“Las tlahuelpuchis, en idioma náhuatl “sahumador luminoso”, eran mujeres agraciadas por los Dioses con dones sobrenaturales.
Al entrar en la pubertad se manifestaban los poderes que aprenderían a controlar a lo largo de su vida.
Las tlahuelpuchis no pueden evitar su naturaleza, pero nunca atacarán a un miembro de su familia, a menos que esas personas revelen su secreto a alguien más.
En caso de que eso ocurriera, están obligadas a matarlos, quieran o no, sin importar de quién se trate.
Si la identidad de una vampiro era descubierta por su pueblo, era ejecutada sin demora o juicio alguno.
Con la llegada del cristianismo se las empezó a relacionar con el término “bruja”.
Estas demonios se alimentan de la sangre de niños”. – Sobre las Tlahuelpuchis, las mujeres Vampiro – Dolores Alcatena

Bienvenidos sean, lectores, a una nueva aventura de la prolífica Dolores Alcatena, autora que nos ha dado hermosas obras como “Las hijas de Sedna“, “Manos Horribles“, “El fuego que purifica“, “¡Basta, Monito!”, “Las Locas“, “La señora del 5°C“…
Hay un dejo de antropología, de investigación de culturas, de disfrute de ficción en un marco histórico conocido (o no tanto) y mitológico. De profundidad en los personajes. Y con Quetzalli, seguimos paseando por el mundo. Pero ni a Asia, ni al ártico. Ni a una cuasi Europa extraña. En esta ocasión, nos vamos a México.
Esta obra, como suele ser costumbre, salió en principio por el sello de la autora, Jano Comics, año 2020. Pero ahora, con Multiversal Ediciones de por medio, contamos con una nueva edición (agosto 2024) muy cuidada, que viene con un letreado y maquetado revistados, una historia nueva (un par de páginas al final, pero… no, no nos adelantemos) y un prólogo de Manuel Loza, con quien es imposible no coincidir en su apreciación del laburo antropológico que nos presenta la autora y sus mundos. ¿Y lo mejor? Este viaje es totalmente a color. 112 páginas, 21×15 cm.
¿Y de qué trata el comic?
Es muy simple resumirlo. Las palabras de Dolores nos dejan bastante encaminados, incluso con lo que puede ser el rumbo que toma la historia.
Ni bien arrancamos la historieta, el prólogo nos remonta a Tlaxcala, México. 1973. Un funeral. El niño tenía 7 años. Una mujer, la de la portada del libro, está en las calles, mendigando… Hasta que después de esas 2 páginas, inicia propiamente dicho el Capítulo 1: Primera Sangre.
Ahora estamos en el pasado. Tenochtitlán, la Ciudad de los Dioses. México, 1517. Quetzalli vive con su padre y hermano. Su madre desapareció hace unos años. No la extraña.
La familia se encuentra en un maizal, y un espíritu aparece frente a Quetzalli a informarle que hoy es el día. “Hoy te bendicen los Dioses. Recibe sus regalos… y regocíjate“. Y como el nombre del episodio lo indica, tras este encuentro, Quetzalli “recibe” su período. Sangra. Este es el principio de todo.

“Como tlahuelpuchi deberás acatar dos leyes: Nunca matarás a una como tú… Y nunca perdonarás la vida de quien no guarde tu secreto. Ésta es mi voluntad”
Contar más de la trama es innecesario. El paseo que tomamos como lectores es a través de Quetzalli y la cultura mexica. Dioses, sacerdotes, rituales de sangre y el choque entre Europa y América.
Los dioses: ¿dejan de existir o se transforman? ¿Cómo entra Quetzalli en un mundo que dejará de tener lugar para ella y sus historias?

Esta obra funciona perfectamente en Blanco y Negro. Pero a color es una bomba. Suma muchísimo. Hay oscuridad incluso en los colores vivos, está ese dejo barroco que tan bien perfila con la oscuridad de la trama. Descomprimida, se lee rapidísimo, no está sobrecargada ni de explicaciones ni de diálogos innecesarios. Tiene un excelente ritmo.
El libro se compone de 7 episodios, un epílogo y un extra.
1- Primera Sangre. Tenochtitlán
2- El presagio de Moctezuma.
3- Sueños de sangre.
4- La casa de Coatlicue
5- Historias viejas
6- Perros y jaguares de piedra
7- El fin
Epílogo.
La última batalla de las Tlahuelpuchis
“Soy Coatlicue, la madre de la Luna, las estrellas, el Sol y los hombres. Y ésta es mi sangre. Mi primogénita, la Luna, me cortó la cabeza durante el parto de mi último hijo, el Sol. Y de la Sangre que brotó de mi cuello nacieron las tlahuelpuchis”.

Dolores en este libro nuevamente introduce un conflicto religioso o mitológico. Involucra criaturas fantásticas, magia. Eso es lo que mejor sabe hacer sin lugar a dudas. Es parte de su marca, del motivo por el que sus lectores nos entusiasmamos cuando sabemos de un nuevo trabajo en proceso. Esta es la historia de una mujer que se transforma y ha de aceptar su destino. Es la historia de un destino que también será transformado.
Sinceramente más que por videojuegos o lo poco que se estudia en el sistema educativo argentino, la cultura aquí retratada, me es bastante desconocida, salvo algunas deidades, ritos, o figuras. Y puedo decir que leyendo este libro aprendí cosas, y pude maravillarme con la visión que la autora retrata situaciones y criaturas. Así como en “¡Basta, Monito!” me maravilló ver a Shiva, Sita, Rama y Hanuman, acá me volví loco con el sacerdote y Coatlicue. Impresionante es poco. Ni hablar de las escenas finales, que claramente no voy a detallar, pero muestran transiciones y contraposiciones increibles.
Hay una poesía, un mito nuevo ubicado en el panteón Mexica, cuyo primer trovador, lejos de sus tierras originarias, se llama Dolores. Sigamos atentos a su obra, que hace años perfila como una máquina de producción original que nunca decepeciona. Esta nueva edición de Quetzalli es una oportunidad única para quienes en su momento no pudieron (pudimos) hacerse de su primera edición. Sigamos viajando por eras y culturas.