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Entrevista a Lautaro Ortiz
Entrevista a Lautaro Ortiz. Un editor de Fierro.

Entrevista a Lautaro Ortiz

Lautaro Ortiz, poeta, investigador, periodista, guionista, director de la tercera encarnación de “Fierro” y de buena parte de la segunda, nos concedió esta amable entrevista en medio del caluroso verano de Buenos Aires. Hablamos de las revistas de antologías, de los libros, del macrismo, del estado de la historieta actual y… sí… en algún lado está la pregunta que todos quieren formular ¿Se viene Fierro 4?

Facundo Vázquez ─Me imagino que ser el editor de “Fierro” después de que ese lugar lo ocuparan nombres como Juan Sasturain o Juan Manuel Lima debe ser más o menos como que venga Batman y te entregue la capucha. ¿Cómo viviste esa transición? ¿Sentiste que había una tradición muy fuerte que respetar o por ser un título que siempre apostó a la experimentación no se sentía una presión tan fuerte por lo que vos pudieras innovar? 

Lautaro Ortiz ─Yo fui lector de la “Fierro” primera etapa y soy lector de historieta. Reivindico ese lugar, el lector. Hoy que parece estar de moda decir “ya no leo historieta”. Alguna vez alguien debería explicar qué pasa con este arte que, incluso grandes autores, dicen en algún momento “ya no leo historieta” ¿Es la historieta un arte que cansa al más pintado? A mí me gusta leer, sentarme y leer. Los laburos que hice de historieta fueron siempre desde la óptica del lector, es decir, del que busca sorprenderse. Me refiero a los que hice con Túnica, Soto, Nine, Minaverry y El Tomi

Juan Sasturain es mi amigo, un escritor que admiro, tipo que lee, escribe y piensa el arte desde un lugar que me interesa mucho. Cuando él me convocó para la segunda etapa de Fierro me propuse sobre todo seguir siendo lector, y cuando nos juntamos (porque seguimos pensando cosas en relación a Fierro) lo hacemos como lectores.  A Lima lo conocí después, gran tipo, gente sensible, pensante, con proyectos.

No me comparo con nadie. No es soberbia, yo soy de los que aprenden, siempre. No me interesan las medallas, así que si me hubiesen dado los anteojos de Kent yo seguiría viendo las cosas como lo hice siempre, un lector del mundo. La gente a veces se olvida que vinimos a leer: paisajes, personas, papeles, historietas. Si el tiempo da, si hay ganas, si hay algo para decir, para aportar, entonces uno abandona el sillón de lector y se pone a crear. El problema de la historieta, creo, es que muchos autores viven esa sensación casi angustiosa de creer que si no está publicando, no existen. Hay que tomarse un tiempo para todo, la creación exige tiempo. Chandler empezó a escribir después de los 40. Tomarse el tiempo es también respetarse. En Fierro aprendí eso, pese al tiempo tirano del cierre. Muchas veces les dije a los autores “tomate un mes más, pensalo”. Hacer revistas de historietas no es lo mismo que hacer cualquier revista. Las palabras rellenan, los dibujos no, y se nota mucho cuando un dibujo rellena. Intenté que no pasara eso, a veces se logró, otras no. 

En fin, me fui de tema… Ah, sí, yo supe desde un principio qué significaba “Fierro” y cuál era su tradición. Hicimos lo que quisimos, lo que creímos que podíamos compartir con otros. Eso es la aventura, ¿no? 

FV ─La pregunta sobre los autores que cada uno está leyendo casi dejé de hacerla porque me parecía un papelón todas las veces que profesionales del medio me decían que no estaban leyendo historieta. ¿Vos decís que es una moda? 

LO ─No sé si es moda, siempre se ha dicho. Desde Breccia y Pratt, llega un momento que se niegan como lectores. Y hoy en día varios autores también lo repiten. Más allá de interpretarse como un gesto (si se quiere de cansancio) lo interesante es saber por qué se llega a eso. Ningún viejo escritor dice que ya no lee, ningún viejo jugador de fútbol dice que no “lee” fútbol. Quizás el alejamiento del rol de lector de historieta esté revelando algo de este arte o de este medio. Yo sigo siendo lector y de historieta argentina. Hace poco leí la recopilación de Peiró, el “Ernie Pike” que salió en Planeta y “La Sudestada” de Saenz Valiente.

