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Zaffino
Repaso por la obra de un grande que se nos fue muy pronto: Jorge Zaffino.

Jorge Zaffino: Una llama que se encendió temprano y se extinguió demasiado pronto

Jorge Zaffino nació en 1959. Fue discípulo del artista plástico Julio Jáuregui ya que desde muy temprana edad demostró una gran pasión por la ilustración y la pintura. Entre los referentes reconocidos de su etapa de formación académica están Rembrandt, Velázquez, Howard Pyle, Cézanne, Caravaggio y Vermeer, artistas a los que estudió y copió para entender sus técnicas, su forma de representar la luz y como esta incide en el volumen de los cuerpos. No obstante, y de manera casi simultánea, también estudiaba a los grandes maestros de la ilustración y el comic americano como Harold Foster, Frank Frazetta, Alex Toth o Gene Colan.
Zaffino comenzó a trabajar como asistente de los hermanos Villagrán a los dieciséis años y tiene su primera publicación profesional antes de cumplir los dieciocho. Durante su carrera cultivó y perfeccionó una variedad de estilos, trabajando para el mercado argentino, europeo y norteamericano. Tuvo periodos de producción desmesurada y otros en los que casi no publicaba nada durante meses. Falleció muy joven, con apenas cuarenta y tres años pero en los últimos diez años de su vida casi no había publicado nada relevante.

¿Cómo se explica todo esto?

No es sencillo. Antes que nada, no es sencillo acceder al material publicado en tres continentes y tres idiomas diferentes. Otra complicación radica en que, en esa época, había pocos medios especializados y, además, él no era muy amigo de conceder entrevistas, por lo que hoy resulta muy difícil obtener información de primera mano. De modo que reconstruir esta semblanza fue un trabajo casi detectivesco en el que tuvimos que recurrir al testimonio de personas que lo conocieron, que trabajaron con él y que, amablemente, se prestaron a aportarnos algunos datos.
Vaya pues el agradecimiento a Javier Doeyo, Marcelo Basile y Andrés Accorsi que tuvieron la gentileza de ayudarme en esta investigación.

Una última aclaración: esta nota no pretende ser un índice de lectura por lo que solo nos concentraremos en las obras que resulten relevantes para entender la evolución del estilo y las técnicas de trabajo del autor. Así, la enorme mayoría de las historias cortas (e incluso algunas series) no serán analizadas.

1976-1977 “Nippur” con guiones de Robin Wood y Ricardo Ferrari

Como era habitual en la época de producción industrial de historietas en Argentina, Jorge Zaffino ingresó al oficio buscando trabajo como ayudante de otro artista consagrado. En este caso, primero se acercó al estudio La Oficina (de Massaroli, Mulko y Lito Fernández) pero, finalmente, quedó en el estudio Nippur IV de Robin Wood y los hermanos Villagrán.
Los estudios eran una forma habitual de optimizar el trabajo en aquellos tiempos de producción masiva porque permitía que los artistas compartieran un espacio, materiales, ayudantes y (sobre todo) que colaboraran trabajando a cuatro manos cuando había que cumplir con una fecha de entrega demasiado próxima.

Lo que no era habitual y denota el enorme talento del que estamos hablando, es que un muchacho de apenas dieciocho años acabe dibujando la serie más vendedora, del guionista más popular de ese momento.

Nippur.

Después de dos años en los que empezó lavando pinceles, fue formándose y demostrando que era capaz de grandes cosas, en el número 377 de D’Artagnan, Jorge sale a jugar en las ligas mayores con la historia “El loco”, nada menos que en “Nippur de Lagash”.

Fiel discípulo de la escuela clásica argentina, Zaffino dibuja a lápiz y entinta a pincel. Aún las líneas más finas y las tramas más complejas suelen resolverse a pincel lo cual dota al trabajo de una expresividad y una riqueza de trazos imposible de lograr con pluma. Las tramas suelen superponerse en varios niveles, combinando lineas rectas con otras más orgánicas. Finalmente, la témpera blanca, se usa no solo para corregir y destacar blancos sino también para superponer nuevas tramas con lo cual se logra esa complejidad barroca tan característica de sus maestros, los hermanos Villagrán.
Otros recursos característicos del dibujante en esa época serán el salpicado con cepilo, el estampado con un trapo entintado y la impresión de huellas digitales hecha directamente con los dedos.

