Buscavidas Portada
Sector y Doedytores reeditarán "Buscavidas" de Carlos Trillo y Alberto Breccia. Fiesta.

“Buscavidas” de Carlos Trillo y Alberto Breccia

Buscavidas, la última gran colaboración entre Carlos Trillo y Alberto Breccia será el segundo libro editado por Sector, esta vez en colaboración con el mítico Javier Doeyo.

Es una tarea difícil reseñar esta obra, no porque le falten características remarcables sino porque en sus diferentes ediciones ya contó con paratextos de personas mucho más capacitadas que yo como Fernando García, Guillermo Saccomanno y el propio Doeyo.
Como estos textos están incluídos en la edición actual, intentaré ser lo menos redundante posible.
Empecemos por lo fácil: la mayor parte de Buscavidas se publicó originalmente en Argentina en SuperHumor entre noviembre de 1981 y diciembre de 1982. Catorce de sus capítulos fueron recopilados en dos álbumes por Doedytores en 1994 dentro de la Colección Monográfico. El capítulo quince solo había aparecido Europa y se publicó por primera vez en nuestro país en Breccia Negro 2.0 en el año 2006.
Así que esta será la primera edición argentina en reunir la totalidad de la obra.

Juntacadáveres

Decía Jorge Luis Borges que, a veces, una acción resume una vida entera. Una frase certera, un momento de coraje o una traición pueden justificar décadas de existencia, como si todo lo que vivimos no sirviera para otra cosa más que conducirnos a ese momento. El momento en el que Cruz no consiente que se mate así a un valiente o el momento en el que Astier lo delata al rengo (aunque no sé si Borges se hubiera rebajado a leer El juguete rabioso).
Así funciona Buscavidas. Porque siendo estricto, el protagonista no colecciona vidas sino apenas anécdotas. No obstante, cuando la anécdota es la correcta, ahí está todo lo que necesitamos saber sobre esa persona. Ahí está el momento clave que lo define como un cobarde, como un enfermo, como un sádico, como un desesperado o, casi siempre, como un miserable infeliz.
La naturaleza sórdida de las historias coleccionadas es el disparador de las grandes preguntas repetidas por el público y la crítica. ¿Por qué salir a la búsqueda de esas historias de degradación? ¿Quién podría encontrar placer en ese compendio de tristezas, sueños rotos y agachadas? ¿Quién puede asistir impávido a la narración de una bajeza y no rebelarse con una acción o, al menos, una frase justiciera?
La obra nos ofrece dos respuestas.
De manera explícita tenemos la respuesta fácil: Esa masa informe, sin nombre, rostro ni expresión; ese ser absurdo con su ridículo bigotito y su smoking impertinente; ese monstruo que no siente empatía ni puede producirla. Él es el único capaz de sentir placer ante estas historias.
De manera implícita, hay una respuesta más desagradable: Todos nosotros. Finalmente, los lectores esperaban cada mes una nueva entrega de este catálogo de horrores.
La primera respuesta nos habla de lo magistralmente lograda que está la caracterización que hacen Trillo y Breccia de este oscuro (y, paradójicamente, blanquísimo) maestro de ceremonias.
La segunda, abre muchas más preguntas. Preguntas incómodas sobre nosotros mismos.
Esta vía de análisis impone relacionar esta serie con otra que los autores estaban realizando de manera simultánea: su adaptación de cuentos infantiles.

Conocé la moraleja

La fábula moral en sus diferentes formas suele basarse en dos recursos antagónicos y complementarios: Mostrarnos al personaje virtuoso para que nos sirva de ejemplo o mostrarnos al vicioso para que nos sirva de advertencia.
Por razones que ignoro, las historias del segundo tipo suelen resultar bastante más atractivas que las del primero. Tal vez por eso el género hagiográfico (el que cuenta la vida de los santos) pasó de moda en la edad media mientras que las aventuras de pistoleros del oeste, ladrones de guante blanco y hasta asesinos en serie nos acompañaron durante toda la historia y siguen cautivando al público de diferentes edades y latitudes.