FV ─Además de los ilustres nombres mencionados, en Argentina teníamos una tradición de editores con una presencia y una imagen muy fuerte: personas como Columba, Scutti o Cascioli. Comparativamente, hoy tenemos editores de perfil más bajo y, probablemente, a muchos lectores ni le suenan de nombre ¿Querés presentarte a los lectores? Contanos cuáles fueron los trabajos de los que te sentís más orgulloso y en qué consiste exactamente tu laburo en “Fierro”.

LO ─El trabajo que hizo y hace uno está en un Internet. No perdamos tiempo con algo que el lector si le intesa va y busca y encuentra. Hay que desmitificar un poco las cosas: la Fierro en su segunda etapa salió más por las ganas de los autores y nuestras que por ser un empleo. Mi cargo fue el de jefe de redacción en un comienzo, pero ¿qué redacción? No la había porque era movible: un bar, otro bar, la casa de algún dibujante. Juan como director, yo como jefe de redacción. Luego Juan decide darme la dirección. Hicimos de todo, desde pedir trabajos, unir duplas, pensar ideas, buscar páginas, corregirlas, rearmarlas, reescribir guiones de algunas, retocar, restaurar, lidiar con lectores, dibujantes, gráficos, directivos, traer material inédito tanto de historieta como de esas literatura cercana a la historieta… En fin, eso, todo eso que hace divertida a una revista. 

Algunas obras de Lautaro Ortiz.

FV ─Todos recuerdan y le rinden un culto casi religioso a la primera época de “Fierro”. Tengo que confesar que yo también formo parte de esa secta. Sin embargo, dejando de lado la engañosa nostalgia, hay que reconocer que la segunda etapa compite muy dignamente con la primera y no sé si no gana. Honestamente, cada vez que encaro la idea de analizar la segunda encarnación de la revista, termino abandonando porque es enorme la cantidad de títulos de calidad que salieron de sus paginas. Prácticamente todo el mercado editorial de libros se nutrió de las series que se publicaban originalmente entre sus páginas. 

LO ─Me alegro que tengas esa lectura. Comparar una a otra es un poco complicado, no solo porque los tiempos fueron muy distintos, porque pasó mucha agua bajo el puente de la historia argentina entre una y otra etapa, mucha tecnología, muchos cambios culturales y sociales, muchas maneras distintas de ver el mundo. Una nació antes de Internet y la otra con Internet. Las críticas despiadadas a los autores editores que recibía “Fierro” de los 80 no están en la red, las de la “Fierro” nueva sí. Y una es la “Fierro” vieja, y la otra la “Fierro” nueva ¿no? La “Fierro” nueva estuvo expuesta a la vorágine de Internet y a sus redes sociales. Se han dicho tantas cosas, tantas pavadas. Sí hay una línea que buscar entre ambas experiencias, pero para eso hay que romperse un poco más el seso. Por ejemplo, es interesante ver cómo el peronismo se filtró en las historias luego de la dictadura y cómo el peronismo se filtró durante la experiencia K. Es lindo de analizar el tema del sexo, por ejemplo, en ambos contextos. El dibujo erótico, sexual. Comparar, ver, pensar. Nosotros tuvimos anunciantes que se espantaban por una pija dibujada… ¡Y estábamos en la era de Internet! En fin, también se podría hablar de la cuestión del “continuará”, de la series, del ritmo vertiginoso del lector, de los cambios de lectura, de cómo cambió la idea del personaje, etcétera. Hay temas para hacer muchos trabajos. La crítica de historieta quedó desfasada de todo lo que avanzó la historieta. Es vieja en relación al paso gigantesco que se produjo en Argentina desde el 2006 en adelante. 

FV ─Personalmente no creo que la historieta argentina tenga la solidez para permitirse un espacio de crítica seria. La mayoría de lo que estamos escribiendo sobre historieta cumplimos más un rol de difusión que surge de la propia vulnerabilidad del medio. Si vos ves a un tipo que se está rompiendo la espalda para tirar de un carro (no creo que sea una metáfora muy exagerada para hablar de artistas y editores argentinos en los últimos años), el primer impulso que humanamente debiera surgirte es pensar cómo lo podés ayudar… no ponerte a realizar una reflexión teórica sobre su técnica.