Si bien su nivel es increíble para su edad, sus primeras páginas adolescen de cierto estatismo en algunas poses. Es cierto que la narrativa de Robin y las exigencias formales de la editorial no siempre daban lugar para un gran lucimiento de los artistas. Muchas páginas de esta época tienen entre doce y dieciséis viñetas y encima están llenas de texto, no obstante, Jorge logra aprovechar esos espacios mínimos para crear imágenes muy efectivas. Lo más probable es que en varias páginas no dibuje ni un fondo, pero siempre es capaz de construir una atmósfera que le dé profundidad a la escena.
También es cierto que, como el coloreado de Columba destruía cualquier trabajo más o menos sutil, el dibujante se aplica mucho más en los capítulos que sabe que se publicarán en blanco y negro.
Aunque, tal vez, lo más notable sea lo rápido que su estilo se perfecciona y evoluciona en esos meses. En menos de un año, sus viñetas dan un salto adelante de una década, tanto que en sus últimos capítulos en esa serie, casi parece otro dibujante. Demuestra que asimiló el estilo de los Villagrán pero lo llevó a una síntesis mucho más dinámica, moderna y contrastada. Incluso el aspecto físico de Nippur parece cambiar, al darle un cuerpo más musculoso, casi como el de un fisiculturista.
Lamentablemente, estos capítulos de “Nippur” no serán los más memorables en materia de guiones. El héroe atravesaba uno de esos periodos de historias intrascendentes en las que en cada entrega llegaba a un pueblo, vivía su aventura, derrotaba a los malos, tenía sus meditaciones filosóficas y fin. Al mes siguiente, otra vez lo mismo.

Robin decide entonces poner al personaje en una pausa de seis meses para volver con todo con una nueva saga totalmente icónica y relevante: la pérdida del ojo. desgraciadamente para Zaffino, en ese regreso glorioso asumirá los dibujos Carlos Leopardi mientras que él estaba haciendose cargo de una serie nueva: “Kayan”.

1977-1978 “Kayan” con guiones de Robin Wood

Al congelar a Nippur, Columba le ofrece a Zaffino lo que podría considerarse el sueño de cualquier dibujante de la editorial: crear su propia serie desde cero con guiones de Robin Wood.

Kayan.

El nuevo personaje se llamará Kayan y es un descendiente de macedonios cuyo pueblito fue arrasado durante la invasión de los hunos. Eso da comienzo a la trama de venganza (siempre postergada por innumerables aventuras que surgen en el medio) típica de los guiones de Robin. Con la melena y el bigotazo rubio de Hulk Hogan, Kayan será uno de los tantos clones de Nippur con los que la historieta argentina intentó replicar el éxito de El Errante, sin conseguirlo jamás.
Para Zaffino, comenzar un nuevo título representaba la gran ventaja de que Robin no tenía que mantener el estilo arcaico que ya era una marca registrada en “Nippur” y podía ofrecer una puesta en página más moderna y visualmente atractiva, con menos viñetas y menos texto por hoja. Incluso serán frecuentes las imágenes a página completa.
No obstante, el cambio también aparejaba algunas contras para el dibujante: cambiaba un personaje consagrado y con diez años de publicación por uno desconocido para el público, pasaba de la revista más vendedora de la editorial (D’Artagnan) a una de las menos prestigiosas (Fantasía Super Color) y, lo peor desde el punto de vista artístico, “Kayan” se imprimiría siempre “a super color” como rezaba el título de la publicación.

Ya hemos dicho que en su paso por “Nippur”, se notaba mucho el nivel de trabajo que Zaffino le dedicaba a los capítulos que iban a publicarse en blanco y negro ya que el coloreado mecánico mataba toda la sutileza de sus tramas. El resultado es que, aunque en “Kayan” cuenta con más espacio, su estilo se simplifica mucho y muy rara vez vuelve a mostrar resultados de la calidad que ofreciera en sus mejores capítulos de “Nippur”. De hecho, las viñetas más grandes parecen acentuar la falta de fondos y detalles, generando un gran contraste con su trabajo anterior.
Jorge se quedará en la serie durante ocho capítulos, hasta febrero de 1978 cuando será convocado a cumplir con el servicio militar obligatorio. Tras su partida, la serie será continuada por Enrique Villagrán y, posteriormente, por Eduardo Barreto.

