una extraterrestre obsesionada con conquistar a un humano”.
Con tanto para narrar, comunicar y publicar, queda demostrado que hay Sole Otero para rato.

Muchas gracias a Paula Martínez de Hago Dibujines por oficiar de fotógrafa.

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