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Reseñamos "Ciudad", la obra cumbre de la dupla formada por Ricardo Barreiro y Juan Giménez

“Ciudad” de Ricardo Barreiro y Juan Giménez

Ayer, dos de abril de 2020, la pandemia de coronavirus nos llevó a Juan Giménez. En esta web somos muy fans de su obra y ya habíamos hablado de La estrella negra, Basura y Cuestión de tiempo. Así que como mínimo homenaje (y porque no sabemos hacer cosas mejores), escribimos esta reseña de Ciudad, una de sus obras con mayor reconocimiento dentro del mercado argentino.


Breve trayectoria editorial

Nos ubicamos en el año 1980. Hacía un tiempo que Juan Giménez había empezado a llevar sus originales a Europa y, ya radicado en Francia, produjo con Ricardo Barreriro su primera historia para el mercado galo: “La estrella Negra”. Tras colaborar con el story board, del legendario largometraje de Heavy Metal, produce las historias cortas que llevan el título genérico de War III y Puesto avanzado (ambas posteriormente publicadas en nuestro país en la primera encarnación de Fierro). Ya entre 1981 y 1982, la dupla realiza el título que hoy nos ocupa, Ciudad, la obra más larga que el dibujante había producido hasta la fecha, siempre pensada para el público francés.
Pero Ciudad tendrá la dudosa suerte, de ser la primera del grupo de obras que acabamos de mencionar que encontró un editor argentino: el intelectual Oscar Steimberg, que iniciaba la publicación de la revista Tiras de Cuero en noviembre de 1983, incluyó a la serie desde el primer número.

Tiras de Cuero puede ubicarse cronológicamente entre la deformación de SuperHumor y el nacimiento de Fierro y sigue (tal vez diría que exacerba) algunos de los lineamientos editoriales de La Urraca. Principalmente esta idea, algo antipática, de “superar la mediocridad general” ofreciendo un material más adulto y de mayor calidad. Con eso en mente, esta obra brillante y profunda de Barreiro y Giménez podía considerarse casi el buque insignia de la publicación.
¿El problema? Mientras SuperHumor y Fierro tuvieron una vida editorial lo suficientemente larga como para imprimir su impronta en la historia de la historieta argentina (en buena medida respaldadas por el éxito económico de Humor), Tiras de Cuero apenas pudo sostenerse durante tres números quincenales antes de desaparecer para siempre dejando Ciudad inconclusa.
Habría que esperar hasta junio de 1990 para que La Urraca sacara su Hora Cero y reiniciara la publicación del título, obviamente, desde su primer capítulo. También acá, la obra es una de las cartas fuertes de la revista y, también esta vez, quedará inconclusa cuando, tras el número seis, se produzca la cancelación.
Ya hemos analizado como algunos títulos que quedaban incompletos cuando cerraban publicaciones de La Urraca, se continuaban en otra revista de la editorial pero este no fue el caso de Ciudad, que tuvo que seguir esperando hasta marzo de 1992, fecha en la que, finalmente se publicó completa en un libro con portada de Ariel Olivetti.
Aunque era caro para la época, el librito fue muy bien recibido por los lectores argentinos que venían esperando la culminación de la historia desde hacía años. Además, la tirada fue mucho más reducida que la de las revistas en las que la historia comenzara a publicarse por lo que, rápida y justificadamente, se convirtió en uno de esos raros objetos de culto.
No sería sino hasta 2015 en que Doedytores e Historieteca aunaran esfuerzos para la reedición definitiva de este clásico, con el atractivo extra de incluir las páginas a color que Giménez produjera con vistas a una reedición europea que, finalmente, nunca se concretó.

Analizamos un poquito el primer capítulo

Jean vive en París, tiene un empleo tranquilo (como compañeros de estudio en una viñeta, se los ve a los propios autores), un departamento y una novia bonita. Sin embargo, Jean no es feliz y bebe para escapar de la angustia que le produce la monotonía de su vida. Como en tantos relatos de aventura, el personaje chato y aburrido se ve repentinamente envuelto en circunstancias extraordinarias que lo llevan a enfrentar peligros mortales, visitar lugares exóticos y conocer a personajes increíbles. Todo ello se verá encarnado en la ciudad fantástica y aparentemente infinita que sirve como escenario para la trama.

Guiño al lector. Los dos autores retratados como personajes secundarios.

Esta es la premisa inicial de “Ciudad” y, aunque no destaca por su originalidad, cuenta con los guiones de Barreiro que sabe llevar al lector a través de la historia y ofrecerle en cada episodio algo que lo deje, si no deslumbrado, al menos satisfecho.

El primer capítulo se va a construir fundamentalmente a partir de la contraposición entre el mundo cotidiano de París (donde pasan las cosas que ya describimos) y el espacio propio de la aventura que es La Ciudad (donde aparecen unos locos en autos modificados onda Mad Max). La conexión entre ambos mundos se dará atravesando una calle (lo que remite claramente a la teoría de los mundos cortazarianos) pero la calle en cuestión es la “Rue le Aleph”, aludiendo al cuento más conocido de J.L.Borges. Estas referencias nos dan las principales claves de lectura de la obra que se desarrollará entre la ciencia ficción y el género fantástico aunque siempre teniendo la aventura como motor de la acción.
Pero el contraste no se limita solo a los espacios y también puede verse reflejado en los dos personajes femeninos. En el mundo real, Jean está de novio con Janine, con quien tiene y cito “La misma eterna discusión”: Él la invita al cine pero ella quiere ir a bailar; ya en el boliche, él quiere alejarse de la pista para tomar unas copas pero ella prefiere quedarse bailando sola; por fin, él la invita a su departamento pero ella se niega porque está muy cansada. Para los jóvenes que no estén familiarizados con los rituales de apareamiento del siglo pasado, les brindo una pequeña explicación: él busca los lugares donde pueden tener cierta intimidad y ella lo rehuye constantemente. No obstante, aunque todas las noches terminan peleados, todas las tardes, ella vuelve a llamarlo a la misma hora para reiniciar el círculo vicioso. En apenas tres páginas, la obra logra transmitir, no solo el hastío ante la rutina sino también la sensación de una fuerte frustración sexual en el protagonista.
Mientras que, apenas entre en La Ciudad, Jean conocerá a Karen, una mujer fuerte que le salva la vida a los tiros, lo lleva al departamento de ella y le cuenta, así de una y sin mayor justificación argumental, que antes era prostituta.