1980-1982 “Wolf” y “Excalibur” con guiones de Robin Wood y Carlos Morini

Sin dudas, la creación más recordada que salió de la pluma de Robin Wood en la década del ochenta fue Dago pero no es la única digna de mención.

“Wolf” comenzó a publicarse en enero de 1980 y rápidamente se convirtió en una de las cabeceras de Fantasía, la revista que tal vez haya dado menos cantidad de éxitos a la editorial Columba.

El primer capítulo narra el nacimiento del protagonista, el hijo del rey Marlin y último con la sangre sagrada que une a los sajones con las criaturas mágicas de la isla de Britania. Los invasores daneses se internan en el bosque mágico de Magenham intentando matar a la parturienta o al niño si es que ya nació pero el poder de la tormenta, una pareja de druidas y una loba se combinan para evitarlo.

Desde entonces, el niño que tiene una parte duende y una parte lobo, será el símbolo y la última esperanza de la resistencia del pueblo sajón contra la dominación vikinga del rey Ragnar. Pero a Wolf le costará asumir ese rol ya que al crecer en el bosque y sin contacto con la sociedad humana, apenas comprende la ambición, las guerras y las intrigas políticas.

Si bien la historia del niño que sobrevive a toda su familia y es criado fuera del entorno social que le corresponde puede remitir a la premisa básica de “Jackaroe”, en “Wolf”, Robin se toma mucho más tiempo para desarrollar el crecimiento del personaje, su adolescencia, su temprana juventud y el proceso plagado de aventuras que deberá atravesar para aceptar su destino.

La serie también fue afortunada respecto al apartado artístico. Zaffino, con apenas veinte años y recién regresado de cumplir con el servicio militar obligatorio, demuestra haber alcanzado la madurez y la maestría en ese estilo anatómicamente realista y plagado de detalles y tramas que aprendiera durante su formación con los hermanos Villagrán pero ahora también puede recurrir a un estilo más rápido y despojado como el que usaba en “Kayan”. Así, dependiendo del dinamismo o la carga dramática de la escena, tiene la versatilidad de alternar viñetas más simples o más complejas.
Otro cambio en la técnica del autor que se observa en este periodo y que se volverá característico de su obra posterior, es que deja de generar los volúmenes y las sombras a partir de una superposición de tramas (como habíamos descrito en su paso por Nippur) y, paulatinamente comenzará a reemplazarlo por tramas más simples, a veces con un solo nivel de trazos que no se cruzan en las que se valora el espesor de las líneas como hace Sergio Toppi.
Si bien dentro de “Wolf” este cambio es paulatino (podemos suponer que para mantener la identidad estilística de la serie), se observa mucho más marcadamente en una obra autoconclusiva: la adaptación de la película Excalibur que realizó en 1981 sobre guiones de Carlos Morini. Allí, en apenas veinte páginas, nos sorprende con una evolución estilística increíble que nos recuerda que, a pesar de su gran profesionalismo, Zaffino todavía es un artista muy joven que sigue aprendiendo e incorporando técnicas y recursos.

1985- 1992. Trabajos para Italia y la replicación del modelo de producción industrial

En los años que siguen, Jorge siguió los pasos lógicos que siguieron casi todos los artistas argentinos de su generación: armar su propio equipo de ayudantes y empezar a dibujar trabajos para exportar principalmente a Italia. Lo que habitualmente llamamos el modelo “Eura/Skorpio” que consistió en producir el material para su publicación en el mercado europeo (de donde proviene el mayor ingreso) y, ya amortizado, replicarlo en alguna revista local.
Para ese entonces, Scutti ya no tenía el monopolio del negocio y Zaffino se introdujo en el mercado primero a través de los guiones de Rogelio Gallicchio (Roger King) y Eugenio Zappietro (Ray Collins) con quienes publicó seis historias unitarias, para, posteriormente, pasar a colaborar con Carlos Trillo y Guillermo Saccomanno.