LO ─Es que creo que partimos de una confusión. Yo no hablo de crítica en el sentido de criticar ni de hacer un favor de difusión. La difusión le corresponde a cierto modo de hacer periodismo. Yo me refiero a otro tipo de crítica. Uno que tiene que ver con la reflexión sobre el medio, sobre el arte, en consonancia con las cuestiones políticas, sociales o aquellas que uno quiera hacer intervenir en su mirada sobre el arte. A eso me refiero con “crítica” y a eso me refiero cuando digo que la historieta ha evolucionado de tal manera que no voy a decir que la crítica no existe, pero sí que quedó desfasada. 

FV ─El final de esa segunda encarnación, con ese gato amarillo destruyendo la ciudad, dejaba poco lugar para las sutilezas. Poquito tiempo después empieza a salir el tercer volumen. ¿Cuál fue la idea detrás de esa tercera época? ¿Cómo fue la recepción? 

LO ─La tapa de la destrucción amarilla y el gato no fue una premonición, sino un retrato anticipado de lo que nos pasó. No había que ser magos para darse cuenta. Pensá que la mayoría de los dibujante que esta nueva “Fierro” padecieron los años liberales de lo 90s. En esa tapa de Parés está el retrato de lo que vino y sucedió. Al mismo tiempo hay que decir que gracias a esa tapa tuvimos “Fierro 3”. Yo creo que en “Pagina12” se asustaron del cierre y pudimos seguir dos años más. Casi casi sobrevivimos al macrismo, pero no se pudo.

La tercera etapa fue de hacer otra cosa. Si vos te fijás, “Fierro” siempre fue una revista cóctel, imprevisible, se movía todo el tiempo, no había secciones fijas, y si había no era vistas como tal. Un día estaban y otro no. Los solemnes se volvían locos. La tercera etapa fue una profundización de cosas que ya habíamos hecho y una plan consciente de acompañar a nuevas generaciones, darles el lugar que se habían ganado desde 2006 cuando empezaron a ensayar cosas junto a los llamados clásicos autores. 

FV ─Tal vez por el hecho de salir trimestralmente la revista parecía evolucionar muy rápido de un número a otro. Es que en el medio pasaba mucho tiempo y también. “Pasaban cosas”. Justamente, el cambio más radical que se observa es que el primer arco de cuatro números parecía más orientado a la experimentación formal y en el segundo predominaba una impronta de política militante. Sé que son experiencias complejas pero… ¿hoy dirías que estás más satisfecho o más arrepentido de haber tomado ese rumbo?. 

LO ─Yo estoy satisfecho con todo el laburo de los que colaboraron y del resultado general. Hicimos cosas muy buenas. Hay que esperar a que los críticos se mojen el dedo y pasen páginas y páginas y relean ese tiempo. Hay muchas sorpresas ahí. La Argentina es un país de revistas, y recién hoy se está volviendo a verlas/releerlas como una creación. En la tercera etapa, trimestral, buscamos más experimentación. En realidad, les dimos mayor protagonismo a los más jóvenes y ellos son pura experimentación. 

FV ─No obstante, yo creo que “Fierro” fue una publicación fuertemente politizada desde su primera etapa en la década del ochenta. Recordemos las peleas de Sasturain y Cascioli que terminaron en una ruptura definitiva. Tal vez la diferencia es que no se ponía el primer plano en eso. Había como cierto pudor que buscaba “preservar” al arte de la “contaminación” de la política. Mantener el mensaje político un poco en las sombras. Vos rompiste ese pacto. En un país con una coyuntura política tan polarizada y exacerbada (la famosa grieta) sabías que posicionarte era una elección arriesgada. No te garantizaba que los peronistas te compraran la revista pero sí que los anti-peronistas no te la compraran ni en chiste ¿Considerás que esa elección fue determinante para el cierre de la tercera época? 