Eso sí, cuando el lector objetivo es un niño, es necesario cumplir con una convención: Al bueno le tiene que ir bien y el malo tiene que terminar mal. Por un lado, pareciera que el ejercicio de la virtud en sí misma no es argumento suficiente y hay que reforzar el ejemplo con la promesa de la recompensa o la amenaza del castigo. Por otro lado, creo que es una de las formas en las que los mayores buscamos preservar la inocencia de la infancia, haciéndole creer que el mundo es un lugar más o menos justo y coherente donde cada uno recibe lo que se merece.
Cuando la obra apunta a un público adulto, la cosa cambia y Trillo (gran contador de historias y conocedor de la psiquis humana) entiende todo esto perfectamente. Si analizamos la obra completa del autor, notaremos que no le escapa a los abismos de la degradación moral. Es más, pareciera que se siente atraído por ese tipo de historias y personajes capaces de rodar hasta el fondo de la perversión. Y, como en la realidad, a los malos a veces no les va mal, escapan al castigo y alcanzan impunemente sus objetivos.
Acá hay algunas de esas historias pero, vale aclarar, el nivel de exageración en la crueldad explícita lleva a una ruptura del verosímil realista, remarca la artificialidad del relato y pone al lector un poco a salvo del horror. Obviamente, ver que un hombre le arranca los ojos a su pareja, le corta los brazos y las piernas (Trillo volverá a narrar las sucesivas mutilaciones de una mujer en Custer), sacude una fibra muy primitiva en nuestro interior, pero resulta tan inverosímil que solo podemos entenderlo como metáfora o como símbolo.

Un destello moral en nuestro Buscavidas tan falto de empatía

El Buscavidas parece, en ocasiones, estar más allá del bien y del mal. Como si, además de carecer de historia y expresión, tampoco tuviera sentimientos ni una brújula moral que le permita juzgar el bien y el mal en las historias que escucha. Otras veces, algún comentario delata la humanidad escondida debajo del monstruo.

Lo nuestro es puro teatro

Pero Buscavidas es mucho más que eso. Porque hay algo peor que la crueldad deliberada y es el absurdo mismo de la existencia.
En franca oposición con ese universo justo y coherente de los cuentos infantiles, en la realidad, al universo le importa un pito la moral de nuestras acciones y nuestras vidas pueden verse afectadas de manera dramática por el azar, una coincidencia o un malentendido. Y, lo que es peor aún, nuestra propia mente parece conspirar para aumentar el impacto devastador que la entropía tiene sobre nuestras vidas.
Ante eso, la respuesta siempre es ambigua y oscilará como un péndulo entre la angustia y la risa. Porque sí… a pesar de todo, la risa es una respuesta válida al sinsentido de la existencia y suele ser la que Trillo nos propone.

La bidimensionalidad aporta a lo teatral de la escena

Todo esto conecta fuertemente con algunos movimientos teatrales del Siglo XX que, muy probablemente, hayan influido en los autores al momento de producir esta obra: El Grand Guignol, el teatro de la crueldad, el teatro del absurdo y el grotesco criollo. Esto puede observarse en esa puesta en escena cercana a veces al retablo o al teatro de sombras, pero también en la cantidad de actores y artistas de variedades que pueblan estas páginas. Está Julián Mirval, el galán de telenovelas, el dueto cómico Grande y Chico, Felipe Nosepo el actor que pasó de cómico a dramático, pero también la chica de la primera historia que termina siendo artista de circo o el ladrón que ahorra para lanzar su carrera como cantor de boleros.
En la mayoría de los casos, la representación funciona (como viene haciendo desde el barroco) como un mundo de fantasía que refleja lo contrario de la realidad. En la vida real, el galán es rechazado, el tonto logra engañar a todos y la mujer casta termina posando en bikini delante del público.

Por si algún día te preguntan qué es un genio

En esta parte tengo que hablar del trabajo de Breccia y siempre se complica. ¿Qué diablos puedo yo decir de Breccia?
¿Qué hace alguien cuando llegó a entender un medio expresivo de manera tan cabal y profunda que ya no guarda ningún secreto para él? Si esa persona es Alberto Breccia, la respuesta siempre será, experimentar, deconstruirlo y reconstruirlo de manera tal que lleves esa expresión artística a un lugar nuevo en el que nunca antes estuvo.
En esta obra se puede observar perfectamente que El Viejo llega hasta las raíces de las cosas más esenciales no solo de la historieta sino de las artes plásticas en general. Es increíble pero la experimentación de Breccia es tan radical que parece estar viendo elementos que le suelen pasar desapercibidos a los lectores e, incluso, a muchos de los artistas del medio.
Contextualicemos:
Los dos antecedentes más inmediatos de este Buscavidas son las colaboraciones con Trillo Viajero de Gris (1978/80) y la adaptación de cuentos infantiles (1979/81) que se publicó desperdigada en distintas revistas y continentes y que acá está recopilada en el libro Había Otra Vez de la Colección Maestros X Maestros.

