En el año 2019, Mauro Mantella nos adelantaba en la entrevista que nos concedió:
“Hay otra historia, tentativamente llamada “Lost Word” con una onda a The Golden Age de James Robinson, la estoy armando y cuando se termine veré, estamos en la etapa de diseños, porque encontré al dibujante ideal (Darío Bustamante). Me cuesta mucho retomar cuando desconecto y esto me está entusiasmando. Probablemente arranque primero vía web”. – Mauro Mantella, diciembre 2019
La palabra perdida: Lost Word
Publicado originalmente en la página web de historietas Viñeta uno en 8 números (y de forma gratuita), y ahora en formato libro para el deleite de nuestras bibliotecas gracias a Rabdomantes Ediciones (en un hermoso libro de 128 páginas que abarca la mitad de la historia, 4 números), la dupla conformada por Mauro Mantella en el guion y Darío Bustamante en los dibujos, nos presenta una historia difícil de describir: Lost Word. Muchos personajes en distintas situaciones, aparentemente sin relación entre sí, dispuestos como piezas en un tablero de ajedrez… en una partida ya empezada. Una partida entre el misterio y lo imposible.

Y es que este proyecto tiene claras influencias de la Golden Age, y no me refiero simplemente al cómic de ese nombre. Los protagonistas de este relato parecen ser potenciales héroes, personajes con el don de lo imposible, en un mundo donde lo imposible no existe. Un mundo normal, con gente normal y problemas normales. Supuestamente.
En la presente reseña, me explayaré únicamente sobre el primer número de los cuatro que abarca el libro, evitando los spoilers y analizando lo que nos encontraremos.
Pero antes…
¿Qué es la Golden Age?
Grosso modo, “La edad de Oro” es un período de la historieta Norteamericana iniciada en 1938 con la aparición de Superman en Action Comics #1, que duraría hasta 1956 y donde veríamos el nacimiento de un sinfín de superhéroes como Batman, Wonder Woman o The Flash.
¿Y por qué se llama Lost Word? Muy complicado aventurarse a responder esto, pero claramente algo falta, como cuenta el narrador del cómic en la primera página. Ese hilo que une a los personajes, esa palabra que puede darle todo el sentido. O quitárselo.
Conocemos al dueño de un diario. Un minero. Un potencial suicida. Prostitutas. Magos de circo. Un mendigo. Alguien que ahoga sus penas en absenta…y algunos tantos más. Nada tiene mucho sentido, y esa falta de sentido es la hegemonía principal que hace de este relato algo sumamente adictivo. Me permito citar a Mauro:
Es el año 1943 y ningún ser cruza los cielos vigilando la ciudad, nadie se mueve a la velocidad del sonido, nadie ve en la oscuridad ni lanza rayos de sus manos, nadie hace magia ni maneja el poder de las estrellas. Algo ha truncado el destino de los que debían ser héroes, y hasta ha eliminado de las mentes de todos la idea misma del héroe. Pero algunos conceptos son imparables, y desde las sombras un grupo de verdaderos Mystery Men develarán la verdad.
Lo primero que se le puede ocurrir al lector, tras leer esta descripción, es: “¿Y dónde pasa todo esto? En esta historieta claramente no”. Y es cierto. Y no lo es.

Porque la idea principal es retratar héroes de la Golden Age. Pero no héroes de primera línea… Hablamos de personajes secundarios. Sidekicks muy secundarios. Algunos de la extinta Quality Comics, como por ejemplo la revista Crack Comics (varias patentes pasaron a DC, cuando la editorial desaparece). Otros de los primeros números de la revista Detective Comics, o de Star Spangled Comics (de DC Comics).
Héroes que no son héroes, en un mundo sin héroes, donde el concepto mismo de superhéroe no existe. Gente normal con el potencial, que nunca dio el paso definitivo a la transformación. El fanático del género seguramente encuentre a personajes conocidos (bueno, en realidad no tanto) de la clásica Golden Age de los cómics, sólo que con un nombre distinto. Sí, esto tranquilamente podría ser un cómic de DC Comics si no fuera por el cambio de nombres en los personajes. Un “What if…” o “Elseworld”, si se quiere.
Después de pasar un rato largo intentando adivinar quién es cada personaje (spoiler: es muy difícil pero al final del libro tuvieron la amabilidad de hacer un “quién es quién”), algunas aproximaciones surgen. Desde el vamos, la portada e inicio del cómic son muy simbólicas, pero parecen no tener relación con todo lo que nos cuentan.
Voy a dejar una imagen ilustrativa de Aztek #10 (Grant Morrison, Mark Millar y N. Steven Harris, 1997) como referencia, a continuación.