Para alcanzar el enorme volumen de producción que caracterizó a estos años, Zaffino formó un equipo de lujo que incluía a Oscar Capristo, Sergio Ibáñez y Marcelo Basile. Con el tiempo y al tomar cada vez más trabajo, incorporará también a Gustavo Desimone y al letrista Federico Sarramone.

Dependiendo de la relevancia y el interés del proyecto, la participación del artista que firma la obra será mayor, menor o nula. De esta manera nos describe Marcelo Basile la metodología de trabajo en el estudio:

“En cuanto a la dinámica, yo plantaba el layout y, luego de la aprobación de Jorge, hacía un lápiz que él se encargaba de no respetar (risas). La primera novela gráfica de Punisher, por ejemplo, la hicimos así. En cambio, la primera miniserie de Winterworld Jorge la quiso hacer solo. Mientras tanto seguíamos con “Troels”, la serie de Columba que, ya por entonces, guionaba Armando Fernández. Jorge prácticamente ni metía mano en eso. La hacíamos entre Oscar, Sergio y yo, con resultado desastroso.”

El periodo italiano tiene muchos trabajos truncos, inéditos o con publicaciones parciales. Esto se entiende, en parte, porque al comenzar a producir para Estados Unidos, Zaffino tuvo que abandonar alguno de sus proyectos en curso. Ese sería el caso la serie “Gardar” (una historia con guiones de Ray Collins, proyectada para la Eura) de la que solo pudimos encontrar algunas páginas… y es una pena porque son bellísimas.
La otra causa por la que se producen tantos proyectos fallidos es que hubo un intento de cambiar de editor que no terminó de funcionar. Otra vez, nos cuenta Basile:

“Si no recuerdo mal para el ´91 Carlos Trillo se va de Eura y comienza a trabajar con un editor de Milan, que pagaba mucho mejor. Esa es la época de “Hoover” con guion de Trillo, “Tender” y “Destroyer” con guiones de Saccomano… todos proyectos truncos porque el editor en cuestión se fundió.”

1987- 1988 “Winterworld” con guiones de Chuck Dixon

Cuenta la leyenda que en 1986, Ricardo Villagrán viajó a Estados Unidos con la idea de mostrar algunas páginas propias y de otros dibujantes del estudio. Así es como Chuck Dixon conoce el trabajo de Jorge Zaffino y rápidamente lo contacta para realizar un proyecto.
El estilo de Zaffino no tenía nada que ver con la estética y el ritmo narrativo de los superhéroes y, además, se lucía mucho más en blanco y negro, por lo que la elección lógica fue hacerse un lugar en el pujante mercado de las editoriales independientes. Así nace Winterworld, una miniserie de tres comics books publicada por la editorial, Eclipse.

La trama va de futuro postapocalíptico y ya sabemos que cuando la civilización cae (poco importa si es por una guerra nuclear o un virus zombie), el hombre vuelve a ser lobo del hombre. Acá, Dixon no se preocupa demasiado por explicarnos cuáles fueron los motivos para que el mundo entero esté sumido en un perpetuo invierno glaciar, de hecho, pasadas las generaciones, los propios personajes no saben como llegaron a esa situación. Lo único que recuerdan y lo único que creen que existió siempre es el hielo, la nieve y el frío. En ese contexto, algunos grupos humanos han retrocedido hasta el salvajismo de casi perder el lenguaje, otros, procuran mantener una mínima organización social agrupándose alrededor de algún lider fuerte y violento.

En ese mundo hostil en el que solo sobreviven los más duros y pragmáticos, nuestro protagonista, Scully, es el más duro y el más pragmático. Él comercia sin ninguna clase de escrúpulos con salvajes, caníbales y esclavistas, manteniendo a todo el mundo a raya con la ayuda de su Magnum y su tejón Rahrah. Hasta que un día conoce a Wynn, una flacucha adolescente que lo meterá en un montón de problemas y a la que tendrá que estar salvando constantemente… aunque lo más habitual es que el tejón los termine salvando a ambos.

