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“El dormilón” de Rodolfo Santullo y Carlos Aón

Mientras esperamos la salida de El Dormilón: La caravana, aprovechamos para reseñar la primera entrega de esta saga de Rodolfo Santullo y Carlos Aón, publicada por Loco Rabia y Grupo Belerofonte en 2016 como la entrega 36 de la Colección Charquito.

Receta magistral

Pocas cosas han atraído tanto la atención de la teoría literaria (y cinematográfica y de cualquier otro tipo de relato) como el tema de los géneros, sus tópicos y sus límites.
Pocas cosas le gustan más a los verdaderos artistas que pasarse todos los tópicos y los límites por los fundillos y crear cosas nuevas que escapen a las teorías establecidas.
Por definición o por necesidad, las teorías resultan reduccionistas. Por su naturaleza, el arte como expresión de la creatividad humana resulta irreductible.
No obstante, esta relación no siempre tiene que ser mala. Si los artistas no sienten a los géneros como un mandato que los limita, pueden convertirlos en una herramienta más a su disposición, mezclar un poquito de esto con un poco de lo otro y una pizca de lo de más allá para lograr un resultado fresco y nuevo.
Eso hicieron Santullo y Aón desde que planificaron El Dormilón y empezaron a publicarlo de a una página por semana en el E-Zine de Loco Rabia.

El universo ficcional corresponde a la ciencia ficción distópica en su vertiente postapocalíptica. El mundo se fue al garete y nuestros personajes serán un grupo de sobrevivientes encerrados en un edificio y aislados del mundo exterior en el que imperan los salvajes madmaxes caníbales.
Sin embargo, ya en la cuarta página descubrimos que el conflicto es un crimen y cuando comienza su correspondiente investigación, tenemos los elementos básicos de un policial.

La maestría de Santullo y Aón haciendo que el lector vaya descubriendo el mundo junto con el protagonista

Me dirán que la combinación de estos dos géneros ya se venía planteando durante todo el desarrollo del ciberpunk en obras de culto absoluto como Neuromancer de William Gibson o Blade Runner de Riddley Scott. Pero, mientras el ciberpunk abreva del policial negro con el protagonista duro, violento y amoral que se enfrenta a la sociedad corrupta y decadente, El Dormilón incorpora muchos elementos del policial clásico: El misterio del cuarto cerrado, el número limitado de sospechosos, el investigador amateur y accidental, y una investigación más basada en la racionalización de las pistas y los testimonios que en los tiros y las piñas.

Yo veo al futuro repetir el pasado

Si quedó claro que la estructura principal del libro es la de un policial de enigma, se entenderá que no puedo anticipar muchos elementos argumentales sin arruinar la experiencia de lectura.
No obstante, sí quiero hablar un poco sobre la construcción del contexto y los personajes que nos presenta este El Dormilón porque, como toda buena obra de ciencia ficción, nos inventa un futuro pero sin dejar de reflexionar sobre algunos problemas de nuestro presente.

Al volverse demasiado peligrosa la vida en el exterior, este grupo de personas decide encerrarse en el gigantesco edificio que sirve de locación a toda la historia. Antes saquean todos los negocios cercanos para reunir la mayor cantidad posible de mercadería pero, una vez que se atrincheren, ya nada volverá a entrar o salir.
Este punto de partida permitirá escenificar algunos de los conceptos básicos de la teoría económica liberal como la idea de los recursos limitados o la teoría del valor basada en la escasez. Porque la mercadería va a empezar a escasear y surge la pregunta: ¿Qué estarías dispuesto a hacer a cambio de un paquete más de arroz si tu supervivencia depende de ello?
Cuando esta comunidad cerrada comenzó a funcionar, a cada uno se le asignó un rol acorde a su experiencia previa y a sus capacidades. Fabián dice que Octavio (el personaje más diplomático) y Marcel (el ex policía) llevan veinte años disputándose el liderazgo del grupo. Pero en su disputa por el poder simbólico, dejaron que se les escape el poder real delante de las narices desde el momento en que nombraron a Luis (un personaje oscuro y secundario) en un puesto aparentemente menor: encargado de la despensa.

