Las brujas según “Walicho” de Sole Otero
En 2023 Salamandra Graphic lanzó Walicho de Sole Otero, una publicación de 376 páginas en las que la autora se encarga de revisitar y reinventar el canónico rol de las brujas en la Historia según la visión occidental tradicional y conservadora lo cual aseguraba la caza de sujetos que no se dejaban dominar por las prácticas impuestas por los conquistadores. Prueba acá algo interesante que viene de la mano del revisionismo histórico y la necesidad de reubicar a las brujas en los lugares que ocupaban para sus comunidades. Como lo explica Silvia Federici en la entrevista con Maite Garrido Courel publicada en la revista Números Rojos bajo el título de “La persecución de las brujas permitió el Capitalismo”:
“A mediados del siglo XVIII, cuando el poder de la clase capitalista se consolidó y la resistencia en gran parte fue derrotada, los historiadores comenzaron a estudiar la caza de brujas como un simple ejemplo de supersticiones rurales y religiosas. Como resultado de ello, hasta no hace mucho, pocos fueron los que investigaron seriamente los motivos que se esconden tras la persecución de las ‘brujas’ y su correlación con la instauración de un nuevo modelo económico. Como expongo en Calibán y la bruja…, dos siglos de ejecuciones y torturas que condenaron a miles de mujeres a una muerte atroz fueron liquidados por la Historia como producto de la ignorancia o de algo perteneciente al folclore. Una indiferencia que ronda la complicidad, ya que la eliminación de las brujas de las páginas de la historia ha contribuido a trivializar su eliminación física en la hoguera. Fue el Movimiento de Liberación de la Mujer de los años 70 el que reavivó el interés por la caza de brujas. Las feministas se dieron cuenta de que se trataba de un fenómeno muy importante, que había dado forma a la posición de las mujeres en los siglos venideros, y se identificaban con el destino de las ‘brujas’ como mujeres que fueron perseguidas por resistirse al poder de la Iglesia y el Estado. Esperemos que a las nuevas generaciones de estudiantes sí se les enseñe la importancia de esta persecución.“

Pero vayamos a Walicho y a la selección que hice de lo que, para mi lectura, destaca.
Su narración comienza en 1768 en una embarcación con viaje a América, momento en el que se soñaba con El Nuevo Mundo y las oportunidades de tierras y trabajo o, por lo menos, la dominación económica sobre los pueblos originarios que causaron un genocidio que algunos siguen escondiendo bajo el título de “Descubrimiento de América”.

En esa hermosa ambientación de nubes, niebla, mar y noche, tres misteriosas y encapuchadas mujeres de rojo tienen un trato distinguido por la tripulación y llevan con ellas una cabra. Vemos la escena desde la mirada prejuiciosa de una mujer que se queja por la tardanza, por todo el papeleo y permisos que tuvo que hacer para conseguir visitar a su marido con su pequeño hijo, a quien no trata para nada bien. Al mismo tiempo, es bastante explícita al juzgar a esas desconocidas como prostitutas y distinguir su propio “valor” en comparación al de ellas porque la institución de la Iglesia y el matrimonio la validan.
En un momento dado, el chico desaparece y las damas también, lo que causa una desesperación que parece inusitada en relación a los gritos que ella le dirigía al niño. Esto también nos lleva a otra característica de la ilustradora que tiene que ver con la contraposición entre drama y humor. Nos causa gracia que esa madre que parecía odiar a su hijo ahora lo busque con tanta angustia, suena hasta hipócrita, un papel que debe cumplir para que se la siga viendo como una buena madre y esposa: la de preocupada. De todos modos, no deja de ser una situación terrible con la que podemos empatizar aunque a ella, particularmente, no la banquemos en lo más mínimo.

Sole Otero sabe, ciertamente, dibujar los estados de ansiedad. Utiliza una sola viñeta para mezclar tiempos, todas las instancias de búsqueda del infante ocurren en un único espacio de la página que sirve para dar cuenta de un recorrido y un estado de ánimo acuciante.

