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Portada de Paradise Kiss
Un recorrido por los tropos patriarcales usando como referencia principal a "Paradise Kiss" de Ai Yazawa.

“Paradise Kiss” de Ai Yazawa y el patriarcado

En los últimos años podemos percibir un gran cambio, con respecto a las décadas anteriores, en relación a la representación de los roles femeninos en las historietas, las películas, las series y la literatura, entre otras artes. Esto se debe a la multiplicadas de luchas feministas en todo el mundo contra un sistema patriarcal opresor que se encargaba (y aún lo hace) de reproducir y sistematizar los roles de género hetero-cis. Esta metodología es un control que se aplica para que sigamos sometidos a una forma de producción propia del sistema capitalista en la que la institución de la familia debe mantenerse en pie para que sean los varones quienes salgan a trabajar y las mujeres se queden en su casa criando futuros obreros. Para que esto funcione, se necesita una mentalidad sumisa y mansa del lado de ellas por lo que, a esos papeles de obediencia se les otorga belleza, pureza y respeto, incluso hasta el día de hoy. Pero, de a poco, las producciones masivas han tenido que dejar de hacer oídos sordos a los reclamos de los movimientos LGBTQIA+ de modo de ampliar su público. De todos modos, nada es gratis, sino que se permite una inclusión a medias, lavada y amigable en la que se aspira a la “tolerancia” y a una representación que suele caer en lugares comunes donde los sujetos gays, lesbianas, bisexuales y trans, entre otros, deben responder a un rol de aceptación a lo que se les impone. Este es un modo de opresión menos visible a los ojos de los consumos masivos pero presente. Especificando el análisis a la presencia de personajes mujeres hetero-cis, se ha normalizado lo que se denomina como “tropo“, es decir, según el diccionario Merriam-Webster: “a common or overused theme or device: CLICHÉ[Tropo: “Un tema o recurso sobreusado: un cliché”]. Así, parece muy complejo alejarlas y romper con los diferentes estereotipos a los que se las ha asimilado con el correr de los años. Estos lugares comunes llevan a su estigmatización y desvalorización.

Alison Bechdel propuso, junto con su compañera Liz Wallace, el test Bechdel-Wallace, en su  comic strip Dykes to Watch Out For publicado entre 1983 y 2008. Esta herramienta se utiliza para medir la función de las mujeres en cualquier obra de ficción y cuál es su representación para evitar la reproducción de cualidades estereotipadas puesto que esto conlleva su cristalización y, por lo tanto, aumenta la dificultad de su ruptura. En él se plantean las siguientes condiciones: 

  1. that at least two women are featured,
  2. that these women talk to each other,
  3. that they discuss something other than a man.

[Traducción:

  1. que participen, al menos, dos mujeres,
  2. que ellas tengan una conversación
  3. que discutan sobre algo que no tenga que ver con un varón]

En este comic strip de larga data y popularidad, Bechdel ha logrado no sólo criticar la dependencia de los personajes femeninos con respecto a los masculinos en las diferentes historias de ficción sino que, además, pudo representar otro tipo de corporalidades que se alejan de la belleza canónica. Al mismo tiempo, sus gestualidades no se corresponden con lo que solemos entender como “femenino” o “sexy”, dos mandatos fundamentales a la hora de representar mujeres. Sus cuerpos son más robustos, caminan de una manera despreocupada y parecen muy cómodas con su modo de expresarse. A esto se suma que han logrado profundidad porque tienen una opinión propia y no están hablando de un vínculo sexo-afectivo sino de la realidad cultural, social y política que las circunda. 

Básicamente, lo que se nos está insinuando de una manera bastante explícita es que el protagonismo no debe recaer en la existencia (o no) de un interés romántico sino que pueda tener una profundidad psicológica más allá de esto. Así, podríamos desarmar la idea de que las mujeres están asociadas necesariamente a lo emotivo y lo sentimental mientras que los varones son quienes tienen las grandes aventuras épicas en el exterior del ámbito doméstico. 

