“Misterios Conurbánicos” de Rafael Curci y Dibujantes Varios
Quien se haya acercado alguna vez a las páginas de Mikilo, sabe del estilo de escritura y temáticas que apasionan a su creador, el guionista, dramaturgo y titiritero Rafael Curci. Montevideano de nacimiento, a corta edad se radicó con su familia en nuestro país, pasando gran parte de su vida adulta en distintas locaciones del conurbano porteño. Precisamente, una investigación propia de índole sociocultural sobre la cotidianeidad y creencias de esa estigmatizada región, constituye el leit motiv del libro que nos ocupa.
Misterios Conurbánicos fue editado por Comic.ar en un volumen de 168 páginas, B/N, formato 24×17 cms. que llegó al circuito de comiquerías nacionales en Mayo pasado. El tomo que lo devuelve al medio impreso, se presenta, entre otras cosas, como una antología de historietas breves, ilustradas por grandes apellidos nacionales, que propone la exploración de cierta mitología popular común a los veinticuatro partidos que circundan territorialmente la ciudad autónoma de Buenos Aires, desde muy diversos y atractivos estilos de dibujo.

EL HOMBRE SUBURBANO
Rompe el hielo, una historia netamente metatextual, que marca el tono de lo que vendrá. ‘Las dos cajas’ (cinco páginas) narra la visita del propio Curci, a partir de ahora, protagonista de los relatos subsiguientes, a Banfield. Concretamente, se dirige a la casa que habitan el antropólogo Adolfo Sosa y su medio hermano, la criatura mitológica conocida como Mikilo. Allí se reencuentra con el material por él reunido quince años atrás, un relevamiento de mitos, supersticiones y devociones populares en el conurbano bonaerense, replanteándose la idea de actualizar aquellos contenidos para elaborar un libro alusivo. Dibuja, como los dioses y con plena utilización de grises, Marcelo Basile, en lo que pasaría a ser su último trabajo publicado en Argentina, meses antes de su reciente, lamentable, deceso. Principio y final, nada es casual.
Sigue ‘Reunión cumbre’ (seis páginas), trama que cuenta con buenos lápices de Javier Mattano, para narrar un alto en el camino. Al borde de la Ruta Nacional 11, el viejo Fiat 147 queda varado. Esperando sobre la banquina, al remolque que lo saque del paso, Curci se dispondrá a prepararse unos mates, ronda en la que se cruzará con personajes reales y ficticios, tales como Ceferino Namuncurá, la Difunta Correa, el ‘Potro’ Rodrigo Bueno y Gilda, el Gauchito Gil y hasta el mismísimo San La Muerte. Un oportuno giro argumental final, dejará a criterio del ocasional lector la veracidad o no de tal encuentro.

Es el turno de ‘Un altar culinario’ (cuatro páginas), autoconclusivo ilustrado por Matías Muzzillo, lo que habilita la aparición de su personaje Yilé, alterego de la joven bruja mapuche Josefina Ferrán. Y Basilio, el particular gato que suele acompañarla en los distintos casos sobrenaturales que demandan su atención, por diversos parajes nacionales. En Berazategui, sin embargo, el misterio que reúne a ambos personajes, terminará decantando por el lado de la comedia. Humor del bueno, cabe destacar. Con arte del siempre sorprendente Carlos Dearmas, ‘El castillo’ (cuatro páginas) traslada la acción a Cañuelas, para un trabajo encargado por los espiritistas de aquella localidad. Pasar la noche en una rara propiedad con la idea de grabar sonidos generados por las ánimas que, se dice, allí habitan, constituirá el desafío a sortear para obtener la paga.
Para ‘La Sirena de Gerli’ (seis páginas) toma la posta a nivel gráfico el gran Sergio Ibáñez, quien además de retratar a Rafa, hará lo propio con el mismísimo Pedro Saborido, devenido en co-protagonista del -simpático- unitario a raíz de una convocatoria a conocer al personaje del título, tras la más reciente sudestada que padeció la zona. Los barbados escribas navegarán las calles del municipio a bordo de una canoa con la intención de corroborar la certeza de un viejo mito local. Después de todo, hay una apuesta personal de por medio.
‘Luna de Avellaneda’ (cinco páginas) es el título de la siguiente parada en el recorrido, que transcurre en Sarandí. Relato muy bien dibujado por Edu Molina, con una estupenda utilización de las tramas mecánicas. Un viejo conocido del personaje central, el profesor Enzo Malatesta, está a punto de jubilarse en un colegio técnico de la ciudad, no sin antes demostrar a la comunidad educativa toda, el particular proyecto al que ha dedicado sus últimos años: El reciclaje de cierto recordado prodigio animatrónico del entretenimiento infantil ochentero, que suscitó no pocas leyendas urbanas sobre su destino final.

‘Paseo con difunto’ (cinco páginas) es la historia ilustrada por Diego Rey, que constituye uno de los puntos altos del libro. En una parada de colectivos de Adrogué, el fantasma de un afamado escritor argentino interactúa con Rafa para pedirle un favor, relacionado con su propia historia, pero también, con aquella geografía. Entre citas literarias varias y profundas reflexiones sobre el arte y la vida, transitan unas cuantas cuadras en un recorrido memorable. No exento de poesía. ‘Robotzila amenaza Lanús’ (cinco páginas) es una colaboración con otro viejo conocido, Tomás Coggiola. El amigo Fabricio, dueño de un conocido bar del barrio, convoca al protagonista a propósito de un extraño suceso que involucra a un saurio jurásico. Siguiendo sus pasos (literalmente), ambos descubrirán el secreto detrás de la inexplicable aparición.
Cierra ‘Laburantes siderales’ (cinco páginas), con la faz gráfica a cargo de un inspirado Elmo Rocko, para narrar una delirante trama con elementos propios de la ciencia ficción, que acontece en Monte Grande. Con muchos ‘personajes invitados’ del ámbito de la cultura popular ligada al cine y la TV, tiene lugar una revelación inesperada, vinculada a una ola inmigratoria de trabajadores del gran Buenos Aires cuyo origen excede ampliamente el interior de Argentina o, aún, los países limítrofes.
LA BIBLIA Y EL CALEFÓN
Con apenas cuarenta y cinco páginas netas de historieta, el resto del tomo bien podría definirse como un ensayo, o la presentación del corpus investigativo mentado en la primera historieta, organizado temáticamente en doce capítulos. Desde una suerte de caótico (aunque coherente) abordaje multidisciplinario que se plasma en una serie de textos referidos a mujeres, hombres y paisajes autóctonos, llegando a atravesar diversas temporalidades, incluso. En los que, literalmente, vale todo; desde el libro de una disparatada obra de teatro con títeres, hasta el singular monólogo de una curandera barrial. Siempre con un tono de escritura entre ameno y coloquial, sumamente accesible.

Resumiendo, Misterios Conurbánicos es un acto de amor hacia aquel relegado y vasto territorio ubicado al otro lado de la General Paz, populosas barriadas sobre las que sobrevuela constantemente el menosprecio y los prejuicios. Hay, en estas páginas, un retrato tan sincero como preciso de aquella urbanidad, descrita con sus luces y sombras. Un libro que es contracultura pura, porque resistir es crear. Así lo entiende su autor, que anda por estos días (re)presentándolo mediante una obra teatral (titiritera, como corresponde), por diversas salas de aquí y allá. Militando la obra. Práctica sumamente necesaria en estos oscuros tiempos que nos toca en suerte atravesar.