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Portada de Historias del Bar de Muñoz y Sampayo
Como complemento a nuestro análisis de Alack Sinner, analizamos también Historias del Bar de José Muñoz y Carlos Sampayo

“Historias del bar” de Carlos Sampayo y José Muñoz

Advertencia: Lo primero que es necesario aclarar es que una reseña detallada de estas historias llevaría muchísimo más espacio del que aquí vamos a dedicarle. Esta nota fue pensada desde el principio como un anexo a las otras cuatro que le hemos dedicado al análisis minucioso de Alack Sinner de José Muñoz y Carlos Sampayo y resulta tremendamente incompleta sin leerla en ese contexto.

Breve historia editorial

La mayoría de las historias del bar fueron producidas durante el primer hiato que tuvo la serie de Alack, es decir, entre 1978 y 1981. De este periodo son: “Pepe el arquitecto”, “Wilcox & Conrad”, “Historias oxidadas”, “Ella”, “Quinta historia”, “Episodios amistosos” y “Rasgos de Stevenson”. Las próximas tres, “Tenochtitlan” (1983), “Dibujitos” (1984) y “El bar” (1985) se irán intercalando con los álbumes del blondo detective que había regresado al ruedo. Todas ellas tuvieron su primera edición en la italiana Alter Linus y publicaciones posteriores en Raw, Charlie Mensuel, A Suivre, El Víbora, Totem, SuperHumor y Fierro.

Jonathan Jones, mi secundario favorito


En 2002, la francesa Casterman publicó directamente en álbum las historias “Asuntos económicos”, “Chez Jeannette”, “Cuatro viejos y un café”, “Nadie” y “Ola tras ola”. En esta ocasión, se aprovechó para reeditar todo el material anterior en dos tomos que cuentan con la curaduría de los propios autores. Esta se convierte, por lo tanto, en la edición definitiva de la serie, es la que sigue Planeta de Agostini para su publicación en castellano de 2005 y es en la que nosotros nos vamos a basar dado que, a la fecha, no existe una edición argentina.

Continuidades y rupturas

Habitualmente, se considera a esta serie como un desprendimiento (spin off le dicen ahora) de Alack Sinner y no está mal. Cada vez más, las historias de Alack se trataban de lo que le pasaba a otra gente, cada vez más, el supuesto protagonista se veía desplazado al rol de personaje secundario o de mero espectador, por lo que tenía sentido que, en un punto, las historias se independizaran de él. Ese elemento aglutinador que representaba el personaje, será reemplazado por otro mucho más tenue que es el espacio del bar.
Muchos elementos estéticos y estilísticos de los que ya hemos analizado en la serie principal tendrán, por lo tanto, una continuidad lógica aquí aunque algunas características se verás atenuadas y otras exacerbadas. Lo central, que es el estilo de Muñoz y Sampayo y su evolución a lo largo del tiempo, se refleja en ambos títulos.

Al diablo el verosímil realista


Veamos algunos ejemplos:

  • En el primer periodo de Historias del Bar, se multiplica un rasgo típico de Alack Sinner: las viñetas pobladas de personajes secundarios y extras que sostienen sus propios diálogos entrecortados sin ninguna conexión con la historia principal que se está contando. De hecho, para acentuar su carácter polifónico, la primera historia de la serie abre con una escena de dos páginas completas de este recurso. Las historias producidas en este siglo, suelen simplificar la composición de la viñeta y ya no serán comunes esas escenas atiborradas de gente en ninguno de los dos títulos.
  • En “Pepe el arquitecto” aparecen algunas de esas viñetas en las que la mancha negra será reemplazada por una maraña de líneas caóticas. El mismo recurso que apareció en “Chispas” y tuvo especial peso en “Constancio y Manolo” para diferenciar las escenas del flashback. Al igual que en la serie principal, posteriormente, el recurso será abandonado.
  • Ambas series simultáneamente atravesarán el “periodo negro” en el que pareciera que muchas viñetas se dibujaban en negativo, trazando con blanco sobre fondo negro. El recurso seguirá presente en Alack hasta comenzados los noventa, aunque Historias del Bar había entrado en un hiato desde 1985.
  • Una vez más, ambas series experimentan una transformación visual post 2001. La mancha es más suelta y menos omnipresente, la línea gana un poco de terreno y hasta se observa alguna pincelada seca que rompe el, durante décadas, excluyente blanco y negro pleno.
  • Habíamos visto que el expresionismo de Muñoz sometía a los personajes a un nivel de deformación cada vez mayor hasta encontrarnos con algunos extras de aspecto grotesco o monstruoso. Este recurso, también se verá llevado a un límite en esta serie. Así en “Dibujitos” aparece un personaje que, literalmente, tiene cara de tigre y en “El Bar” uno cuyo rostro es la palabra “Babieca” y otro cuya boca es, notoriamente, un orificio anal. Mención aparte merece el protagonista de “Rasgos de Stevenson”, un hombre sin rostro al que cada personaje lo ve con una cara distinta.