Esto nos lleva a considerar el Mako Mori test que tuvo su inicio gracias al personaje de ese nombre en Pacific Rim, película del 2013 dirigida por Guillermo del Toro. Sus condiciones son las siguientes: 

  1. At least one female character
  2. who gets her own narrative arc
  3. that is not about supporting a man’s story.

[Traducción: 

  1. al menos un personaje femenino,
  2. que tenga su propio arco argumental
  3. que no tenga que ver con secundar el del varón].

Estos tropos recrean mujeres unidimensionales, sin profundidad psicológica, emocional o desarrollo de arcos narrativos propios. Conocemos varias que se destacan por tener una cualidad que las caracteriza y distingue de otras. Por ejemplo: 

  • La inocente: no tiene la capacidad de darse cuenta de que está siendo sometida a situaciones de manipulación o abuso porque está embelezada con su interés romántico o con sus amigos que la utilizan para sacar algún tipo de provecho.
    Un claro ejemplo de este tropo es Zaida de Caída del espacio. Si bien ella es una alienígena que no conoce las reglas y modos de comportamiento de la Tierra, en más de un momento queda en situaciones de vulnerabilidad frente a Kade, el chico que le gusta y que, probablemente sin quererlo, la manipula. Es necesario que entren en acción otros personajes para hacer que ella se de cuenta de que tiene una relación de dependencia con él y que cada uno debería tener su espacio para replantearse cómo desean que sea su vínculo. Podemos ver en el rostro de Zaida los rasgos típicos del estereotipo de inocente: facciones aniñadas y mejillas sonrojadas, ojos grandes y bien abiertos que indican sorpresa e inocencia, una postura corporal inclinada hacia atrás dado que no puede encontrar el equilibrio en la situación que está viviendo. Por otra parte, los colores de su diseño de personaje son claros, muchas veces pasteles, llamativos y alegres, cumpliendo con la teoría de color base para este tipo de sujetos. 
  • La mandona: este es el personaje que tiene poder pero se lo representa de manera negativa porque, en general, abusa de él. Al atribuírsele la emotividad por sobre la racionalidad, no tiene la posibilidad de pensar sabiamente sino que toma decisiones impulsivas que pueden ser perjudiciales para las personas bajo su mando. Incluso, cuando no comete estos errores se la puede percibir como “exagerada” o innecesariamente agresiva, juicios que no se tienen sobre los varones en cargos jerárquicos de importancia. En más de una ocasión, se le dan características atribuidas a la masculinidad porque se asume que feminidad y Poder no pueden ir de la mano.
    Este es el caso de Sir Integra Fairbrook Wingates Hellsing. En sus primeras apariciones en Hellsing tiene un diseño con rasgos más feminizados pero, a medida que la historia avanza, se le otorgan rasgos más andróginos y gestos asociados a lo masculino. Miremos la viñeta de la izquierda, su modo de lanzar su sobretodo, extender el brazo izquierdo y abrir las piernas para afirmar su postura. No podemos evitar tampoco ver la construcción de su pelvis, más alargada que en la común representación de otras feminidades y esto se debe a que Integra lleva ropa “varonil”. Si bien su Organización no pone en cuestión su autoridad ni se opone a ella cuando da órdenes, esto sí ocurre por parte de otras organizaciones y la Mesa Redonda con la que debe reunirse. Hasta la acusan de no poder manejar la situación de crisis que está viviendo Gran Bretaña para luego demostrar que es la persona más idónea para ocupar esa posición. 
  • La fuerte e independiente: no depende de nadie ni necesita relacionarse con otros para gozar de bienestar económico o emocional. Su autonomía es inclaudicable y parece no estar emocionalmente disponible para relacionarse de manera sexo-afectiva. 
  • La Barbie: en ella lo importante es su apariencia. Le importa más su estética que cualquier otra cosa y esta se convierte en una meta en sí misma. Es linda por donde se la mire y reproduce un tipo de cuerpo inalcanzable para el lectorado al tiempo que se impone como una meta ideal. Esto se debe a que es deseada de una forma prácticamente inevitable puesto que su físico se presenta como irresistible. Así consigue más de una propuesta amorosa aunque, al mismo tiempo, puede asumirse que, por su hermosura, la inteligencia es un rasgo que no le es compatible. 

