Portada de Domingo a la tarde de Camila Torre Notari
Reseñamos "Domingo a la tarde" de Camila Torre Notari, publicado por Maten al Mensajero

“Domingo a la tarde” de Camila Torre Notari

Domingo a la tarde de Camila Torre Notari editado en julio de este año por Maten al Mensajero es, para mí, un libro totalmente alienígena.
Y está bien.

Cambios: De la autobiografía al costumbrismo

Quienes vengan siguiendo la trayectoria de la autora, seguramente habrán leído los otros libros editados por Maten: El ángel negro, El año en que conocí a Naritzutis y Gira de pizzerías. O Es posible que esas lecturas previas les sirvan como anticipo de lo que se pueden encontrar acá, aunque no del todo.
Los títulos antes mencionados entroncan explícitamente en el género autobiográfico que explotó en nuestro país a partir de la experiencia de Historietas Reales y pueden considerarse manifestaciones tardías de ese fenómeno. Por aludir al elemento más básico del pacto autobiográfico, el personaje principal se llamaba “Cami” y, aunque estaba rodeada de un elenco de secundarios, su protagonismo resultaba claro.
Acá la cosa cambia. Por un lado, hay cuatro historias, cada una protagonizada por alguien distinto por lo que el protagonismo se atomiza. Como personaje articulador, tal vez, el más presente sea Carmen. Pero Carmen (por más que suene parecido) no es Cami. Tal vez pudiera remitir a la Cami fanzinera de la adolescencia pero no a la Camila Torre Notari de treinta y pico de la actualidad. Este es un elemento interesante para analizar y lo haremos en el próximo subtítulo.
No obstante, me interesa dejar claro que lo mínimo de las anécdotas narradas, lo cotidiano de los diálogos y las situaciones abordadas hacen que (siempre dentro del plano ficcional) todo transcurra dentro de los márgenes de un realismo costumbrista que guarda una perfecta continuidad con sus obras anteriores.
Es como Pulp Fiction pero sin violencia. “Tiempos pacíficos” la podríamos llamar, aunque el título funciona muy bien porque el domingo a la tarde es justo el momento de la semana en el que parece que no pasa nada y eso aplica perfectamente al ritmo descomprimido del relato. No obstante, cada capítulo tiene su pequeña anécdota, su mínima epifanía y su aporte lírico/surrealista en las escenas oníricas.

Las primeras viñetas ya nos permiten apreciar el estilo de la autora

Otra novedad se da en el abandono del tercer color que caracterizaba a los libros previos y que acá fue sustituido por una lindas aguadas. Personalmente, considero que el cambio aporta mucho en profundidad y complejidad al estilo de la dibujante ya que la aguada es mucho más expresiva y alcanza una variedad de matices y semitonos muy superior a los que se podían lograr con el amarillo.

Referencias y cruce generacional

Recién hablábamos sobre las edades de los personajes en relación con el género autobiográfico.
La autora no es la adolescente, pero tampoco la madre ni mucho menos la abuela. La lectura en clave autobiográfica parece, pues, quedar obturada.
No obstante, hay una alternativa: Nadie nos dice que la historia transcurra en el presente. Aquí se pueden recoger anécdotas y recuerdos de otras épocas.
Veamos… por un lado los personajes son totalmente actuales: mujeres liberadas, progres y empoderadas. La abuela se va de viaje a Rusia con una amiga y deja al caniche en una guardería canina (la amiga, directamente, lo dejó al marido esperándola en casa); la madre es una mujer hiperactiva que además de trabajar, cocina, lleva al nene a fútbol, contrata al plomero, visita amigas y se hace tiempo para entrenar, pero además es re canchera y no le hace ningún cuestionamiento a su hija adolescente que se pasa las madrugadas en un bar o tomando birra en una esquina con amigos.
Todo esto solo podemos ambientarlo en el presente.