La labor de Zaffino en esta primera miniserie es brillante y demuestra que, aunque se había hecho conocido dibujando bárbaros musculosos semidesnudos, podía adaptar su estilo perfectamente al género de ciencia ficción y a los requerimientos del mercado yankee. Con esta presentación, la puerta de entrada a los Estados Unidos estaba asegurada.
El problema se presenta con la continuación: La segunda miniserie se titulará Wintersea y Dixon escribe el guion para otros tres números, pero a esa altura, Zaffino ya estaba trabajando en la primera novela gráfica de Punisher, por lo que delega mucho más y deja que la mano de sus ayudantes resulte más notoria en el resultado final de la página. Esto no le gustó mucho a la editorial que postergó la salida de la serie. Finalmente, al poco tiempo, Eclipse presentó quiebra y dejó la secuela inédita hasta que fue rescatada en 2009 en un tomo integral por IDW.
Al leer esta continuación, el público comenzó a pedirle a Dixon que escribiera la tercera parte para darle un cierre a la historia pero Zaffino ya había fallecido y el autor manifestó que no quería continuar con otro dibujante.

1989 “Punisher Gremio de asesinos” con guiones de Jo Duffy

En 1986, Marvel publicó la primera miniserie protagonizada por Punisher. El éxito del personaje llevó a la editorial a darle su propia serie regular. Comenzaba la moda de los superhéroes violentos y Frank Castle era la encarnación perfecta del estereotipo.
Tanto es así, que a medida que crecía la popularidad del personaje, la serie mensual resultaba insuficiente y comienzan a producirse nuevos proyectos para poner más páginas en la calle. De esta manera surge esta primera novela gráfica basada en el personaje, con guiones de Jo Duffy y dibujos de Jorge Zaffino.

Punisher Gremio de Asesinos.

En Nueva York, el restaurante japonés “The thousand autumns” es una tapadera detrás de la cual funciona una corporación de asesinos a sueldo con ciertos códigos. Sus actividades terminan atrayendo la atención del Punisher que se enreda sentimentalmente con Reiko, una de las asesinas en cuestión. Finalmente, terminan realizando el asalto conjunto al edificio de un mafioso de esos que nunca faltan en las historias del Punisher.

Jo Duffy sabe llevar muy bien la historia en la que alterna muy efectivamente algunas páginas repletas de texto con otras casi totalmente mudas en las que Zaffino puede hacerse cargo de la narración secuencial a puro dibujo.

El estilo del dibujante para esta primera incursión en el mainstream norteamericano es sobrio y oscuro pero clásico. Sus composiciones son especialmente sólidas y estables, mucho más cercanas a la historieta argentina o europea que al comic americano. El personaje es ideal para que los autores realicen la transición entre un mercado y otro ya que funciona en los límites entre el policial y el género de superhéroes.

1990 “Seven Block” con guiones de Chuck Dixon

Empieza con todos los elementos de un policial negro: tráfico de drogas, prostitución, agentes de libertad condicional pero pronto presentará un giro. John Tamen (un nativo americano) y Jilly (una inmigrante portorriqueña) tienen que abandonar la zona común de la prisión para salvar sus vidas y para ello aceptan someterse a un experimento médico que se está realizando en la enfermería del Bloque Siete. De ahí, el tono de la historia vira hacia la ciencia ficción, el terror y, hasta podría considerarse que roza el género de superhéroes.
Lo más genial de este libro es la maestría con la que Zaffino va adecuando el estilo a los diferentes tonos del relato. Al principio predomina un realismo basado en mucha documentación fotográfica para retratar la sordidez del ambiente marginal. Las luces de la ciudad en el pincel y la pluma del artista parecen puestas a propósito para que la sombras resulten más oscuras pero sin perder el estilo realista y casi cinematográfico.
A medida que el relato avance y ocurra en el interior de la cárcel ese Bloque Siete se convertirá en un escenario del terror más visceral. Las sombras ahora lo dominarán todo dejando de lado los detalles del fondo en favor de la construcción de la atmósfera.
La obra tuvo una primera edición bajo el sello Epic en enero de 1990 en la que los colores de Julie Michel a veces acompañan de manera correcta al dibujo y otras veces lo tapan criminalmente. Sobre todo, si consideramos que en esta obra, Zaffino genera un derroche de planos y volúmenes al combinar tramas manuales y mecánicas.
Afortunadamente, en 2014, IDW publicó una reedición en blanco y negro en la que los lectores pudimos descubrir toda la magia que había quedado oculta por la labor de la colorista.

