“Dios y el diablo en São José Río das Mortes” de Rodolfo Santullo y Germán Genga
Recientemente, Loco Rabia publicó en formato físico Dios y el diablo en São José Río das Mortes, la serie de Rodolfo Santullo y Germán Genga que se había publicado por entregas en la multipremiada plataforma digital de la editorial.
Con motivo del lanzamiento de este libro, Ernesto Parrilla me invitó a participar del Podcast de Loco Rabia en el que conversamos sobre la política en el ámbito de la historieta. Escúchenlo. No se desalienten por mi presencia que hay una entrevista a los propios autores y también participan amigos muy inteligentes como Ian Debiase y Marcelo Pulido.
Expresé entonces la opinión muy poco original de que toda producto cultural es (en tanto social, comunicativo e históricamente situado) vehículo de un mensaje político y un hecho político en sí mismo. Lo que varía es qué tan explícito quieren los autores que resulte ese contenido político. O, dicho de otra manera, qué tan forzado se siente el lector a conectar la historia que le están contando con la realidad política que vive.
Por ejemplo, la rosca política en Game of Thrones con sus mentiras, traiciones y puñales detrás de las cortinas, a todos les encanta porque no los interpela. No obliga a los lectores a pensar en su propia realidad, los partidos y candidatos de mierda que ellos tienen que votar y que acaban gobernándolos. Hay política… pero es como los monstruos de las películas de terror que aunque nos asustan en el momento, tenemos la tranquilidad de saber que no son de verdad.
En cambio, hablar de hechos históricos, con su mugre real, sus contradicciones y sus agachadas (como Santullo hizo en otras obras como Malandras o Tacuara) resulta algo más resbaladizo. Siempre se corre el riesgo de generar molestias y herir suceptibilidades.
Ante estas opciones, el guion que Santullo nos propone en este libro es muy inteligente por varios motivos que intentaré detallar a continuación.
En política, el diablo siempre mete la cola
En Tiradentes, el alcalde es un gordo corrupto que pretende perpetuarse en el poder. Podemos considerarlo una representación de cierto tipo de política tradicional: el tipo carismático que viene de la política y que la hizo su forma de vida. No obstante, en el discurso de asunción de su tercer mandato, sufre un infarto y muere sobre el escenario.
Es necesario llamar a nuevas elecciones, para lo que se acuerda un plazo de campaña de un mes. Los dos candidatos que se disputen la oficina del alcalde serán: Trabajara Albuquerque, contrabandista y bandido local, y Getulio Fonseca, un rico hacendado y terrateniente.
Aunque una mirada superficial puede suponer una oposición moral entre los antagonistas (reforzada por el gran tratamiento gráfico de Germán Genga), un mínimo análisis da por tierra con esta hipótesis.
Ambos personajes son amorales por naturaleza y por ejercicio de la función porque, si no hay que tener escrúpulos para dedicarse al crimen, tampoco hay que tenerlos para enriquecerse con la explotación del prójimo.

¿Cuál es, entonces, la visión de la política que nos muestra Dios y el Diablo?
Sucia, totalmente condicionada por la manipulación y la coacción, movida por intereses espurios y mezquinos, sin opciones ni salidas que puedan beneficiar al pueblo. O sea, el pesimismo en su estado más puro.
“Tiradentes, 1946”
Dios y el diablo trata sobre una campaña para alcalde de un pueblito brasileño. De manera que la política resulta ineludible porque la política ES la historia. No obstante, hay un par de decisiones narrativas que le aportan profundidad e interés al relato.
Tal vez la principal sea su coqueteo con el realismo mágico. Y digo “coqueteo” porque no puedo terminar de incluirla dentro del género.
Cuando el lector (no necesariamente experto en la geografía y la historia del Brasil) lee “São José Río das Mortes” en el título, es fácil pensar que se trata de un pueblito ficcional al estilo del Macondo de Gabriel García Márquez. ¿Quién en su sano juicio llamaría “Río de las Muertes” a un pueblo y qué tiene que ver San José con eso?
No obstante, el pueblo existe y se llamó así hasta 1889 en que un decreto cambió su nombre a Tiradentes, en honor al héroe de la independencia Joaquim José da Silva Xavier, conocido como “Tiradentes” porque era odontólogo de profesión… o sea, saca-muelas.
Parece joda pero es en serio y, por lo tanto, un ejemplo perfecto del postulado básico de los creadores del realismo mágico: la realidad latinoamericana es, a veces, tan extraña, absurda y cómica que a un lector europeo le resultaría difícil diferenciarla de la fantasía.