Viajero de Gris, al ser pensada para publicar en una revista más tradicional como era Skorpio, tiene también una estética más clásica y (aunque siempre experimenta) cumple con las expectativas de la representación más realista. Digamos que en esta serie podría observarse una evolución pero también una continuidad, tanto argumental como estilística, respecto de esa joya que fue Mort Cinder y que ya tenía quince años de publicada.

Lo de los cuentos infantiles es completamente otra cosa. No puedo definir esta obra brevemente porque cada una de sus entregas es independiente y recurre a materiales y técnicas distintas. Sí, vale remarcar que es a todo color y que aquí el maestro regresa a una de sus cartas de triunfo: el collage.
Si lo pensamos, tiene bastante sentido ya que era una de las técnicas que más usaba cuando realizaba ilustraciones infantiles y escolares. De alguna forma, su aparente simpleza es algo que inconscientemente asociamos con la infancia.

Collage de Breccia para el manual escolar “Espacio Feliz”. Gentileza de Mariano Buscaglia.

En sus collages, Breccia usaba papeles de revistas, fotografías, pero también diferentes telas estampadas o tejidas. Incluso, uno de sus efectos más personales lo lograba al manchar o pintar él mismo los papeles que después recortaría y pegaría en la viñeta.
Esta técnica tiene la particularidad de que nos hace ser conscientes todo el tiempo de la bidimensionalidad del espacio del dibujo. En ese sentido, atenta contra la ilusión de tridimensionalidad a la que los dibujantes aspiran con un buen uso de la perspectiva, el volumen y las sombras.

De la larga parrafada anterior podría suponerse que quiero hablar sobre el uso del Collage en Buscavidas y, sin embargo, no es así. Hay algunos mantelitos tejidos a crochet y algunos carteles de publicidad pero poca cosa más.
Lo que sí considero es que el estilo de Breccia en estas páginas es imposible de explicar sin el paso previo por la experiencia del collage y pienso, muy particularmente en la adaptación de Caperucita roja publicada en Alter Alter en marzo de 1981, apenas unos meses antes del primer capítulo de Buscavidas.
En esta historia de apenas seis páginas, casi todos los papeles están desgarrados a mano. Esto causa que todas las líneas sean irregulares y que el artista no tenga el control total de la forma. Si Breccia superpusiera los papeles al pegarlos, el límite entre un color y el otro actuaría como una “línea” irregular aunque muy delgada, pero, en vez de eso, el maestro juega a pegar los papeles muy cerca uno de otro. Al ser todos cortes irregulares, los papeles nunca llegan a coincidir perfectamente dejando espacios blancos que funcionan como un trazo mucho más grueso y doblemente irregular. Para terminar de detonarnos la cabeza, en algún momento nos damos cuenta de que la ilustración funciona en negativo, haciendo que el trazo no sea lo negro sino el blanco del papel… que la línea no sea lo que el artista dibujó sino, por el contrario, el espacio que dejó sin tocar.

Viñeta de Caperucita Roja para observar la técnica analizada

Pensé que se trataba de cieguitos

En Buscavidas, Breccia hace funcionar todos estos elementos que experimentó en el collage a color pero sin recurrir al collage ni al color. A pura tinta y negro.

Las perspectivas, el volumen, la profundidad, las luces y las sombras se rompen de manera explícita y deliberada. Cuando los personajes están parados sobre un piso, las líneas de las tablas o las baldosas fugan en todas direcciones, los focos eléctricos, la llama de las velas e incluso el sol son siempre negros. No son pequeños detalles que solo observa el lector más atento, es una declaración estética flagrante.
Esta ruptura de la representación tradicional genera la consciencia sobre la dimensionalidad del espacio de la que antes hablé y produce ese efecto escenográfico, como de retablo de títeres o teatro de sombras.