Seven block.

1990 “Punisher Kingdome Gone” con guiones de Chuck Dixon

Un narcotraficante logra escaparse por los pelos el día que Frank Castle llega a desbaratar a tiros su gigantesca operación de lavado de dinero. Después de unas semanas, Micro descubrirá que el villano se trasladó a una republiqueta caribeña (supongo que los norteamericanos imaginan que toda sudamérica son republiquetas caribeñas) llamada Puerto Salvaje. Pero la trama se complica porque en ese tiempo, se produjo un desembarco de los marines estadounidenses que busca ocupar la isla con la excusa peregrina de evitar que los cubanos instalen allí una base de misiles rusos.
El Punisher logra infiltrarse entre las tropas yankees usando el uniforme de un coronel y se lleva a un pelotón hasta la mansión del narcotraficante donde arma la inevitable balacera al enfrentarse a sus esbirros.
Cuando los marines se ven bajo ataque de unos civiles armados, responden al fuego. Así, de casualidad, el grupito de inútiles a quienes Frank engañó acabarán convertidos en héroes ya que le proporcionaron a sus superiores una justificación para la invasión.

En este caso, Zaffino muestra un estilo bastante simple, con pocos fondos y los detalles imprescindibles. Esta sencillez se disimulará con el uso oportuno de la mancha y el pincel seco que logrará construir una atmósfera oscura y sucia.
Es particularmente notable el cambio del estilo considerando que solo pasó un año entre las dos novelas gráficas que Jorge dibujó para el personaje. Acá su dibujo es menos académico y, por momentos, está mucho más insinuado que resuelto. Cabe destacar que como estas obras se publicaban en el formato de novela gráfica, la editorial le asignaba un colorista bastante mejor al promedio de los que desfilaban por las publicaciones regulares. En este caso, el trabajo de John Wellington hace muchísimo para resaltar y (a veces) completar las viñetas de Zaffino.

Punisher.

Al respecto dirá el artista: “En esto influye el tipo de dibujo. Un tema épico no puede llevar el mismo estilo que uno policial. Hay que aportar otro clima. Por ejemplo, en la última entrega de The Punisher, se podrá ver un dibujo más lineal y sencillo que en una historieta de terror, en la que las sombras son pesadas y cobran mayor fuerza. En la Argentina yo estuve encerrado en un género: parecía que sólo servía para diseñar vikingos. Todo tiene un período. Un dibujante llega a una etapa donde se cansa de los cowboys y guerreros, y ambiciona emprender otra cosa.” (en El dibujo de aventuras de Germán Cáceres. Bs.As. 1996).

Zaffino tendrá un último contacto con el personaje de Punisher entre 1991 y 1992, al ilustrar las portadas de los cinco números en los que el personaje haga aparición dentro de la serie bélica The ‘Nam.

1990 “Critical Mass” con guiones de D.G.Chichester y Margaret Clarke

En 1988, el sello Epic había lanzado una nueva línea que combinaba el género de superhéroes con la ciencia ficción llamada “Shadowline Saga”. Los tres personajes principales eran creación del editor Archie Goodwin quien había trazado para ellos un ambicioso plan editorial. En teoría, cada uno desarrollaría aventuras separadas en su propia serie hasta el número ocho y, a partir de ahí, las tres series se entrelazarían en un crossover de tres números.

Critical Mass.

A pesar del prestigio de Epic y de haber contratado a los mejores ilustradores del medio para las primeras portadas de cada colección (Bill Sienkiewicz, Kent Williams, J.J.Muth, Kevin O’Neil, Mark Chiarello), la línea fue un fracaso de ventas y varios de los artistas originales abandonaron el proyecto. Al llegar al octavo número, ya en 1990, se nota que es imposible publicar el crossover en los tres títulos originales por lo que Goodwin decide hacerlo en una miniserie a la que titulan Critical Mass.

En los números cuatro al seis de esa miniserie, las páginas que corresponden al personaje de St.George tienen arte de Jorge Zaffino y es una pena que estas viñetas no haya llegado a un público mayor. A pesar de tratarse de un trabajo por encargo, sobre un personaje de tercera categoría y que se sabía destinado a desaparecer del mercado editorial, Zaffino demuestra su gran profesionalismo al no bajar la calidad respecto a, por ejemplo, las novelas gráficas de una cabecera que es un éxito de ventas como Punisher.