En muchas oportunidades, se suele caer en el tropo de la mujer que hace que su vida gire en torno a un interés romántico, como lo expone el Test de Bechdel.

Este es el caso de Yukari en Paradise Kiss de Ai Yazawa.

Buena parte de la incertidumbre que pesa sobre ella se relaciona a si tendrá o no el amor de George, un chico que cumple con todas las características de la belleza hegemónica y que no la trata de una manera clara sino que, al contrario, la confunde con sus intenciones ambiguas. 

En estas viñetas podemos ver a Yukari sobrepasada por sus sentimientos hacia George. Además de que debe decidir cuál es el camino que va a tomar con su vida, es más que evidente que eso le resulta imposible porque no puede pensar en otra cosa que no sea este chico. Al mismo tiempo, deberá debatirse si desea quedarse con el “bad boy” o si continuará su interés hacia su compañero de clase, Hiroyuki, el “good boy“. Pero esto no termina ahí, sino que una de sus amigas, Miwako, también tiene que elegir entre su novio Arashi y Hiroyuki, componiéndose así más de un triángulo amoroso que no dejan que los personajes femeninos avancen con libertad. Yukari, en la última viñeta, cae sobre George, se deja llevar hacia él, cede ante la fuerza de su deseo y se posiciona en un lugar sin libertad de decisión. 

Paradise kiss es un manga creado por Ai Yazawa y publicado desde 1999 hasta el 2003 en la revista Zipper por la editorial Shōdensha y es un clásico. Su autora es reconocida por este trabajo y por ser la creadora de Nana. Tanto el primero como el segundo tuvieron su adaptación a anime y, en el caso puntual de Paradise Kiss, por parte de Madhouse con un ending que hizo historia al contar con la canción de Franz FerdinandDo you want to”. Tuvo doce capítulos que se transmitieron durante los últimos meses del año 2005. Ambos títulos son de demografía josei, es decir, están orientados a un público de mujeres adultas, aunque, como ya sabemos, esto es mucho más flexible en la realidad. En general, el punto de vista desde el que se narra la historia suele ser el de una mujer joven y cómo puede, desde su experiencia, afrontar distintas situaciones de su vida que podrían significar fuertes cambios en su modo de pensar y actuar. Por eso, los temas tratados en este tipo de obras pueden tener un carácter mucho más maduro, explícito y profundo que otras. Sus formas de desarrollar las tramas en torno al amor y la sexualidad son más realistas y conflictivas que el shōjo (dirigida a un público de menor edad), al tiempo que problematizan la vida adulta (o su transición a ella) y las aspiraciones de una mujer japonesa en general con un tono psicológico y emocional más elaborado.

En Paradise Kiss seguimos a Yukari Hasayaka, perfecto ejemplo de una joven japonesa en transición entre la adolescencia y la adultez. Esto no solo implica un proceso estresante en sí mismo sino que, especialmente en Japón, conlleva una presión mayor por ser el momento de ingreso a la universidad. Como sabemos, poder tener un título universitario le da un valor agregado a las personas en ese país y, por esto mismo, la posibilidad de entrar a una carrera significa una gran presión, al punto de que ha sido noticia, más de una vez, el índice de jóvenes con depresión y la tasa de suicidios por no cumplir con estas expectativas sociales. Entonces, el escenario específico en el que se está moviendo Yukari al inicio del relato es decisivo porque está, justamente, estudiando de manera intensiva para los exámenes de ingreso. Un día de esos, como cualquier otro, se cruza en la calle, con un chico de apariencia “extraña” para ella por tener un corte de pelo punk, una vestimenta llamativa y piercings en el rostro. Este es Arashi y sorprende a Yukari gritándole y persiguiéndola como un “pervertido”. Como podemos entender, hasta el momento, el modo de ver las cosas de Yukari es bastante conservador y tradicionalista, y es aquí donde Ai Yazawa hará su magia al romper con todos los estereotipos y prejuicios que su protagonista tiene en un primer momento. Pero vamos de a poco.