El primero de su especie. Crimson Avenger, un personaje que debutó en Detective Comics #20, al que Martian Manhunter se refiere como el primero. El ritual de iniciación de la Liga es frente a su disfraz. Un signo de respeto.
Como paréntesis -pero van a ver que les sirve saberlo o tenerlo en cuenta cuando terminen el número- quería mencionar el concepto de Ashcan comic. ¿Qué es? Un Ashcan cómic se producía en números pequeños solo por motivos legales asociados a asegurar la marca comercial para los títulos con la oficina de patentes de USA. ¿Qué significa la palabra “ashcan”? Se origina de un contenedor de basura para recolectar cenizas y hollín de sistemas de calefacción antiguos que funcionaban a carbón o leña. O sea, cómics que podían terminar en el “ashcan”, una vez que cumplieran su cometido. Siempre se produjeron 2 ejemplares como mínimo, uno que se quedaba la editora y otro enviado a la Oficina de Patentes para ser registrado. No voy a ahondar mucho más en el tema, pero podríamos decir que en DC Comics, Sol Harrison fue el autor de una cover que, si bien nunca vio la luz, los coleccionistas o lectores fans de lo clásico van a saber reconocer. Dejo una imagen ilustrativa de algunas ashcan famosas.

Hagamos una pausa para respirar hondo y admirar el dibujo. Es increíble. Las portadas están a cargo de Julieta Maza, denotando un estilo hiperrealista, pero que poco podría decir del comic, a menos que lo arranques. Y es el caso, en la primera página ya vemos el maniquí con el traje de la ilustración del primer número . Muy bien pensado.
En los interiores, Darío Bustamante es un artista que maneja las sombras, los planos, los detalles y los fondos con maestría. Difícil entender por qué su nombre aun no está en un nivel de popularidad masivo en nuestro país. Probablemente, este sea el empujón necesario para lograrlo. Mantella utiliza un ritmo y estilo muy similar a Watchmen de Alan Moore: Grilla de 9 paneles por página, el mismo diseño para incluir el título, y la cita al final del número, por ejemplo. Pero esto sin un dibujante a la altura, pierde mucho. Y por suerte, no es el caso. La narrativa secuencial a la hora de ilustrar cada viñeta, es fantástica. Bustamante deja todo en cada página, no se tira a menos en ningún momento y derrocha expresividad. Un trazo con línea modulada que no permite que el fondo sobresature la escena, haciendo de la lectura algo más simple. No lleva trabajo entender qué está pasando, ni hay que prestar demasiada atención para entender la acción que se desarrolla en cada viñeta. Hay escenas impresionantes por el uso de sombras, y eso que el número 1 carece de acción superheroica. Es más bien un número de construcción y presentación. Pero, y sin arruinar el libro… la acción llega, no desesperen.

Y como si fuera poco, al principio tenemos una playlist recomendada para armonizar la lectura del cómic. Principalmente, música de “época” que nos va a sumergir en la experiencia de forma más placentera. El amor a los videojuegos de Mantella se nota, hay mucho Bioshock y difícilmente uno no se sienta transportado a Rapture o Columbia.
Más palabras (no perdidas) de Mauro
Obviamente no me puedo quedar sin recurrir al artífice de toda esta locura. Mauro tuvo la gentileza de charlar un rato conmigo, y entre consultas sobre lo narrativo-visual, las 9 viñetas por página, y su proyecto creativo… los dejo con su devolución:
Mauro Mantella: Por el lado de lo narrativo visual, el usar el plantado de 9 viñetas fue más que nada por las ganas que tenía de volver a ese recurso que amo por razones obvias. Y porque no lo usaba a fondo desde el Hombre Primordial. Pero no recordada que fuese tan arduo de usar, jaja. Siempre soy de la idea que lo que cuento está intrincadamente ligado a cómo se muestra, y en el caso de las 9 viñetas eso se sublima porque termina siendo como un triple esfuerzo. Mayormente para escribir una escena de esta historia de dos o tres páginas me toma 3 días. Un día para pensar qué cuento, otro cómo lo muestro, y un tercero para pensar los textos. Pero, obviamente ese esfuerzo siempre es recomenpensado.
También esa decisión decantó en una forma diferente de encarar el guion. Dado que yo maqueto esta historia, preparé el documento de Indesign ya con las 9 viñetas ubicadas en cada página para poder ver, visualizar y modificar los tamaños para que a Darío luego le resulte más fácil el ver la forma y disposición de las viñetas por donde se moverá. También eso me resultó muy útil porque con estas benditas 9 viñetas, el tema del lugar para el texto se complica mucho, y el tener un template ya armado y viendo el tamaño de las viñetas, la mayoría del texto que escribía lo escribía directamente en el maquetado, directamente lo ponía en los globos y/o cajas de texto para cerciorarme de entrada si calzaba, si era excesivo y si marcaba bien el vaivén del ritmo narrativo de una viñeta a la otra. Por lo que mayormente el guion que le paso a Darío solo son descripciones y el texto lo lee directamente en el documento. Es la primera vez que trabajo de esa forma y es interesante y refrescante, y la historia lo pedía para poder manejarla, pero desde ya que no hubiese funcionado si Darío no fuese el dibujante soñado que es. Muy rápido nos sintonizamos y llegamos a ese punto caramelo de colaboración y entendimiento creativo al que mayormente suele tardarse mucho en alcanzar (si es que se alcanza).
Solo puedo decirles que, si les gusta la historieta nacional, Mantella y los superhéroes… acá lo tienen todo.