Acá hay un trabajo menor en la construcción de climas y un estilo más clásico, pero se compensa con un nivel mayor de detalle y el regreso a uno de los puntos fuertes del artista: el uso demoledor de las tramas.

1991 “Looking for Hoover” con guiones de Carlos Trillo

Esta serie se publicó de manera más o menos simultánea en Italia y en la revista Puertitas de Argentina.
En el año 2315, en un Los Ángeles decadente en el que los autos vuelan lentamente entre los edificios, la lluvia ácida disuelve a los mendigos, abundan los implantes cibernéticos, sectas religiosas y robots humanoides inteligentes y cachondos; Walt Disney (recién despertado de su sueño criogénico) contrata a Hoover para descubrir por qué ya nadie recuerda al ratón Mickey. Ese caso, aparentemente simple, como en todo policial negro que se precie, terminará conectando con una trama mucho más turbia que toca a las más peligrosas esferas del poder.
En principio, el contexto remite a Blade Runner pero, a causa de los elementos absurdos y humorísticos, la trama termina conectando inevitablemente con Triste, Solitario y Final de Osvaldo Soriano. Trillo se da el gusto de combinar ambos homenajes con recursos de su propia cosecha (como es inventar una justificación argumental para el narrador omnisciente) y hasta se permite deslizar un pequeño mensaje meta-historietístico al mencionar que Disney odiaba que los japoneses hubieran retomado su legado estético a través del manga y el anime.

Hoover.

En el apartado gráfico, nos encontramos páginas enteras que se resuelven a puras manchas blancas y negras, suciedad, líneas quebradas e inconclusas, sombras perdidas, tramas mecánicas y tramas de pluma voluntariamente desprolijas en las que se adivina el trazo de ida y vuelta prohibidísimo en el dibujo académico.
El Jorge Zaffino de “Hoover” parece pararse en las antípodas de aquel que fuera apenas quince años antes.
Aquel joven artista había aprendido un estilo y lo había llevado hasta la perfección. Este artista experimentado cuenta con un repertorio técnico muchísimo más amplio y está dispuesto a valerse de todo pero ya no busca la perfección sino la efectividad narrativa y el impacto visual.

1992-1993 “Terror Inc” con guiones de D.G.Chichester

Terror había sido creado por Chichester y Clarke como un antagonista en la serie St. George de la Shadowline en la que, como ya vimos, también habían colaborado con Zaffino. Se trata de un zombie inmortal que carga con la maldición de que su cuerpo está en descomposición constante por lo que debe recambiar sus miembros por los de sus víctimas de manera periódica.
Aunque tiene miles de años, en la actualidad dirige una agencia que tanto puede ocuparse de una investigación detectivesca como de una operación de espionaje, aunque lo más habitual es que lo contraten como matón para intimidar o eliminar a alguien.
Esta condición de antihéroe lo emparenta con el otro personaje reconocible que Jorge realizó para Marvel: Punisher. Pero las coincidencias no terminan ahí ya que, así como Frank Castle le permitía al dibujante bordear el género de superhéroes pero teniendo siempre el respaldo del policial, Terror Inc apunta a los lectores de superhéroes pero se apoya siempre en la estética del género de terror. Y, como ya había demostrado en Seven Block y en sus dos historias cortas para la antología de Hellraiser, en el género de terror, Zaffino se luce porque es un tremendo creador de atmósferas.
No obstante esto, también hay que señalar que en esta obra se nota que el autor logró familiarizarse con el ritmo narrativo característico del comic yankee, de modo que consigue combinar atmósferas aterradores con escenas llenas de acción y espectacularidad visual.