Por supuesto, Yukari piensa que Arashi puede suponer un peligro por su forma de abordarla y huye de él. Pero luego se topa con una mujer y se desmaya por el impacto para aparecer luego en un estrafalario bar devenido atelier. Allí, la mujer, Isabella, y la adorable Miwako, le explican que están buscando una modelo puesto que son estudiantes del Instituto de Artes Yazawa y necesitan presentar sus diseños de vestuario en un desfile. Yukari se niega ante semejante propuesta de una manera muy grosera, sale del lugar apresuradamente. En el camino, pierde su libreta de estudiante y quien se encargará de devolvérsela será George, un joven excéntrico y narcisista, que confía en su carisma e intenta convencerla. Aunque Yukari no quiera, él ha logrado cautivarla, a pesar de su molesta actitud, y accede a trabajar con ellos. Es así que comienza una emocionante y demoledora historia de amor con varias aristas de incertidumbre de las que disfrutaremos y con las que nos conmoveremos a lo largo de cinco volúmenes. No está de más decir que, en más de una oportunidad, George es un personaje completamente despreciable por el trato que tiene con Yukari.  Existe, en esta narrativa, una idea anquilosada que se desarma. Nuestra protagonista tiene sus primeras relaciones sexuales con el “bad boy” y por eso se siente propiedad de él. Por su parte, él sigue con su vida, con varios gestos de menosprecio y manipulación en los que la vulnerabiliza una y otra vez. Al mismo tiempo, esto es lo que posibilita el género de Bildungsroman, es decir, la ficción de aprendizaje o crecimiento. Ella debe aprender a ser autónoma, a no tropezar si no tiene el cuidado o si no es un objeto de deseo de un hombre y, por sobre todas las cosas, a valerse por sí misma y confiar en sus capacidades. Su verdadera maduración se da en el trayecto de alejamiento de su interés romántico y cuando comienza a desligarse de él para centrarse en su carrera como modelo y en sus amistades. Por otro lado, logra tomar distancia de su familia y sus prejuicios, dejando de lado el mandato de tener que seguir una carrera universitaria. Comprende, con el correr de las páginas, que debe seguir su deseo, el cual había estado reprimido e invisible durante años al intentar seguir el camino pactado de antemano por otros. 

Paradise Kiss es un manga que puede causar muchísimas contradicciones en su lectura y esto tiene que ver con que el trabajo visual llevado a cabo por Ai Yazawa es simplemente precioso. Se nos cuenta una historia terrible de amor, dependencia y violencia entre telas de seda, brillos y peinados en boga. 

En buena medida, esto se debe a los diseños de vestuario que se van presentando a lo largo de las páginas, los looks en Yukari y también en el resto. Ai supo lograr la expresividad de sus personalidades perfectamente desde sus modos de vestir, peinarse, maquillarse, sus gestualidades y corporalidades dándole una relevancia vital al mundo de la moda. Pero no solo esto sino que también lo revaloriza. Como buena parte de sus lectores probablemente, Yukari piensa que la industria de la moda es algo banal pero, como nosotros, cambiará totalmente esa concepción al entender las dificultades de esa labor y lo que puede significar para quienes forman parte de ella. 

Todo esto cobra sentido si pensamos que la revista en la que se publicó Paradise Kiss es una especializada en ese ámbito, sus tendencias y vanguardias, por lo que la relación entre ambas es más que interesante. Se genera una metatextualidad entre obra y medio de publicación que se concentra en los obstáculos que se pueden ver en el camino de la formación del artista, el reconocimiento de su nombre y obra, a la vez que aborda los inconvenientes con los que debe lidiar no solo cualquier persona dedicada al arte sino especialmente en la cultura japonesa. No se puede dejar escapar el gesto autobiográfico de Ai Yazawa al retratar estas circunstancias.

Como si todo esto fuera poco, y hablando aún de paradigmas que se critican y rompen de la mano de Ai Yazawa, con Isabella la autora presentó a principios de siglo a una mujer trans aceptada en su feminidad y respetada por su entorno al punto de generar admiración en sus colegas. Este gesto es sumamente progresista para su época y lo sigue siendo hasta el día de hoy.

