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“Las cosas que perdimos en el fuego” de Mariana Enriquez y Lucas Nine

Salamandra nos sorprende con algo que muchos lectores de historieta nos imaginamos que pasaría tarde o temprano, leer a Mariana Enríquez en viñetas. Veamos de qué se trata esta adaptación a cargo de Lucas Nine de “Las cosas que perdimos en el fuego”, uno de los libros más celebrados de la escritora.

Antes que nada, debo admitir que hasta 2020 apenas conocía a Mariana Enríquez a través de sus relatos de terror, sin relacionarla con el mundo de la historieta. Pero algo cambió a partir del concurso del Fondo Nacional de las Artes, cuando en defensa de los géneros “menores” (sepan disculpar las comillas, pero no adhiero esa categorización como tampoco a la de terror “elevado”) y novelas gráficas, mencionó trabajos de Alan Moore y G.H Oesterheld. Desde ese momento hubo una idea que no me abandonó: tener una historieta con el nombre de Enriquez entre sus autores. Ahora con el libro el libro ya materializado, y publicado por Salamandra, nos queda hablar también del trabajo realizado por Lucas Nine, autor integral de “Borges, inspector de aves” y “Té de nuez” que en éste caso adapta una selección de cuatro relatos de “Las cosas que perdimos en el fuego”, que son: El chico sucio, Pablito clavó un clavito: una evocación de petiso orejudo, El patio del vecino, y Bajo el agua negra

EL ORIGEN

Lucas Nine fue contactado por una editora de Orsai, donde se venían publicando adaptaciones de cuentos de terror argentinos, para proponerle precisamente trabajar con “Bajo el agua negra”. Si bien no había tenido contacto con el relato, Nine lo leyó y trabajó al principio sólo con esa historia, pero pronto apareció la idea de adaptar más historias del mismo libro. Más allá de algún cambio en la primera adaptación, se suman otros tres relatos que pasamos a comentar.

En “El chico sucio” nos encontramos en el barrio de constitución, con una caracterización que nos va adentrando en el horror, pero en ese que ya casi no percibimos por acostumbramiento. La protagonista nos recuerda la pobreza, la droga y la desigualdad, y desde allí nos cuenta de su relación con un chico de cinco años, que vive a la intemperie con su madre embarazada, en la misma cuadra. Una noche, el niño toca su puerta argumentando que su madre no volvió y la protagonista lo invita a pasar.  Esa noche entabla un vínculo clave con el pequeño, y a partir de allí no vuelve a verlo. Una semana después, una noticia macabra la sacude: la aparición de un cuerpo decapitado que cumple con las características de ese niño. 

Me aventuro a decir que, con la descripción del barrio, pero sobre todo de la casona donde habita la protagonista, este relato tiene un aire gótico y aún así no pierde el realismo sobre el cual trabaja. Uno de los más logrados y más representativos del tipo de terror que hemos leído de Enríquez.

En el segundo relato, “Pablito clavó un clavito: una evocación de petiso orejudo”, nos encontramos con Pablo, guía de un  tour tan truculento como interesante: un recorrido por los lugares donde Cayetano Santos Godino” cometió sus asesinatos (personaje que también protagoniza dos historietas argentinas, “El Petiso Orejudo” y “Cayetano”). Pablo relata los delitos un tanto livianamente, sin obviar los siniestros detalles. Todo marcha bien hasta que en un asiento del colectivo, aparece el propio petiso orejudo. ¿Es un fantasma o la imaginación del guía? 

Éste es el relato más “tranquilo” de la selección. No se trata tanto de lo que sucede, si no del efecto que puede tener este relato sobre una persona, dado su experiencia personal. Un detalle de los macabros crímenes se le fija a Pablo, y no puede evitar darle vueltas a la idea. En mi opinión, es el relato que menos funciona de la adaptación, pero no deja de ser interesante. 

Nine aprovecha el carácter de crónica policial y de hechos reales para sumar algún recurso más, como la fotografía, o el cambio de color en medio de la viñeta, para moverse entre el presente y el pasado y una repetición que nos recuerda a la adaptación de Breccia del clásico “El Corazón Delator”.


El Patio del vecino” comienza con una mudanza, una escena muy típica en las historias de terror. Paula se muda a su nueva casa, pero no es su nuevo hogar lo problemático, si no el patio de la casa contigua. Un día de descanso, Paula observa lo que parece ser un niño encadenado desde un tobillo.
Un hecho marca el pasado de Paula. En su labor de asistente social fue echada por negligencia, pero le quedó un peso en su conciencia, que ahora piensa remedar. Y ese puede ser su mayor error.

En ésta ocasión lo geográfico quizás no sea tan relevante, pero en su lugar tenemos algo más personal, un horror lindero, tan al alcance de la mano que habría que carecer completamente de empatía para no pensar en hacer algo. Y Nine va de lo más definido y aprehensible hasta un final super abstracto, de un nivel casi surrealista. 

El lector de Lovecraft encontrará en “Bajo el agua negra”, el último de los relatos, alguna semblanza a los cuentos típicos del escritor de Providence. La protagonista es la fiscal Mariana Pinat, que investiga la muerte de dos adolescentes de bajos recursos, en manos de la policía. Los cuerpos fueron arrojados a un riachuelo y sólo uno fue recuperado para hacerle la autopsia. Semanas después comienzan a circular rumores en la villa en la que vivían: Emanuel, quien no había sido recuperado, volvió por sus propios medios y vaga por los pasillos de la villa. Pinat se dirige ella misma al lugar en busca de respuestas concretas y se encontró con algo más importante y siniestro.

Mucho no puedo agregar a uno de los relatos perfectos, como dije muy lovecraftiano pero a la vez muy nuestro por la situación. De lo mejor tanto en su versión original como adaptado. 

LO QUE NOS QUEDA…

Es difícil opinar sobre las cuestiones de fondo de estos relatos sin hablar del trabajo de Enríquez por sí misma, pero a la vez al lector le gusta saber que no se pierde lo que hace especial su horror. Hay dos grandes ejes que marcan la selección de los relatos: Por un lado la geografía (o locación) y por otro la empatía.

La casona en constitución que ha visto mejores tiempos, el tour por la ciudad, la proximidad del vecino y un barrio marginal signado por la desidia política no sólo ofrecen un marco con precisión, también les da una identidad muy nuestra. Enríquez escribe cosas que, salvo por un elemento fantástico, podrían suceder en nuestro país y verlas en el noticiero de la tarde. La cercanía es parte del secreto, lo cual nos lleva un poco al siguiente punto: La empatía. Los personajes tienden a considerar la situación de un otro, y de alguna manera cataliza el problema. Por otro lado, la falta de ésta, o la deshumanización es donde reside un terror al que, de a poco y lamentablemente, nos vamos acostumbrando en nuestras vidas.

Nine piensa bien el cambio o transformación a través de cada relato. Suele comenzar con mayor definición e introducirnos casi imperceptiblemente en lo abstracto y a veces indecible. 

Si bien Enríquez estuvo involucrada en la producción del libro, con una devolución y visto bueno, aún sigo con la esperanza de que en algún momento se encargue directamente del guion de una historieta. Mientras, y para los más curiosos, pueden buscar el libro “El año de la rata” con ilustraciones de Dr. Alderete o el relato ilustrado por Helia Toledo “Ese verano a oscuras”. 

Anibal Berrey

Como guionista frustrado, me puse a leer toda la historieta a mi alcance y de algún modo terminé acá.

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