En las páginas del anual 1969 de la antología D’Artagnan, se produjo el debut como autor integral del gran Lucho Olivera (Corrientes, 1942-Buenos Aires, 2005). Bajo el título ‘Yo, Gilgamesh, el inmortal’, se presentaba, en clave ciencia ficción, a uno de los personajes más recordados de la recordada Editorial Columba. Aquel unitario generó entre los lectores una repercusión inmediata, posibilitando que la historia del calvo monarca sumerio incapaz de morir se convierta en un exitoso serial, segmentado en
cuatro dispares etapas, que se publicó hasta 1998. Contribuyeron a sus argumentos Sergio Mulko (firmando como Leo Gioser), durante el período inicial, Robin Wood, en una celebrada segunda instancia, Ricardo Ferrari, para el tercer recorrido impreso, y Alfredo Grassi, en un fallido y breve cuarto momento.
Con textos del escriba Ricardo Ferrari (Vedia, 1957), la tercera y más extensa etapa del personaje, constó de 71 capítulos, publicados originalmente entre 1986 y 1994. Desde hace unos años, la editorial A4-Doedytores fue reeditando aquel material para una serie de libros titulada Colección Infinito. El sexto tomo vio la luz en Abril de 2023, presentando 168 páginas B/N con los episodios cuarenta y dos al cincuenta y seis del trayecto, en el habitual formato 24×17 cms. La trama encuentra al inmortal de vuelta
en la antigua Mesopotamia, tratando de modificar el devenir histórico para evitar el destino último de nuestra raza.

Detrás de la Historia
Rompe el hielo ‘El náufrago de los Dioses’, trama en la que Gilgamesh se cruza con una caravana. Estos hombres buscan a un ermitaño adivino de color, que mora en el desierto y parece tener demasiadas precisiones sobre el futuro del mundo. Sigue ‘Izrim, en el misterio’, cuyo presente propuesto tiene lugar en la época actual, donde una expedición arqueológica ha hallado los restos de un antiquísimo templo, con tablas talladas que expresan fórmulas matemáticas avanzadas, tres mil años antes de Cristo. ‘Los otros’ narra el encuentro del protagonista con un verdugo, a quien acompaña hasta una aldea. Su misión implica acabar con los seres del título, una familia con poderes de clarividencia y un solo ojo en la frente. Intervenir o no, será el dilema a resolver. Y deberá vivir con las consecuencias.
‘De las guerras’ narra el final de los personajes presentados en el capítulo anterior, una raza que intentó levantarse contra una poderosa nación, valiéndose de su particular don. En su camino volverá a cruzarse el viajero sin muerte, para atestiguar su inesperado final. ‘La visión de Ugurasima’ gira en torno al Rey del título, quien vive preso de una obsesión, levantar un obelisco en medio del desierto. Para ello reclutará a un grupo de personas entre las que se encuentra el protagonista. Sigue ‘El ídolo’, relato que se enfoca en la travesía de un grupo de seguidores de un extraño mesías, que va predicando su fe sobre distintos reinos. Sus enemigos utilizarán a Gilgamesh para intentar doblegarlos y acabar con el popular profeta.
En ‘La misión del inmortal’ se encontrará asentado entre un poblado de pastores, debiendo proteger a una joven muchacha de un intento de secuestro por parte de una raza alienígena, que acaba de arribar al mundo en dos naves exploradoras. ‘La adivinadora’ está narrado en primera persona por Kariannis, joven frecuentemente consultada por el Rey de Nulia para pedir consejo sobre su guerra con otro monarca, viejo conocido de los lectores, Urukagina. En el asunto se involucrará un nuevo sirviente de la mujer, el propio sumerio. Sigue ‘Recuerdos del futuro’, que juega inteligentemente con dos momentos temporales, para contar la historia de un Rey cuyo intento de perdurar en la historia está condenado al fracaso desde el vamos.
Llega un capítulo titulado ‘El Juez’, que narra el ataque a unos labradores guiados por el inmortal, por parte de una banda de ladrones. Quién deberá determinar el castigo por este cruel acto, será un anciano magistrado con una particular historia de vida. Sigue otro histórico cruce entre Gilgamesh y Nippur de Lagash (el último, publicado en sus series clásicas). Bajo el título de ‘El niño’, incorpora una lograda vuelta de tuerca, mostrando al primero salvando la vida del segundo, a muy temprana edad. ‘El Primero’, transcurre en la ciudad de Ishnapur, centrándose en la particular amistad del protagonista con el inquieto Tufas, hombre que investiga los misterios de la vida.

‘La Nave’ plantea el arribo de un plato volador tripulado por una raza extraterrestre cuya misión implica recolectar personas y animales de diferentes planetas para preservarlos de ellos mismos, debido a su alta belicosidad. En caso de extinción, devolverían a estas parejas a sus respectivos mundos, para repoblarlos. Sigue ‘La mala raza’, donde se profundiza sobre la tarea llevada a cabo por Rotceh y los suyos, desde la enorme astronave-arca. Para que pueda proseguir con su travesía, el sumerio se arriesgará, atravesando un peligroso campo de energía a bordo de una lanzadera. ‘El enviado’ lo introduce a su próximo destino, un infértil planetoide donde han ido naufragando, sucesivamente, numerosos vehículos espaciales de distinta procedencia. Lugar en el que los recursos necesarios para sostener la vida escasean, sobremanera.
Antes del fin
Dos son los ejes argumentales que transitan, con sus respectivas variantes, estos quince episodios. En la mayoría de las entregas, se narran los denodados esfuerzos del personaje por alterar el curso de la historia, a tientas y sin un plan de acción concreto. Como es de esperarse (tópico común dentro del género), fracasa una y otra vez, pese a sus buenas intenciones. La saguita contra Los Otros está bien, aunque podría haberse extendido un capítulo más, para otorgarle un cierre menos apresurado. Después, los guiones introducen cada tanto algún elemento Sci-Fi, con buen tino. El team-up con la gran creación de Robin Wood y el propio Lucho es uno de los puntos altos del libro. Sobre el final, se desarrolla un segundo plot, que vuelve a arrastrar a Gilgamesh al espacio exterior, tras ser capturado (nuevamente) por una avanzada alienígena.
En la faz artística se evidencia la plenitud del estilo de Olivera, cuyo trazo reboza de logrados juegos de contraluces, dominando plenamente el claro-oscuro, con fondos plagados de detalles y otros ciertamente minimalistas. Siempre en equilibrio, aún cuando las páginas se encuentren superpobladas de viñetas, parte del ‘estilo de la casa’. Trabajo que data de principios de los noventa, en ocasiones complementado por su ayudante, lo que hace que el nivel no sea siempre parejo. Sin el nefasto color primigenio, utilizado en su momento por el sello de la palomita, el blanco y negro de esta edición termina convirtiéndose en otro logro del rescate editorial.