Así como juega con las corporalidades de sus personajes y su movimiento, también lo hace con las nuestras dado que, en más de una ocasión, nos hará girar la cabeza o la edición impresa para entender lo que ocurre.
Con esta pérdida, nos introduce en un vaivén de líneas temporales de dos siglos que tendrán como hilo conductor entre los capítulos a estas feminidades que atraviesan el tiempo sin envejecer pero cumpliendo funciones vitales en la sociedad que habitan, ya sea por la ayuda o el cuidado que otorgan, o por su carácter constante de amenaza. Al presenciar diferentes etapas históricas del país, también se relacionan con diferentes personajes como Belén, Paula, Pablo, Graciela, Ana, Ailín y otros, lo que hace que la historieta no sólo sea llevadera sino también de una especial intriga y suspenso que nos mantienen atados a sus páginas. Como se lo explica la ilustradora a Pilar Martín:
Es como un caleidoscopio, me propuse hacer algo narrativamente más complicado y ambicioso y fue entretenido porque son nueve historias con su propia estética, y su propia manera de contarse, algunas son un poco parecidas y esa fue la idea.
“Lo bueno de esa época” y el problema de la virilidad
Después de esto, la historieta pasa a una época contemporánea en la que un chico y su novia, Ceci, escuchan que el encargado de su edificio mantiene relaciones sexuales “desmedidas” con su vecina.
Para entender qué es lo que sucede, lo sigue y descubre que entra en una mansión, conocida como la de las dueñas del pueblo, donde se realizan rituales que incluyen chabones pito duro a los que se les saca “algo”. Su curiosidad provoca que él también pase a formar parte de ellos, generándole una excitación permanente y que engañe a su pareja. Una vez más, las brujas son asociadas a la sexualidad y a lo prohibido, en este caso, desde la visión de lo oculto.

Otro de los recursos utilizados para distinguir masculinidades de feminidades tiene que ver con el uso del color cuando solo traza a sus personajes con los delineados de siluetas. Las primeras suelen llevar un color magenta y las segundas un azul oscuro. De esta manera, aunque binaria, pueden distinguirse perfectamente los roles de género de cada personaje y qué es lo que están haciendo. Como se puede percibir en esta página, el ritual tiene a los hombres en una posición completamente sumisa frente al baile de cuerpos desnudos bajo la mirada de la cabra que aparecía en las primeras páginas sobre una estrella satánica. Todos símbolos y lugares comunes relacionados a la brujería.

A pesar de la originalidad del trabajo con las brujas, no falta la marca de estilo de Otero: un hermoso uso del color y estereotipos de varones tóxicos a morir. Ellos caen en todos los lugares comunes como en Poncho fue (Hotel de las Ideas, 2017) o Intensa (Hotel de las Ideas, 2019), como siempre: se desquician si no pueden coger, su tendencia al mansplaining es inevitable y, si no les das bola, te bardean o intentan manipularte. Así labura la masculinidad asociada a la virilidad. En este sentido, cuando Ceci no quiere tener sexo con su novio, a él se lo representa de forma diminuta y disminuida. Las mujeres, en estos casos, al mejor estilo Crumb, son enormes y empoderadas. Ellos parecen niños malcriados que no saben ni quieren entender la negativa de sus parejas. La diferencia inevitable con Crumb, además de la cosificación y la misoginia, porque nobleza obliga, es que sus mujeres tenían un lugar de poder frente a un hombre sumiso (el mismo autor autorretratándose) que este disfrutaba y las vanagloriaba. Acá, esa grandeza es para dar cuenta del punto de vista del varón ante una humillación que no quiere pero siente. En la segunda página sucede lo mismo pero en relación a su amigo a quien le cuenta, justamente, que el pito no le funciona.
“Walicho” y el engaño de la asimilación religiosa
Pero, así como podríamos pensar que las brujas, hasta el momento, solo cometen actos relativos a la maldad porque secuestran niños (tienen una especie de orfanato donde solo reciben este género porque no confían en las mujeres) u obligan a hombres a estar con ellas durante un período de tiempo que olvidan, también se les puede atribuir actos positivos como en el caso de Ailín. Ella era maltratada y violada por su patrón y las hermanas la refugian en su casa para que cumpla tareas domésticas.
Al mismo tiempo, podemos observar que realizan partos y abortos para quienes lo necesitan y tratan de salvarles la vida.

En esta escena, Ailín busca en una habitación prohibida de la mansión, la sustancia necesaria para realizar una interrupción de embarazo. Como podemos ver por la oscuridad del lugar, este es un espacio cerrado a los desconocidos y únicamente pueden acceder a él quienes están autorizados. Con sus velas, nos muestra sus grandes dimensiones y la magnífica cantidad de ungüentos que hay en él. Tanto el tamaño de la arquitectura como la cantidad de fórmulas son claras muestras del poder extraordinario de las hermanas.