Los límites de la política en el post-apocalipsis


Si los recursos eran de todos, ¿Cómo llegaron a la situación en la que Luis podía concederlos o negarlos discrecionalmente? ¿Por qué nadie más que él sabía cuantas reservas quedaban? ¿Por qué podía exigir favores a cambio de algo que de buen principio no le pertenecía? ¿Cómo habían llegado todos a permitirlo y aceptarlo?
La respuesta sería que al organizar las relaciones comunitarias dentro del edificio, las personas replicaron las estructuras que conocían y que tenían naturalizadas, es decir las de la injusticia y la desigualdad de nuestra sociedad actual.
Ante esta situación, Marcel repetirá el mantra del neoliberalismo:

“Mientras sean arreglos privados y todos queden contentos, no veo nada malo en ello”

Octavio, por su parte, aunque sea tardíamente, reconocerá que cometieron un error:

“El mundo había cambiado tanto afuera y tan poco acá adentro”

El cuestionamiento no va más allá de esto porque el libro pretende contar una historia y no ser una metáfora de las injusticias a las que nos conduce el principio de propiedad, pero es súper importante que el conflicto se desate a partir de la reproducción de los vicios de nuestra sociedad actual. De esta manera, podemos sentirlo en carne propia, entender a los personajes y empatizar con ellos por más exótico que nos resulte el universo ficcional propuesto.

Aón, Aón, qué grande sos

Personalmente, he expresado mi devoción por el arte de Carlos Aón en otras oportunidades (como en estos Tres Baert al hilo).
Acá, lo mejor que puedo decir sobre su dibujo es que demuestra que es un profesional que en sus años de experiencia ha llegado a entender profundamente el medio, sus características y sus recursos. Cada decisión estética que toma es una decisión acertada y lo es, simplemente, porque el tipo sabe.
Sabe perfectamente diseñar personajes que resulten reconocibles desde la primera viñeta. El Dormilón con su pijamita blanco con capucha sería un ejemplo genial, pero también lo son detalles más sutiles como que estemos todo el libro preguntándonos cómo se hizo Marcel esa cicatriz en la cabeza.
Sabe mover a los personajes por el espacio y que el relato fluya sin necesidad de texto (el primer capítulo es una clase magistral de eso) pero también sabe hacer visualmente interesantes a las páginas y páginas de gente hablando.
Sabe hasta donde forzar la estilización para que los personajes sean frescos y dinámicos pero sin perder profundidad y verosimilitud.
Sabe cuando mantener el trazo limpio y cuando ensuciarlo con alguna textura.
Sabe que la portada tiene que vender y se mandó una de las mejores tapas de los últimos años sin perder la fidelidad con el contenido del libro.
Incluso ha sabido colorearse a sí mismo dotando a cada escena y cada espacio de una atmósfera pero con un conocimiento tal de los distintos soportes del medio que El Dormilón funcionó perfectamente tanto en digital como en físico.

Construir atmósfera con el color. Construir tensión con los diálogos.

Y de todo lo que Aón sabe y de todo lo que sabe el maestro Santullo (que sería muy largo de enumerar) resulta que El Dormilón haya tenido no solamente distribución en Argentina y Uruguay, sino también ediciones en Chile, Estados Unidos, China y que la edición francesa (a cargo de iLatina, la editorial de Thomas Dassance) haya formado parte de la Selección Oficial Fauve D’Or en el Festival de Angouleme del 2023.
En este momento, para manija de todos, está en preventa la segunda aventura ambientada en ese mundo: El Dormilón: La Caravana. Todavía no sé de qué manera se relaciona con la primera ni como será el reencuentro con los personajes pero ya tengo unas ganas bárbaras de saberlo.

Facundo Vazquez

Profe de literatura proveniente del conurbano profundo. Ama la historieta, su historia y es nuestro embajador en Croacia.

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