Dentro de este espacio plano, la viñeta se atiborra de elementos decorativos y contextuales en un vertiginoso horror vacui que rompe, no ya con la proporción y la perspectiva sino con la más mínima lógica. Un cavernícola en su piel de leopardo corre llevándose una mujer al hombro, a la gente se le posan pájaros en la cabeza, andan desnudos por la calle o, directamente, se sientan a cagar en sus bacinillas sin generar ninguna reacción. A veces durante páginas todos los personajes de fondo tienen lentes oscuros o miembros amputados (aunque para esa parte, que puede relacionarse con la dictadura militar, les recomiendo el prólogo que escribió el Bicho García para esta edición).
En este rellenar cada espacio de la viñeta, hay un cambio radical en el uso de los globos de texto. Mientras las primeras historias usan los globos tradicionales de esa época, las últimas van a hacer que el espacio de los diálogos también haga su aporte a esa sinfonía de formas rotas e irregulares. No solo los diálogos de los personajes principales sino también globos de los extras que se rellenan con fragmentos recortados de textos impresos en idiomas ininteligibles.

Viñeta del capítulo final, inédito en Argentina durante años

Para lograr este atiborramiento de elementos gráficos, será fundamental el uso de los espacios negativos. Si sobre un fondo blanco hay que colocar una figura, esta será negra y viceversa. La luz no importa, es como si todas las formas estuvieran recortadas y pegadas como en un collage.
El último elemento que remite a la técnica del collage es el trazo. Muchas veces, solo hay manchas y, cuando aparecen las líneas tienen ese temblor y la doble irregularidad que describíamos en el papel desgarrado a mano. Poquísimas veces, alguna pincelada seca en el límite entre una mancha blanca y otra negra nos recuerda que lo que estamos viendo es tinta.

Javier Doeyo, palabras mayores

Y para comentarnos sobre las características de la nueva edición, nos atendió telefónicamente (probablemente, mientras tomaba sol en las playas de Sitges) nada menos que Javier Doeyo, quien editara la recopilación original en 1994.

FV ‒Hola Javier. Contanos qué sentimientos te genera volver a editar esta obra después de exactamente treinta años.

Doeyo ‒Mucha satisfacción, obviamente. En octubre, vamos a cumplir 35 años. Así que me genera una gran satisfacción más que nada por la permanencia.
Me acuerdo que cuando empecé, en octubre de 1989, había tres o cuatro editoriales grandes: Columba, Record, la Urraca, De la Flor y no mucho más. Y De la Flor se centraba más en el humor gráfico que en la historieta. Habían publicado el primer Perramus y poco más.
El tema es que de las editoriales nombradas, la única que, afortunadamente, sigue activa es De la Flor. Igual, ahora hay un montón de editoriales más por lo que podemos considerar que el balance es positivo. Así que haber permanecido todos estos años me genera un gran regocijo. Más que nada en la Argentina, donde cada diez o quince años tenés que empezar de cero otra vez. A mí, ni bien empecé me agarró la hiperinflación de Alfonsín, me agarró la supercrisis del 2001, la devaluación de mayo de 2018 de El Gato y ahora esta catástrofe… Y todavía estoy. Más viejo y más cansado pero todavía estoy.


FV ‒¿Cuánto te parece que el capítulo final (incluido por primera vez en esta edición) cambia la experiencia de lectura de la obra?

Doeyo ‒Yo no sé si leer un libro de historietas sea “una experiencia”. Lo que sí creo es que el capítulo final le da “un sentido” a la obra.
Así que no sé si mejora o empeora la experiencia pero le da sentido porque ese capítulo (como está explicado en el libro) Trillo lo hizo para finalizar la serie.


FV ‒En esta edición decidieron publicar los capítulos en orden cronológico (lo que se agradece porque nos acerca a la experiencia de lectura de la obra como se publicó originalmente) pero cambiaron el letrado, incluso suprimiendo cartuchos blancos y escribiendo el texto directamente en letras blancas sobre fondo negro. ¿Cómo explicarías estas decisiones y qué creés que le aportan al resultado final?