Es decir, aún cuando el contexto no es el actual en ese lapso de la narración, ellas cumplen con el rol que hoy en día se asume como el original de las brujas: el de curanderas, médicas y cuidadoras. Una de las muestras de esto es que cuando conocen a Ailín, perciben que ella tiene una conexión con una divinidad autóctona, Ngen, que la cuida a ella y a su hijo “ilegítimo”. Según María Ester Grebe en su artículo “El subsistema de los ngen en la religiosidad mapuche”, hay cinco subsistemas integrados de creencias y prácticas. En esa organización, los ngen son espíritus dueños de la naturaleza. Y explica:
Cada uno de ellos se identifica y vincula con un estrato cósmico originario específico en el cual residen, aunque suelen deambular en otros estratos, preferentemente en la tierra mapuche. Cada cual implementa sus propósitos mediante la manipulación de potencias sobrenaturales ya sea benéficas o maléfica, constructivas o destructivas.
Se encargan de la preservación de la vida y equilibrio de los fenómenos de la naturaleza silvestre. Por esto, Ailín le pide ayuda a Ngen y teme hablarle a las hermanas de él y de su hijo. Es algo propio de su cultura y de su pertenencia.

Sole Otero mezcla las espiritualidades al retomar símbolos propiamente occidentales y una divinidad mapuche, valorando el lugar de las hechiceras de los pueblos originarios quienes lo explicitan diciendo: “No vinimos a conquistar, solo a sobrevivir en armonía con el lugar”. Pero, al contrario, la cabra acaba con Ngen y, por lo tanto, con la posibilidad de equilibrio. Cometen un acto de conquista al asesinar a la única persona que podía relacionarse directamente con este ser para quedarse ellas con el terreno y el poder.
“Un poco más normal” del encierro entre viñetas
Así como a Otero se le da bien dibujar la ansiedad, también pasa eso con el encierro y la soledad. Uno de sus personajes, Belén, sufre de agorafobia y, a través de mails y su trato virtual con otros personajes, podemos apreciar cómo su situación no pasa solamente por lo psicológico sino también por lo social. No están dadas las condiciones para que ella pueda relacionarse de una manera sana con otros sino que solo se encuentra viviendo a los tumbos aunque ha logrado encontrar un sistema de supervivencia que involucra que alguien le haga los mandados o hacer todo lo que tenga que ver con el exterior vía Internet. Sus viñetas son pequeñas y agobiantes. Hay que prestarle mucha atención a cada detalle para seguir su vida pero, en cada una de ellas, vemos momentos importantes (como cuando se hace la paja), como cotidianos pero vitales (se cuela en los recuadros una receta que ella prepara, los libros que lee, la rutina del hogar, y demás).

Esto se ve amenazado con la entrada de Darío López, uno de los “sobrinos” de las brujas y es en este punto donde podemos entender mejor su carga de peligro y amedrentamiento. Él fue obligado a recibirse de veterinario para que la cabra no muera pero la enfermedad de esta lo pone en jaque, teniendo unas actitudes de inestabilidad emocional con Belén, que lo ubican a él también en el lugar de varón pesado que a la dibujante le gusta retratar. Nadie zafa.


Otra de las cualidades que encuentro en este capítulo tiene que ver, como se ve más arriba, con la representación de las pesadillas de Belén, todas se vinculan con la pérdida de su gato y la urgencia de ir al exterior. También, ambos se encuentran en riesgo por la aparición de un ser fantasmal que los persigue entre pasillos subterráneos.
“No nos dejes caer” y un poco de rape and revenge
En otra ocasión, las hermanas ayudan a Ana, una huérfana que fue sistemáticamente violada por los sacerdotes del orfanato donde debía quedarse, mientras las monjas le echaban la culpa a ella porque, según su versión, era su cuerpo el que los atraía: “Satán nos habla con tu boca y nos intenta seducir con tu cuerpo”.
Cuando ella dice que prefiere irse porque los hombres se le meten en la cama, le responden: “¡Tus demonios los meten en tu cama!” y por eso le realizan un exorcismo. Dejando en evidencia la cultura de la violación y la culpabilidad atribuida a la víctima. Cosa que, desgraciadamente, todavía no dejamos de ver en los portales de noticias más asquerosos.
Luego, para deshacerse de ella, intentan dejarla en la mansión, dando a entender que las extranjeras tienen una relación estrecha con las diferentes instituciones de influencia. Una vez que se encuentran con Ana, una de ellas percibe lo que le han hecho y se disgusta con las monjas. Posterior a esto, Ana lleva a cabo la única y más hermosa escena de Rape and revenge de la novela:

Ana parece enorme. Ha entrado a la habitación donde los sacerdotes planificaban violar a otra mujer y sale de allí con una seguridad que no había tenido hasta entonces. Se produce, de esta manera, una fuerte tensión entre la llegada de las “brujas” con sus prácticas paganas y el catolicismo puesto que se plantea una pregunta implícita: ¿cuál de las dos ha hecho más daño? Podríamos pensar que, desde lo planteado en la obra, ambas, solo que una de una forma legitimada por una institución reconocida como la Iglesia y la otra no.
Esta lectura de las brujas permite una lectura relativamente neutral. No hay un Bien o un Mal bien definido sino que ellas actúan como deben hacerlo, adorando a su Dios y dándole vida a través de rituales, al mismo tiempo que ayudan a las indefensas y torturan a quienes se ponen en su camino. En palabras de la artista:
“No creo en las brujas y en el libro intento hablar de algo que pienso yo: hay un inicio en la parte de la iglesia del hombre ligada al animismo que luego se institucionalizó en la religión, y eso es lo que critico”.
“Graciela quiere saber” y el fuego del conocimiento
Acá conocemos a Graciela, una pequeña niña que tiene un diario íntimo donde garabatea sus días y tiene un soliloquio con sus hojas. Me gusta que Otero logra el verosímil de la voz y la escritura de la niñez. La chica tiene faltas de ortografía, la preocupa muchísimo la relación con sus hermanos que básicamente le hacen bullying, dibuja todo lo que puede porque se organiza a través de imágenes y le quedan muchas cosas del mundo por entender, quedando subsumida al silencio y los ocultamientos de los adultos.

Es interesante la propuesta de la historieta dentro de la historieta, y más cuando se le da el estilo de historieta infantil, género que la autora ya ha desarrollado antes. Como puede verse en esta obra a acrílico y lápiz del 2015, disponible en su página web:

Otra cuestión a destacar es que se da entonces un come of age story, en el que ella se enamorará de Luis, uno de los sobrinos de las “brujas” y tendrá su primera experiencia de chape con él, no sin antes pasar por el asco y el placer como, asumimos generalmente, cualquier adolescente que no procesa de una que está al palo pues hormonas locas y desquiciadas.

A través de ella, asimismo, conoceremos el interior de la mansión de otra manera y la veremos desaparecer cuando, en la obra, se nos muestre que su diario forma parte de un archivo policial.

Ahí se te quiebra el alma y te quedás un poco tildado con ese buen golpe de efecto que te da en las tripas de lector testigo.
“La ley primera” y la policía de siempre
Retomando la noción de intriga, toda la historia se desenvuelve en un género de thriller. En las últimas páginas, nos encontramos con una investigación policial en la que nada se resuelve: los misterios de la procedencia de las mujeres, qué ha pasado con sus “sobrinos” y qué ocurrirá a continuación quedan truncos, ofreciendo no solamente un final abierto sino también una idea de continuidad y repetición infinita.

Por eso, al final de este capítulo, uno de los policías vuelve a encontrarse con el cuchillo que llevaba Ailín en su parte de la historia. Con este artefacto ella sentía la protección y el poder de Ngen pero se lo habían quedado las mujeres luego de derrotarlo. ¿Qué significado tiene ese arma ahora? ¿A dónde derivará la historia de este hombre que es tocado por una larga cronología de eventos mágicos y malignos?
“Yo lo que quiero es divertirme” pero con un enwalichado
Hacia el final, una de las amigas de la vecina del inicio, comenta que sale con un dibujante lujurioso. Así, entendemos que todo seguirá su curso solo que nosotros tendremos que adivinar cómo. El tratamiento de esas viñetas, entre lo cómico y lo terrible es uno de los grandes aciertos de Sole Otero para terminar su obra.

Hasta la vista, brujas
Sole Otero tiene una incidencia atractiva en la revisión de las brujas y su lugar según los nuevos estudios e investigaciones que se proponen desde los movimientos feministas. Si bien su trabajo se dispone más a la visión occidental, no deja de ser una inserción entretenida y llevadera con un muy buen uso de los recursos del lenguaje de la historieta. Puede resultar algo pesado, para quienes la leemos hace algún tiempo, la repetición de los tropos de los varones y las parejas heterosexuales, pero son sus marcas de autora y no dejo de apreciar aquello que entiendo como original en su trabajo. La intriga y el suspenso te mantienen alerta y la empatía con algunos personajes te hace pasar las páginas rápidamente para ver qué sucederá con ellos. Desde un punto comercial, puedo decir que logró su cometido y lo celebro.