Los problemas del género

Como vimos en el análisis de Alack, llegó un momento en el que los autores sintieron la necesidad de alejarse de las convenciones de la novela negra que limitaban las historias que querían contar. Esta necesidad plantea un punto de quiebre en la serie que se traduce en el plano de la ficción en “Ciudad Sombría” (1976-77) cuando el protagonista abandona su profesión de detective para convertirse en taxista.
La aparición de Historias del Bar al año siguiente, permite realizar un doble desplazamiento: Por un lado, se pueden contar historias más realistas en tanto que no están atadas a las fórmulas del género (planteo del caso, investigación, resolución). A partir de ahora, las cosas pueden simplemente suceder y ser mostradas inmersas en el caos propio de las vidas cotidianas que se intersectan en una gran ciudad. Historias pequeñas, pedazos de vida de gente rota y derrotada. A este grupo pueden pertenecer relatos como “Pepe el arquitecto”, “Historias oxidadas”, “El bar”, “Dibujitos”, “Cuatro viejos y un café” o “Nadie”
Pero, al mismo tiempo, abandonar el policial permite incorporar y mezclar alegremente, elementos de otros géneros menos realistas como el cuento extraño, el fantástico o el realismo mágico. Algunos ejemplos podrían ser el ya mencionado “Rasgos de Stevenson” donde se mezcla el tema del doppelgänger con una especie de hombre invisible; otro caso puede ser el de “Quinta historia” en el que Mike Weiss comienza a comer y engordar exageradamente tras enterarse de que su padre tiene cáncer, o “Ola tras ola”, en el que un misterioso personaje recorre Nueva York en bicicleta pintando una frase en italiano que profetiza el atentado a las torres gemelas.

Una obra maestra en cada viñeta de “Tenochtitlán”


Dentro de este mismo grupo podríamos pensar a “Tenochtitlan”. Y es que la historia de un director de cine alemán que para lograr el mayor realismo documental de su filme, deja morir a algunos extras mexicanos parece sacada del grotesco o del teatro del absurdo. No obstante es una referencia inequívoca al polémico Werner Herzog, conocido por las condiciones extremas a las que somete a los actores durante el rodaje de sus películas.

Todos los bares, el bar

Una de las primeras cosas que me llamó la atención al comenzar la lectura de esta serie es que no me parecía que el bar de Joe fuera el mismo que venía viendo en la serie principal.
En “Conversando con Joe”, el bar parecía un lugar pequeño y casi íntimo: una pequeña vidriera en mitad de cuadra que rezaba “Joe’s Cab”, tres pasos desde la entrada hasta la barra y una rockola de monedas. El lugar donde uno puede sentarse a tomar una cerveza y conversar con el barman porque apenas entran clientes.
Acá rápidamente se muestra como un espacio más amplio que da cabida a una cantidad mayor de público y que suele tener números musicales en vivo. El local se dibuja en una esquina y el cartel dice “Joe’s Music Bar”. Esto les permite a Muñoz y Sampayo meter más personajes de fondo y darse el gusto de escribir y dibujar esas viñetas maravillosas de músicos en el escenario que, años después, serían uno de los atractivos principales de Billie Hollyday. Pero este cambio también cumple la función de mostrarnos que incluso esa tenue cohesión que aportaba la presencia del bar había que tomarla con pinzas.