Sí… Barreiro tiene la sutileza de un elefante borracho pero siempre compensa con irreverencia y una imaginación desbordante.

Analizamos el resto pero sin spoilers

En adelante, cada capítulo de Ciudad nos contará una pequeña historia autoconclusiva que ocurrirá en el marco del gran periplo de la pareja protagónica en su búsqueda de la salida. Algunos capítulos se inclinarán más hacia el género fantástico y otros tendrán un corte más definido en la ciencia ficción. Algunas de estas breves historias están muy logradas (como la reversión del flautista de Hamelin) y otras serán bastante trilladas y predecibles (como la de la secta que intenta sacrificarlos a ambos).
Lo que sí se mantiene como constante a lo largo de toda la trama es el cuestionamiento sobre la naturaleza misma de La Ciudad. ¿Es una metáfora borgeana del universo que tiene su centro en todas partes y su límite en ninguno? ¿Es todo una fantasía colectiva de miles de personas alienadas que buscan escapar de su realidad? Porque Jean no es el único que buscaba huir de su vida: Karen logró dejar la prostitución gracias a la ciudad y otros personajes también manifiestan haber llegado ahí huyendo del fracaso o el olvido.
¿O es acaso una zona en la que se cruzan todos los universos ficcionales y así se entiende la aparición de personajes provenientes de otros textos como las criaturas de Lovecraft, el arca de Noe, los monstruos del cine clase B o el mismísimo Juan Salvo?
Todo confluye en el capítulo final (justamente, el cruce con El Eternauta) en el que llegan a preguntarse si no serán personajes de una historieta en una viñeta que reproduce la página proyectada fractalmente en abismo.
¿Que eso ya lo viste en Animal Man? Puede ser, pero tengan en cuenta que estamos hablando de 1980.

La maestría insuperable de Giménez para plasmar todos los climas.

Dos detalles sobre este capítulo final: Obviamente, la aparición del mayor clásico de nuestra historieta fue vista por algunos como un lindo homenaje, mientras que otros lo consideraron una falta de respeto. Pero eso pasa siempre. Yo creo que es un cierre perfecto para la obra, si en La Ciudad confluyen todos los universos y líneas temporales, el viajero de la eternidad tenía necesariamente que haber pasado por ahí. Le aporta, además, otra clave de lectura que retrospectivamente resignifica la obra y nos hace volver atrás buscando otras intertextualidades con El Eternauta.
El segundo detalle es que esa metatextualidad que acá se insinúa apenas en una viñeta, va a ser un tópico recurrente en Ciudad II una secuela de calidad muy inferior que surgiría varios años después. Aún una idea tan amplia como la de Ciudad es difícil de revisitar sin provocar cierta sensación de repetición y, aunque considero a García Durán un profesional de primer nivel, los zapatos de Juan Giménez son imposibles de llenar. Solo diré que en esa segunda parte hay un gordito friki que todo el tiempo les advierte a los personajes de los peligros que le acechan porque los está leyendo en una historieta.

Evaluación final

Tal vez, pueda parecer que lo hasta aquí expresado resulte contradictorio. Por un lado hablamos de una obra “imprescindible”, “de culto”, “un clásico”… y sin embargo en el análisis no estaríamos fundamentando tanto elogio. La causa de esa aparente contradicción es que hemos analizado principalmente el guion pero Ciudad deslumbra, sobre todo, por el arte.

Todo El Eternauta resumido en una doble página increíble

¡Ojo! La considero una de las mejores historias de Barreiro, de las más profundas y jugadas, pero lo de Juan Giménez está totalmente fuera de escala.
Los europeos le reconocían los rasgos de los grandes genios de su época… tipos como Moebius o Bilal. Los argentinos sabíamos ver también las influencias de los grandes artistas locales como Solano López y Lucho Olivera. La verdad es que las páginas de Juan pueden ponerse al lado de las de las mejores de los grandes maestros y estoy seguro de que podría enseñarle un par de cosas a cualquiera de ellos.
La maestría en el trazo con la rotring: la formación en dibujo técnico que nos asombra en la creación de fondos, vehículos y máquinas; la precisión en el detalle; la perfección de la anatomía; la expresividad del gesto; la espectacularidad y el dinamismo de la acción… SIEMPRE TODO en Juan Giménez está bien y está muy por encima del promedio de cualquier mercado.

Posteriormente, con Basura, Cuestión de Tiempo, El cuarto poder y, fundamentalmente con su obra más larga y vendida que fue La Casta de los Metabarones, alcanzará la consagración absoluta como un maestro del color.
Pero esta Ciudad tiene algunas de sus mejores páginas en blanco y negro. Y seleccionar las mejores páginas de un artista de la talla de Giménez es como elegir los diamantes más perfectos en las minas del Rey Salomón.

Ayer se nos fue y todo el homenaje que hoy podamos expresar resultará insuficiente. Nos queda una obra enorme. Ojalá sepamos disfrutarla y apreciarla como se merece.

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