El plano de los sueños aparece reforzado por la aguada en los márgenes


No obstante, hay varias referencias y detalles que nos permitirían justificar el atrasar bastante el calendario e, incluso, proponer algún anacronismo.
Comencemos por las referencias:
Los personajes discuten teorías sobre Evangelion (1995/96) y mencionan que hay que ver “la” película, supongo que en referencia a The end of Evangelion (1997) aunque actualmente hay varios filmes más que no aparecen mencionados.
Los fanzines que hace Adriano son sobre Marley y Natalia Oreiro, dos personajes televisivos de fines del siglo XX que (aunque hace muchos años que no tengo tele) quiero creer que habrán pasado de moda hace mucho tiempo.
Las chicas dicen haber visto muchas veces Kill Bill de Quentin Tarantino (2003).
Mateo quiere ir a ver Los Caballeros del Zodiaco contraatacan (1988) al cine Ateneo. El nombre del cine es muy genérico pero si se refiere al Ateneo-Splendid de Recoleta, funcionó como cine solo entre 1982 y 1999. Desde el 2000, como todos sabemos, es una librería.
En cuanto a los detalles:
Russi avisa que llegó bien a casa llamando a un teléfono fijo en lugar de mandarle directamente un mensajito al celular de la amiga.
Carmen hace diez fotocopias de su fanzine por treinta pesos. Hoy una sola fotocopia sale $100.
El viaje al cine lo hacen en un tren diesel y van sentados en el estribo. Los trenes eléctricos actuales tienen puertas automáticas.
En conclusión, parecen personajes actuales viviendo entre los noventa y principio de los 2000.

Mis dos centavos

Pero, entonces… ¿Por qué empecé diciendo que la obra me resultaba tan extraña?
Finalmente, las historias son cotidianas, las referencias y la ambientación me resultan totalmente familiares.
Lo que es claramente actual es la forma que tiene Torre Notari (y el editor, Santiago Kahn) de pensar la historieta… La libertad con la que decide que esas anécdotas mínimas no ocupen una doble tira sino 120 páginas; la libertad de adoptar un estilo gráfico cercano a la ilustración infantil en un libro orientado a otro público; la libertad de meterle, no solo portadillas a cada capítulo, sino también unas páginas finales en las que la estructura se va descomprimiendo hasta llegar a una sola viñeta como el fade out de una canción; la libertad de dibujar 24 páginas con los sueños que tienen los personajes mientras duermen y que no aportan absolutamente nada al desarrollo de la acción; o la libertad de invertir el sentido de la prueba en el test de Bechdel de modo que todos los diálogos significativos del libro se den entre dos mujeres.
Una libertad que da la sensación (seguramente engañosa) de ser absoluta. Como la del pibe que publica su fanzine sin que le importe nada más que hacer lo que le gusta… pero en un libro de circuito comercial.
Y siendo totalmente honesto, tengo que decir que me cuesta conectar con este tipo de historias, me cuesta conectar con el dibujo y con la estructura narrativa. Todo en este libro me resulta extraño y desnaturaliza mi lectura. Y, como dije al principio, está bien.
¿Por qué insisto en esto?

Una de las más bellas epifanías del libro conecta con “El ángel negro” y el poder sanador de las mascotas


Porque en el mercado argentino actual ya hay muchísimas publicaciones que apuntan a tipos cuarentones como yo. Vivimos un boom de rescates, reediciones y un aluvión de productos (dentro y fuera del mundo de la historieta) que apelan al factor nostálgico como su principal argumento de ventas.
De más está decir que me haría muy feliz si Papá Noel me dejara en el arbolito el Year One deluxe de Ovni Press, el álbum de figuritas de Robotech, o la versión Playmovil de la camioneta de Brigada A. Pero todos esos productos no dejan de ser una muestra de que el mercado de las figuritas, los juguetes y las historietas están teniendo serios problemas para captar público entre las generaciones jóvenes.
La gran apuesta de Camila Torre Notari y de Maten al Mensajero es que deciden no hablarme a mí. No hablarle al público mayoritario y casi inercial que tiene actualmente el mercado de la historieta argentina. Y rectifico lo que dije antes: no está bien; está perfecto.
Está perfecto hablarle a las mujeres (que fuera de la historieta son mayoría entre el público lector) y hablarle a las generaciones que no llegaron a leer ni Fierro ni Skorpio. Porque más temprano que tarde, los viejos que venimos bancando la historieta argentina desde hace cuarenta años nos vamos a morir (o nos vamos a jubilar y no vamos a tener plata ni para remedios) y entonces, va a ser fundamental que haya una generación de lectores de recambio para que esta forma de expresión no se muera con nosotros.
Tal vez resulte que esa nueva generación haya crecido y formado su máquina lectora con obras como Domingo a la tarde de Camila Torre Notari.
Ojalá así sea.

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