En ese periodo, Andrés Accorsi había empezado a colaborar con el equipo del autor realizando las traducciones de los guiones. Él nos cuenta:
“Los guiones le llegaban a veces impresos por correo postal y a veces por fax. Yo me los llevaba a mi casa y tenía que traducirlos lo más rápido posible para darles tiempo a trabajar y cumplir con la fecha de entrega. Cuando se los devolvía, él los leía y veía si le quedaba alguna duda respecto de la traducción. De todas formas, pocas veces hubo que pedir unos días más de plazo para cumplir con una entrega porque Zaffino trabajaba muy rápido y en ese momento contaba con varios ayudantes.
Los guiones de Chichester le gustaban. Nunca se quejaba de que le parecieran malos y a los yankees, obviamente, sus dibujos le encantaban. Por eso, en ese tiempo, le ofrecían tanto trabajo.”

No obstante, el último número de Terror Inc firmado por Zaffino tiene fecha de enero de 1993 y después de eso, prácticamente se terminarán sus colaboraciones con el mercado norteamericano.

Últimos trabajos

De hecho, con posterioridad a 1993, las páginas firmadas por el autor prácticamente desaparecen de todos los mercados. Para ese entonces, la salud de Zaffino atravesaba una situación muy delicada. Dependía de la medicación y el ritmo frenético de trabajo que llevaba no lo ayudaba para nada.
Paulatinamente, fue desarmando su equipo de colaboradores hasta quedarse solo con la ayuda de Marcelo Basile. En estas condiciones, le resultaba imposible cumplir con los plazos exigidos por los editores y, finalmente, decide retirarse del mundo de las historietas, deja Buenos Aires y se va a vivir con un hermano a La Patagonia donde se dedicará principalmente a la pintura.

En 1996, Chuck Dixon, uno de sus guionistas de cabecera y una de las personas que siempre admiraron su arte, logra sacarlo del ostracismo para dibujar la historia corta “The Devil’s Children” para la antología Batman: Black & White. Son apenas ocho páginas de un guion muy simple pero Dixon sabe que, en blanco y negro, el dibujo de Zaffino siempre destaca. En este caso demuestra el profesionalismo de siempre y conserva algunas momentos de su vieja genialidad (sobre todo en algunos planos creativos y en las viñetas donde se ve la ciudad) pero queda lejos de sus mejores trabajos. Irónicamente, el éxito del proyecto hizo que estas sean la páginas que más llegada tuvieron entre el público y, probablemente, sean las más conocidas por el lector actual.

El 11 de julio de 2002, falleció a la edad de cuarenta y tres años dejando una obra de notable calidad y su legado vivo en su hijo Gerardo que también de dedica a la ilustración y demuestra haber aprendido muchísimo de su padre.

6 respuestas

  1. Thanks for ones marvelous posting! I certainly enjoyed reading it, you arre a great author.I will remember to bookmark your blog and will often come
    back from now on. I want to encoourage you continue your great job, have a nice afternoon!

    my blog post – Charmain

  2. Qué fenomenal nota sobre Jorge Zaffino, cuánta seriedad, cuánto conocimiento del tema, cuánto respeto por la persona de tan grande historietista.
    Y quedo admirado de semejante investigación ya que la cronología histórica era para mí casi desconocida siendo que estuve siempre atento al trabajo de Zaffino.
    Ojalá se siga tratando la historia de la historieta con el tan alto nivel que acabo de leer.
    Que así sea.

    1. ¡Muchas gracias, Gerardo! La obra de Zaffino y la historieta argentina en general se merecen toda la seriedad con la que podamos abordar su investigación.

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Zaffino
Repaso por la obra de un grande que se nos fue muy pronto: Jorge Zaffino.

Jorge Zaffino: Una llama que se encendió temprano y se extinguió demasiado pronto

6 respuestas

  1. Thanks for ones marvelous posting! I certainly enjoyed reading it, you arre a great author.I will remember to bookmark your blog and will often come
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  2. Qué fenomenal nota sobre Jorge Zaffino, cuánta seriedad, cuánto conocimiento del tema, cuánto respeto por la persona de tan grande historietista.
    Y quedo admirado de semejante investigación ya que la cronología histórica era para mí casi desconocida siendo que estuve siempre atento al trabajo de Zaffino.
    Ojalá se siga tratando la historia de la historieta con el tan alto nivel que acabo de leer.
    Que así sea.

    1. ¡Muchas gracias, Gerardo! La obra de Zaffino y la historieta argentina en general se merecen toda la seriedad con la que podamos abordar su investigación.

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