LO ─No había otra forma, era necesario posicionarse, y lo digo ahora que terminó el infierno del macrismo. Las cuatro tapas más políticas (recreaciones, revisiones de pinturas clásicas) quedarán sin duda como una marca imborrable de la posición política de la historieta argentina frente a los apátridas. No tuvo nada que ver el cierre con la cuestión política. Las variables fueron otras y tienen que ver con la forma en que se arrasó con la Argentina. 

Las famosas portadas del último año de “Fierro”.

FV ─Claro… cuestiones de índole económica pero también culturales. Hablando de eso, primero pasó en Europa, hoy en Argentina se da un debate similar: ¿cuál creés que es la función de las revistas de antología dentro del mercado de la historieta actual? ¿Están destinadas a ser solamente un catálogo para saber qué libros comprar los próximos meses o hay experiencias de lectura que son exclusivas de ese formato… algo que la revista ofrece y que no se puede dar de la misma forma en el álbum?

LO ─Es un trabajo muy lindo hacer revistas de historietas, porque uno sabe (siempre lo digo) que sin revistas no hay historieta, porque ellas ofrecen otro tiempo de creación (el tiempo más puro de este arte), un tiempo muy distinto a la creación de un libro. La revista se hace en conjunto, con otros autores en las páginas de al lado, mientras que el libro es solitario. La historieta no lo es, siempre es necesario el otro.

FV ─Bueno… Llegó el momento. Todos vimos la ilustración de El Tomi maquetada como una portada nueva de “Fierro”. Te tengo que preguntar ¿Están preparando una cuarta andadura? ¿Estás involucrado en el proyecto? ¿Qué perfil va a tener la revista? Títulos, artistas, novedades… ¡Todo!

LO ─El Tomi es un amigo y un fierrero de primera línea. Me causó mucha gracia aquella tapa. Estamos trabajando para volver, sí, pensando, viendo, esperando. La historieta también necesita respirar hondo y ver cómo superar desde el arte y con nuevas cosas estos cuatro años de destrucción del neoliberalismo. Hubo gente que dejó de crear, hubo gente que murió por ver cómo el macrismo destruía lo que tanto había costado conseguir. Hoy hay que esperar, creemos que será posible. Hoy analizamos otras opciones, ver cómo cruzar lo digital con lo esencial de una revista que es papel y tinta. No se puede adelantar nada, porque no hay nada cierto, ni cerrado. Solo ideas y ganas. 

FV ─Tengo una pregunta fetiche en todas las entrevistas porque en nuestro país, la mayoría de los lectores de historietas consumen más material asiático y norteamericano que nacional, pero siempre tenemos la esperanza de ganar nuevos lectores para nuestras filas: ¿qué le dirían a un chico que no ha leído historieta argentina? ¿De qué se está perdiendo?

LO ─No hay que insistir con eso. Hay que cuidar al lector, y si es chico hay que dejarlo que lea lo que quiera, lo que le gusta, y cada tanto acercarle algo. Solano, Breccia, Pratt, Bataglia, Langer, Minaverry, Sanz, etcétera. El lector de historieta argentina es un lector especial que no se le parece a nada a los otros lectores, así como la historieta argentina es tan distinta a otras. La fórmula no es crear, debemos invertirla. La formula es leer, tener más lectores es la única manera de que la historieta siga y encuentre definitivamente su lugar dentro de la producción artística de un país y se afiance, y no depende de las ganas, suerte, la voluntad o patriada de algún editor. Creemos en estos tiempos y confiamos en que serán los mejores días para este arte.

FV ─Muchísimas gracias, Lautaro. Ojalá la próxima entrevista podamos hacerla con una nueva edición de “Fierro” entre las manos.

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  1. Fuerza, Lautaro. Muchos vimos tu valioso trabajo en la Biblioteca Nacional y en otros espacios. Lo mejor para lo que viene, ojalá que sea en la Biblioteca Nacional. Lo merecés.

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Entrevista a Lautaro Ortiz
Entrevista a Lautaro Ortiz. Un editor de Fierro.

Entrevista a Lautaro Ortiz

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  1. Fuerza, Lautaro. Muchos vimos tu valioso trabajo en la Biblioteca Nacional y en otros espacios. Lo mejor para lo que viene, ojalá que sea en la Biblioteca Nacional. Lo merecés.

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