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“El Dormilón: La caravana” de Rodolfo Santullo y Carlos Aón

Para alegría de muchos (y mía particularmente), Loco Rabia publicó este año la secuela de El Dormilón de Rodolfo Santullo y Carlos Aón que lleva como subtítulo La Caravana.
Me alegra esta publicación por la calidad del equipo creativo que la firma y por el gran nivel de la primera parte pero también porque creo que la industria argentina tiene que permitirse incursionar más en las secuelas, sagas y colecciones que le den continuidad a universos ficcionales establecidos.
Tengo claro el riesgo económico que eso conlleva pero también creo que le aporta muchísimas posibilidades creativas y narrativas que están vedadas en los tomos unitarios.
En tiempos del comic-book primaba una lógica que establecía (y hasta tenía calculado con bastante precisión los porcentajes) que el segundo número de un título iba a vender menos que el primero, y el tercero menos que el segundo. Pero esa lógica obedecía en parte a que, cuando se distribuía cada número, se retiraban las devoluciones del anterior, haciendo que los ejemplares atrasados fueran difíciles de conseguir.
No obstante, nuestro mercado actual ya no se parece mucho al que existía en tiempos de la distribución en kioscos. No hay devoluciones, los libros están disponibles en las librerías durante meses (e incluso años) y es común que se reimpriman cuando agotan la tirada. Podríamos decir que, excepto por el volumen de ventas, los libros de historietas podrían funcionar igual que los de literatura, donde algunas sagas de varios tomos han resultado comercialmente muy exitosas.
Afortunadamente, algunos proyectos de gran calidad vienen tomando ese riesgo y que Manta vaya por la octava entrega o que Roque y Gervasio haya alcanzado la décima, indica que son propuestas sustentables.
De modo que (repito por tercera vez para que quede claro) me produjo una gran satisfacción que un universo narrativo que tiene tanto por explorar y explotar como es el de El Dormilón tenga ahora esta merecida continuación.

Hermoso guiño a la primera parte

La verdad está ahí afuera

Si El Dormilón tenía la estructura de un policial clásico ambientado en un futuro postapocalíptico, La Caravana relega los elementos policiales para profundizar las posibilidades que brinda el contexto distópico.
Aclaremos que los elementos de ciencia ficción dura acá están reducidos a una mínima expresión. Ante el deterioro ambiental que convirtió a nuestro planeta en un lugar inhóspito, supuestamente, algunos humanos habrían viajado a Io (la luna volcánica de Júpiter) para colonizarla. Pero nosotros nunca vemos lo que pasa en Io, solo vemos a los que se quedaron en La Tierra. Unos por no poder pagarse el pasaje, otros por un fallo o una estafa de la empresa.
El cambio principal entre la primera entrega y esta secuela se da en la expansión del espacio de la aventura. Mientras las características del universo ficcional justificaban que El Dormilón se desarrollara íntegramente dentro de un edificio aislado (perfecto para el misterio de cuarto cerrado que nos proponía), en La Caravana, las consecuencias de la historia anterior obligan a los personajes a tener que abandonar ese refugio y salir a enfrentar los peligrosos madmaxes del exterior. Como en… bueno… Mad Max. Pero también en The Walking Dead, La Carretera, El Eternauta y otros clásicos del género que han abordado el tópico.
Me gustaría destacar que en el guion que propone Santullo nada es arbitrario y que así como el aislamiento del primer libro tenía una explicación argumental, este lanzarse al exterior que propone la secuela resulta igualmente lógico y fundamentado.

Algunos cambios notorios en el aspecto del personaje

Nadie se salva solo

Si fuéramos tremendamente lineales, la reseña podría terminar acá porque el argumento de la obra solo propone ese desplazamiento que lleva al grupo del punto “a” al punto “b”.
No obstante, también hay mucho más.
Ya en la reseña de la primera parte habíamos analizado como el grupo aislado servía para reproducir los defectos y perversiones del sistema de producción y distribución de la riqueza de nuestra sociedad. ¿Qué pasa, entonces, cuando rompemos la burbuja, salimos y nos encontramos con “el otro”? ¿Quién es el otro para mí? ¿Quién soy yo para él?
Ese es uno de los temas centrales de este libro.
En primera instancia, la alteridad aparece representada en la figura de los madmaxes. Ellos son “el otro radical”. Aunque están organizados en grupos y hasta establecían algún tipo de “comercio” en la primera entrega, encarnan la imposibilidad del diálogo y la comprensión mutua. Esto se refuerza por dos elementos principales:
El primero es que nunca se le asigna texto por lo que al lector le da la impresión de que no hablaran. El segundo es que son caníbales, lo que, junto con la prohibición del incesto, constituye el tabú social más primitivo y arraigado. En El Dormilón no hay zombis pero los madmaxes casi cumplen esa función. Son inhumanos. Son monstruosos.
Pero rápidamente, nuestro “héroe colectivo” se encuentra con un nuevo grupo de “otros”. Unos viajeros cuya nave a Io sufrió un desperfecto y se estrelló de nuevo en La Tierra. Este grupo representa una alteridad distinta. Una con la que sí se puede (¿y debe?) establecer un diálogo y una alianza. Estos sí son humanos y merecen ser tratados humanamente.
No quiero dejar de destacar al personaje de Ana porque me parece una de las caracterizaciones de personaje más perfectas de la serie. Dentro del estilo deforme y caricaturesco de Aón, desde su primera aparición vemos que Ana tiene unos enormes ojos claros y una formas femeninas totalmente hegemónicas. El viejo lector de historietas tradicional (o sea: yo) no necesita más que eso para saber que allí debe dirigir su empatía. Apareció “la chica” y muy probablemente, el interés romántico del protagonista.
No obstante, estos son los millonarios de antes, los que amasaron sus fortunas destruyendo el planeta pero después se costearon el pasaje y dejaron a los pobres a pagar las consecuencias de su fiesta. Para este grupito de CEOs y empresarios ¿No serán los pobres que se quedaron en la Tierra tan monstruosos como los madmaxes y apenas circunstancialmente más útiles?
Acaso todos seamos el monstruo de alguien.

¡Los madmaxes!

Y hasta acá llegamos con la reseña.
Las virtudes gráficas y narrativas de Aón ya las elogié otras veces y no quiero a dar más detalles para no estropear elementos de la trama que no deben revelarse.
Recomiendo sin dudas tanto la primera como la segunda entrega de esta serie y hago mis oraciones por tener nuevas aventuras muy pronto. Ah… y también algún spin off que nos muestre lo que pasa en Io mientras tanto.

Facundo Vazquez

Profe de literatura proveniente del conurbano profundo. Ama la historieta, su historia y es nuestro embajador en Croacia.