Doeyo ‒Acá hay que destacar que el trabajo de edición de este libro lo hicimos a dúo con Daniel Otamendi de Sector que es la otra editorial que comparte la coedición.
Con Otamendi nos une el amor por Breccia por sobre todas las cosas. Nos diferencia que a él le gustan casi todos los cómics y los mangas. Y a mí no, muy pocos… Pero ambos coincidimos en el amor por Breccia.
Supongo que en alguna de las innumerables tardes que pasamos hablando en las catacumbas de nuestro depósito buscando no sé qué, salió el tema de reeditar Buscavidas. Y uno de sus tantos aportes fue el de revisar el orden.
Y creo que es mucho mejor porque, por ejemplo, se puede apreciar debidamente la evolución de la historieta. La forma del personaje va cambiando. En el primer o segundo capítulo, el Buscavidas es una bola redonda, pero después se empieza como a “desparramar”. Pierde la lozanía de la gordura y de la redondez y se vuelve una cosa mórbida e informe. Entonces, publicar los capítulos en orden, permite apreciar esa evolución.
¿Por qué no lo publiqué así hace treinta años? No lo sé.
Supongo que habrá tenido que ver con la provisión de las películas, la cantidad de páginas de cada álbum o mi propia ineptitud. La verdad es que no me acuerdo.
Respecto del letrado: Desde el principio, no había material digital para hacer ese libro. Breccia no tenía los originales ni fotocopias ni nada más que las SuperHumor en las que había salido… pero tampoco había escáners para digitalizarlas. Así que ahí había que fotocopiar las revistas, retocar las fotocopias con témpera y con tinta y hacer películas nuevas o (lo que hice yo) alquilarle las películas a La Urraca.
Esas películas yo las alquilé, las pagué y las devolví. Si lo pienso ahora no sé para qué coño porque después La Urraca quebró y habrán tirado todo a la basura.
El caso es que ahora había que digitalizar todo de nuevo así que puse a la muchachada a trabajar. En ese contexto, mantener ese letreado tan finito y que quede bien era muy complicado. Cuando vos tocás las páginas después de la digitalización, esas líneas tan finitas se te van rompiendo y después tenés que repasar letra por letra porque el texto puede perder legibilidad.
Así que ya que lo estábamos digitalizando, lo letreamos de nuevo y ya está. Después hubo grandes cónclaves por el tema de la tipografía hasta que elegimos esta que le gustaba a Dani.

La viñeta que analiza Javier en la versión de SuperHumor y en la edición actual

Lo de los textos explicativos o cartuchos que los pusimos negros con la letra en blanco, surge de mirar la historieta. En los primeros ocho capítulos, los textos los hizo un letrista y, aunque no vi nunca un original me doy cuenta porque donde iba un cartucho y había un fondo negro, recortaba un papelito y se lo pegaba. Se nota que es un papel pegado porque a veces están un poco torcidos.
Eso cambia a partir del capítulo “Historia de Locos”, porque Breccia empieza a dibujar los globos pero no dibuja un espacio para esos textos de apoyo.
Entonces, es de entender que en el dibujo original ese espacio es negro. Lo que pasa es que en ese momento, ponerle letras blancas sobre fondo negro era un trabajo adicional enorme: tenías que hacer el texto, después hacer un fotolito invertido y pegarlo en el original, o si El Viejo no quería que le tocaras los originales tenías que hacerlo sobre la película gráfica… Hoy es una tontería hacerlo y creo que es lo más fiel a cómo era la historieta original.

Así que hicimos una prueba, la miramos y todos estuvimos de acuerdo en que el resultado final es mejor. Si vos mirás el primer cuadrito de “Historia de Locos”, la viñeta tiene una ventana blanca arriba y otra ventana abajo que no tienen nada que ver con la forma del dibujo que son esos dos rectángulos blancos que le pegaron para poner el texto. Si lo ves ahora que esas ventanas blancas no están y está el texto en blanco, la verdad es que queda mejor.
Antes no se podía hacer y ahora sí. Entonces ¿Por qué no hacerlo?

FV ‒Muchas gracias, Javier. ¡Por muchos años más de Doedytores!

Doeyo ‒¿Estás loco? ¿Muchos años más? ¿Laburar hasta cuándo? ¿Para siempre?

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Sector y Doedytores reeditarán "Buscavidas" de Carlos Trillo y Alberto Breccia. Fiesta.

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