Pero podemos encontrarnos, incluso en los manga de demografía Shōnen, ejemplos de rupturas. Como es el caso de Maki Zen’in, personaje de Jujutsu Kaisen, creado por Gege Akutami. Si bien Maki tiene una estrecha relación con los personajes masculinos, Yuji Itadori y Yuta Okkotsu, esto no le impide tener un arco narrativo propio y que no tiene relación alguna con ellos sino con las dificultades que vive por pertenecer a una familia y a un clan que la han menospreciado. Es fuerte, inteligente, tiene sus propios objetivos bien determinados y puede defenderse por sí misma. Tiene independencia y puede demostrar su apoyo y solidaridad hacia otros pero no depender de ellos. 

Maki tiene su desarrollo, sus propias batallas que luchar y, al igual que Nobara, otro personaje femenino en Jujutsu Kaisen. Como vemos en la viñeta de la izquierda, el plano picado da cuenta de su fuerza, vitalidad y superioridad en relación a sus oponentes varones al tiempo que lleva una en la mano con una actitud sanguinaria. Asimismo, podemos ver su cara desfigurada oponiéndose a los cánones del rostro perfecto. Si bien Maki es un personaje secundario, su arco se desarrolla perfectamente permitiéndonos seguir su recorrido con admiración y, para las lectoras en particular, reconocer un personaje mujer con estas características permiten escapar a los mandatos del patriarcado imperante que puede disfrazarse con pequeñas licencias que, a veces, pasan desapercibidas. 

Una contrapartida perfecta de Maki es Seras Victoria de Hellsing de Kōta Hirano. Si bien Seras goza de una fuerza sobrehumana porque ha sido convertida en vampiresa por Alucard y evoluciona como personaje y hasta se le dedican algunas páginas a su backstory, no tiene arco propio. Su función es la de seguir las órdenes de su Amo. Tiene una relación de dependencia y sumisión total con él. Por esto mismo, toda su historia se basa en seguir y adorar al Conde. Por otro lado, podemos observar que es sumamente sexualizada. Muestra el cuello con la mordida de Alucard que, de alguna manera, es una marca de posesión; sonríe de forma jocosa apuntándolo cuando sabemos que este gesto suele ser entendido como una invitación sexual; el busto de Victoria es exuberante y siempre, a lo largo del manga, se le presta especial atención a hacer énfasis en sus cualidades físicas. Por todo esto, no sólo es un personaje secundario disminuido sino que, además, se la presenta en una situación de sumisión que la cosifica en un perfecto ejemplo de fanservice.

Lo expuesto anteriormente no es más que una especie de ABC de las representaciones clásicas de la mujer hetero-cis y de cómo se la solía (y, a veces suele) encasillar en papeles disminuidos para enaltecer a las figuras masculinas. Esto no solo es propio del manga sino que podemos verlo excesivamente en buena parte de las publicaciones de editoriales mainstream como Marvel o DC e, incluso, en la historieta nacional. En este sentido, es de vital importancia que, en los últimos años, se hayan llevado a cabo movimientos y estudios que hicieron énfasis en los efectos negativos que funcionan sistemáticamente en este tipo de ficciones para darle lugar a todo lo que pueda escapar a la heteronorma patriarcal. No se debe confundir la presencia de las disidencias o feminidades en las obras de consumo masivo con una verdadera representación, ya que, en repetidas circunstancias, estas forman parte de lo que conocemos como “pinkwashing”, es decir, utilizar las banderas y consignas del orgullo LGBTQIA+ como un producto de merchandising y no de concientización o lucha política. Que existan series en Netflix como Heartstopper, en la que se nos muestra el vínculo sexo-afectivo entre un chico gay y otro bisexual, no quiere decir que no se repitan algunos lugares comunes con respecto al sufrimiento, la “salida del closet”, el bullying y la constante revictimización para el público que puede sentirse identificado con esos protagonistas basados en el webcomic homónimo de Alice Oseman. Debemos hilar todavía más fino para que las producciones dejen de mirar con los ojos de la heterosexualidad patriarcal y desde un imaginario del desconocimiento de la comunidad LGBTQIA+ para hacerla “digerible” o, por lo menos, para que cumplan con el horizonte de expectativas de una recepción que no equivale, necesariamente, con las identidades de los sujetos que se ponen en pantallas o páginas.

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