Pero, al mismo tiempo, el hecho político aparece teatralizado, reducido y acotado a elementos que funcionan casi como símbolos aunque sin caer en el maniqueísmo.
Tiradentes es una localidad del estado de Minas Gerais que, actualmente, tiene unos 8000 habitantes. En 1946, cuando transcurre la historia, tal vez tuviera la mitad o menos.
En un estanque tan chico, intervienen pocas fuerzas en pugna y cualquier pez apenas mediano a los locales puede parecerles un tiburón. Visto desde afuera, en cambio, tanta disputa por un espacio de poder tan mínimo tiene un efecto decididamente cómico.
Por esta puesta en escena del hecho político en un marco súper acotado (aunque entre sus influencias el guionista nombra principalmente a Jorge Amado), yo no puedo dejar de mencionar que el texto al que más fuertemente me remitió este libro fue la genial novela No habrá más penas ni olvido de Osvaldo Soriano.
En ese contexto, Santullo elige construir un esquema actancial clásico de personajes en equilibrio: Los dos antagonistas, cada uno con su mujer y su hombre de confianza. Esto no quiere decir que los personajes puedan reducirse a una función o sean cada uno reflejo de su contraparte.
Muy por el contrario, cada uno tiene su profundidad e interés y, en la medida que lo permite la extensión de la obra, su desarrollo y sus motivaciones.
Mención aparte merecen los personajes que juegan de libre (el abogado, la bruja y el mafioso) y que son los que pueden desequilibrar esa balanza de poder.
En la imprenta, el diablo también mete la cola
Aunque haya tenido muchas colaboraciones en fanzines y antologías, este es el primer libro con dibujos de Germán Genga que se publica profesionalmente. Siempre es bueno que autores, hasta ahora inéditos, tengan oportunidad de sumarse al reducido mercado editorial de nuestra historieta y nos alegramos por eso.
En esta oportunidad, tengo que confesar que no terminé de conectar con el trabajo del artista. Su estilo se aleja de la representación realista por lo que no hay un cuidado por la corrección anatómica ni la naturalidad de poses y movimientos. No obstante, tampoco tiene lo que esperaría de un dibujo de registro cómico. Tiene algo de deforme y caricaturesco pero que no termina de resultar ni humorístico ni grotesco.
¿Algo de esto implica un defecto? No. Para nada. Solo explico los motivos por los que me costó conectar con el estilo.
En cuanto a sus virtudes, debo destacar la habilidad para la expresividad y la creación de los personajes. Cada uno refleja perfectamente y al primer golpe de vista lo que debe transmitir: lo que es y lo que siente.
Un párrafo aparte merece el tratamiento del color digital perfectamente integrado al dibujo como una unidad estética y de sentido. Los colores son muy intensos y saturados lo que aporta muchísimo a la ambientación que remite inmediatamente al Brasil. Hay un gran trabajo de luces y sombras y el color expresa siempre con claridad los interiores/exteriores y la iluminación de acuerdo al momento del día/noche en que ocurre la escena.

Lamentablemente, ese gran trabajo en el color pierde muchísimo de su impacto en la edición impresa y resulta notorio que el problema es el papel. Todo el registro se ve oscurecido y virado hacia un ocre verdoso por lo que las escenas que transcurren a pleno sol adquieren unos tonos crepusculares, mientras que, en las escenas nocturnas, se pierden muchos detalles o la acción se vuelve directamente confusa.
Es evidente que los archivos con los que trabajó la editorial están correctos y se nota en la viñeta de contratapa donde el color funciona perfectamente. No obstante, con el papel de los interiores surgen todos los problemas que mencioné más arriba.
No creo que esto sea un error que haya que adjudicarle directamente a Loco Rabia ya que muchos libros de diferentes editoriales están enfrentando los mismos problemas. Me parece más bien que es el resultado de un momento de evolución que está viviendo la historieta argentina en el que se está buscando llevar las historietas a color a ediciones en papel que puedan mantener un precio accesible.
La dificultad aumenta si tenemos en cuenta que el artista tiene que ser siempre muy consciente de las posibilidades y los límites que ofrece el soporte para el que trabaja. Mucho más difícil aún debe ser crear una obra que explote al máximo las posibilidades de lo digital y después pueda publicarse en físico sin que el libro cueste un chillón de dólares.
Hoy eso es un problema. En unos años, seguramente, lo tendremos superado porque nuestros artistas y editores siempre le encuentran la vuelta para que la historieta argentina siga viva y en constante evolución.