“Criaturas” de Diego Damiani y Marcelo Dupleich
Deux Books acaba de distribuir el noveno libro (que se dice rápido pero no deja de ser un logro digno de mencionar) surgido del tablero de Marcelo Dupleich en este caso, adaptando relatos de Diego Damiani.
A primera vista, este Criaturas presenta algunas rupturas y continuidades respecto de la obra anterior del autor, y creo que eso es lo que mejor me permitirá organizar lo que quiero transmitir en esta reseña.
Continuidades
Hay cosas que, a esta altura, ya forman parte del estilo reconocible del autor.
La más notoria es la deformación grotesca de los rostros y los cuerpos. Esa deformación que traduce en lo gráfico la otra, la deformación mental y moral que atraviesa a los personajes.
Pero la extrañeza que genera la obra de Dupleich no se limita al universo ficcional, a los personajes y sus espacios sino que se extiende y parece contaminar también al lector a través de las perspectivas imposibles y los escorzos alucinados.
Esa “cámara” inexistente que representa nuestra mirada está siempre puesta en el lugar más imprevisto y genera el efecto de lectura más incómodo porque hace que todo el tiempo nos estemos preguntando el sentido de cada elección estética. ¿Por qué el plano detalle se acerca tanto a un objeto aparentemente intrascendente? ¿Por qué el punto de vista está situado dentro de un vasito descartable o entre las piernas abiertas de un borracho?
Lo contrario ocurre con los textos, que son de una naturalidad y un realismo totalmente inmersivo. Entonces, mientras el diálogo nos atrapa y nos mete dentro de la historia, el dibujo nos recuerda que esta no es la realidad. Que esto es arte y detrás de cada detalle hay una apuesta y una decisión artística cargada de sentido.

Pero estos rasgos del estilo de Dupleich podemos rastrearlos muy lejos. Están en las tres entregas de Roberto y en su derivado, La Berta. Pero también en Celeste, en El Emperador y más atrás todavía en las historias cortas que salían en La Parda y El Tajo el siglo pasado.
Son, como decía antes, la marca personal del autor y su sello de fábrica.
Veamos ahora las novedades que aporta el nuevo libro.
Obra en colaboración
No es común que Marcelo trabaje con un guionista. Tampoco lo hace ahora exactamente ya que explicita que las historietas están basadas en cuentos de Diego Damiani. De esto sí que hay un precedente y es la adaptación que hizo de Los Ritos de Abelardo Castillo y que salió publicada en el segundo volumen de Historieta Revólver.
No obstante, ni bien comenzamos a leer, nos encontramos con unas páginas que van a actuar como hilo conductor entre las tres historias (como pasaba en algunas entregas de Roberto) y en seguida asistimos al velorio de un ex-taxista asolado por las desgracias (que remite directamente al final de la primera entrega de Roberto) y ya empezamos a preguntarnos si este Damiani no será un seudónimo de Marcelo.
Por suerte no es así y pronto las historias de estas Criaturas toman su propio rumbo.
Y tengo que reconocer que el cambio puede resultar muy gratificante… sobre todo para los que veníamos muy cargados con la oscuridad de Roberto.
Porque acá está el absurdo existencial, la conjunción cósmica entre ingentes cantidades de mala suerte y mala leche y, sobre todo, el efecto que ese mundo tiene sobre unos personajes capaces de asimilar la amoralidad con una naturalidad pasmosa.

Pero no está Roberto y eso se agradece porque Roberto es el mal como una brea negra que todo lo mancha y a todo se pega. Acá no está y eso permite que la obra tenga otro aire y otra luz. Sin Roberto de por medio (aunque sea cursi y circunstancial), puede existir la compasión y, hasta el asesinato de Difillippi puede producirse por amor.
Desconcertado ante estas historias que guardan tantas similitudes con el estilo de Dupleich pero que, claramente, no lo son, consultamos con el autor.
Nos dijo esto:
“Diego es mi hermano de toda la vida. Si bien yo no laburé con él específicamente, siempre hay cosas que me tira y que yo tomo. Tenemos muy buena química. Tanto que a veces es difícil diferenciar lo que escribe uno de lo que escribe el otro.
Es muy loco eso. Es una especie de simbiosis perfecta en la que yo no siento que estoy dibujando un texto de otro.
En este caso, si bien el libro está basado en cuentos de él, hay cosas que yo les cambio, les pongo o les saco y cero problemas. Desde lo literario es como un trabajo en conjunto.
Nos queremos mucho, nos respetamos mucho, nos admiramos mucho y eso hace que la cosa fluya desde ese lugar.
Es muy diferente a la adaptación de Los Ritos de Abelardo Castillo que es un autor al que no conocí personalmente. Entonces sí, hubo un intento de respetar (o intentar respetar) el cuento a rajatabla. Metiéndole cosas mías pero solo desde lo gráfico.”
Mariposa Technicolor
La otra diferencia que salta a la vista ni bien abrimos el libro es el coloreado digital.
Dupleich es un genio del color y mis páginas favoritas de entre toda su producción son aquellas que pintó a mano. De modo que al toparme con este color digital quedé muy sorprendido.
Ocurre que hoy por hoy, las técnicas de coloreado digital son tan avanzadas y los artistas han alcanzado tal maestría en su manejo, que resulta casi imposible diferenciarla del coloreado tradicional.
Siempre que esa sea la intención. Acá, claramente, no lo es.
Acá el color es estridente, saturadísimo, brillante, notoriamente plano o notoriamente degradado con la herramienta de Photoshop. No solo no hay una intención de disimular el proceso digital sino que incluso busca resaltarlo.
Nota aparte se llevan algunas viñetas de la segunda historia en la que la iluminación tiene una mayor relevancia argumental y se explota el recurso digital para crear ambientes de luz cegadora o de oscuridad casi total.
Incluso la tipografía de los títulos, que simula la inseguridad en el trazo de una criatura que está aprendiendo a escribir, parece reforzar esa estética porque genera un efecto parecido al que se produce cuando intentábamos escribir con el mouse en el paint.

¿Por qué toma estas decisiones uno de los grandes maestros del color tradicional?
Otra vez, le preguntamos al autor:
Para mí fue todo un rollo porque es la primera vez que uso color digital. De hecho, el primer cuento, el de Cacho, empecé a pintarlo a mano. Y me di cuenta de que hoy es medio suicida porque, cuando el color es manual, tenés que estar muy encima de cómo va a salir. Aunque siempre es una lotería, con el color digital siento que estoy más cerca del resultado final
Además es más rápido y creo que hasta puede ser más efectivo a la hora de lo que yo quería decir porque estas son historias fuertes y yo quería que el color acompañe eso. Que sea igual de estridente.
En resumen: Leí este Criaturas tres veces seguidas pero sé perfectamente que no es para todos los lectores. A esta altura, cada uno sabe si disfruta o no de las propuestas de Dupleich. Lo que me parece digno de todo reconocimiento es que un artista con treinta y cinco años en la industria siga produciendo, se mantenga fiel a sí mismo y, a la vez, encuentre la manera de seguir ofreciéndole al público algo nuevo y diferente.
Por mi parte, bienvenido sea.