Letra y música que siempre acompañan al desarrollo de la trama


El primer álbum es, predeciblemente, el más conservador en este sentido. Fue publicado por primera vez por Casterman en 1981 con el título de Le bar à Joe y es el más fuertemente cohesionado. Pepe, el protagonista de la primera historia, es un empleado de Joe y casi la mitad de las páginas ocurren en el bar. En la segunda y la tercera historia, aunque las tramas son totalmente independientes, los encuentros principales de los personajes se darán en el bar. La cuarta entrega, “Ella” será la que más haga por unir a todas las anteriores y hacerlas funcionar como una serie ya que la protagonista es una fotógrafa que, a lo largo de los años, retrató a muchos personajes de los capítulos anteriores e incluso a Alack, Enfer y otros de la serie principal.
El capítulo final del álbum, directamente, llevará como título “Quinta Historia”, declarando en el nivel textual que por encima de todos estos episodios autoconclusivos había una estructura narrativa mayor. Curiosamente, a nivel argumental, es en el que el bar resulta más irrelevante.
El segundo álbum, Histoires amicales du bar à Joe, ya se asume mucho más como una recopilación de historias cortas en las que el bar puede tener (o no) alguna importancia. También hay que tener en cuenta que estas historias se produjeron en simultáneo con algunos de los más famosos álbumes de Sinner, por lo que tardaron seis años en aparecer y ser recopiladas en un tomo.
Pero la cosa termina de irse al diablo en el tercer libro. Para alegría de todos, Muñoz y Sampayo regresaron a Sinner en 2000 y al Bar en 2002 pero la perspectiva ya sería totalmente distinta. A los maestros ya no podía aplicársele ninguna regla. Ni siquiera las que ellos mismos se plantearon en algún momento.
“Asuntos económicos” va de un tipo que entra a un bar en Argentina buscando un taxi. En el “Bar de dorapa” hay tres taxistas que prácticamente lo secuestran y proceden a dirimir quién se queda con el viaje a golpes de puños, botellazos y tiros. Cabe destacar que las peleas son muy dinámicas y a veces rompen el estilo general de la serie y representan la acción en un tono cercano a la violencia de las caricaturas o del humor gráfico. Mientras tanto, una voz en off, que se mezcla con los pensamientos del protagonista, reproduce una entrevista de Harold Bloom sobre los clásicos de la literatura y su canon occidental. La vanguardia es así.

Gracias por tanta magia, genios


No voy a sintetizar cada argumento pero baste decir que la segunda historia ocurre en Paris, la tercera en Barcelona, la cuarta en un barco en altamar y la quinta en Nueva York. Obviamente, solo en esta última aparece el bar de Joe. Por eso el título es “En los bares”. El bar que al principio actuaba como elemento aglutinante se convirtió en un universal porque en cualquier ciudad del mundo existen barcitos como ese donde las vidas se cruzan y surgen las historias. Eso es lo importante.

Resumiendo

Historias del Bar es ni más ni menos que la dupla creativa suprema del universo contando las historias que quieren contar como se les da la gana de contarlas. La falta de una estructura dada por el tema o el género le da a los autores la mayor libertad artística y experimental para crear sin límites y sin red.
No es de extrañar, por lo tanto, que entre estas páginas se encuentren algunos de los trabajos más aclamados de la pareja.
No obstante, cabe aclarar que la serie es mucho más heterogénea (en todos los sentidos) que Alack Sinner. A cualquiera que le haya gustado “Viet Blues” yo le puedo asegurar que le van a gustar todas las entregas siguientes de Sinner.
Acá la cosa es mucho más diversa y cada nueva historia te puede encantar o no. Personalmente, considero que tiene momentos sublimes y algunas joyas que están entre las mejores de la historia del medio: “Pepe el arquitecto”, “Wilcox & Conrad”, “Historias oxidadas”, “Tenochtitlan”, “Dibujitos” y “Nadie” son mis favoritas pero cada uno según su sensibilidad y sus gustos, puede arrimarse a la barra, descubrir sus historias preferidas, desgustarlas despacio o de un trago y enamorarse de ellas.

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“Historias del bar” de Carlos Sampayo y José Muñoz

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