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“Q” de Santiago Musetti

Como tercera entrega de su colección de historieta uruguaya (que todavía no ostenta un nombre pero sí la banderita en el lomo), Historieteca publica Q de Santiago Musetti. Se trata de la recreación en clave biográfica de la expedición que Leopoldo Lugones y Horacio Quiroga realizaron a las ruinas de las misiones jesuíticas de, justamente, la provincia de Misiones.

Horacio Quiroga, marcado por la muerte

Pocas vidas han sido tan desgraciadas (y, por eso mismo, tan aptas para una recreación trágica) como la de Horacio Quiroga.
A los pocos meses de su nacimiento, su padre murió en un accidente de caza.
A los dieciocho años, tuvo la mala suerte de entrar en una habitación justo en el momento en que su padrastro se suicidaba de un escopetazo en la boca.
A los veintitrés, sus hermanos mayores, Prudencio y Pastora, murieron de fiebre tifoidea.
Al año siguiente, actuó como padrino de duelo de su amigo Federico Ferrando. Mientras revisaba el correcto funcionamiento del arma, esta se disparó matando a Ferrando en el acto. Quiroga fue detenido e interrogado por la policía durante cuatro días pero recuperó la libertad cuando se comprobó que se había tratado de un accidente.
En 1915, se suicida su primera esposa tomando líquido de revelar fotos. Ella tenía 25 años y él 37.
A los cincuenta y ocho años, tras cinco meses hospitalizado por un cáncer de próstata, Quiroga se suicida tomando cianuro.
Con el tiempo, se suicidarán también los tres hijos que lo sobrevivieron.

Presentación del personaje en la primera página


Más allá de las conclusiones obvias (que a las armas las carga el diablo y que era una pésima idea vender cianuro en las farmacias) podemos pensar que esta presencia constante de la muerte fue una fuerte influencia en el estilo del escritor. Evidentemente, la muerte es uno de los grandes temas y de los más recurrentes en la escritura del salteño. No obstante, aunque muchos consideran a Quiroga el gran genio del terror rioplatense la muerte en sus relatos no es un elemento que busque generar horror.
Pienso en cuentos como “A la deriva”, “La insolación” o “El hombre muerto” donde la agonía y la muerte pueden ser descritas con un nivel de detalle tal vez morboso, tal vez naturalista, pero sin el más mínimo rasgo de terror sobrenatural.
La muerte era para Quiroga una vieja conocida, demasiadas veces la había visto de cerca y tal vez intuyera que un día iría a buscarla.

El corazón de la oscuridad

Quiero mencionar brevemente que la lectura de Q me recordó con gran fuerza a dos grandes clásicos de medios distintos.
Por un lado a Lovecraft, el guion cinematográfico de Hans Rodionoff, adaptado a la historieta por Keith Giffen y Enrique Breccia. Acá también, vemos como uno de los grandes genios de la literatura de terror oscila entre la cordura y la locura mientras las imágenes de sus sueños, sus delirios y hasta una visión del futuro se vuelven cada vez más difíciles de distinguir de la realidad.

Llegando a la selva

Por otro lado, Hearth of Darkness, la novela de Joseph Conrad que sirvió como base de la película Apocalypse Now de Francis Ford Coppola. En este caso porque esa espiral descendente hacia la locura aparece representada materialmente en el hombre civilizado que se interna en la selva. Quiroga será quien va a llevar una cámara fotográfica (por aquellos tiempos, un avance tecnológico de última generación) a un territorio que desde hacía siglos no pisaba el ser humano. Pronto la selva comenzará a recordarle a la pareja protagónica (culta y citadina) que la razón es cosa del hombre moderno y que los poderes de la naturaleza tienen sus propias reglas mucho más antiguas e irracionales.
El encuentro final entre el héroe y esas fuerzas naturales será el punto más cercano a la locura pero también representa el punto de quiebre que el personaje necesita superar para trascender hacia un nuevo estado. En lo profundo de la selva, le espera la revelación de la que este hombre roto saldrá renovado o muerto. En Q esto aparece representado en los animales que después serán distintivos de la narrativa infantil del autor: El loro, el yaguareté, la anaconda y la tortuga gigante.
No puedo afirmar que estas hayan sido influencias del autor al momento de producir la obra. Si es así, bien canibalizadas están.

Saber donde parar

Santiago Musetti demuestra que entiende muy bien ese concepto que Neil Gaiman supo escribir en Sandman: “Todas las historias tienen final feliz, solo hay que saber cuando parar de contarlas”

Algunas anécdotas y situaciones narradas en Q son reales.
Es real que Roca, a través del Ministerio de Educación, financió una campaña para dar a conocer las ruinas jesuíticas. También es cierto que Lugones convenció a Quiroga de unirse a esta aventura en calidad de fotógrafo.
Pero, por sobre todas las cosas, es cierta la profunda amistad que unió a estos dos hombres y que es uno de los puntos fuertes del libro. De hecho, a causa de esa camaradería que une el afecto con una respetuosa admiración por el otro, Lugones se convierte en el principal secundario de la historia y uno de los personajes con los que es más fácil empatizar.

Tremenda aparición de Lugones

El tiempo y las diferencias ideológicas irreconciliables acabarán por separar a estos dos grandes escritores (recordemos que Lugones bancó el golpe de estado de 1930 y hasta le escribió discursos a Uriburu). De hecho, cuando trascendió la noticia de su muerte, el “poeta nacional” declaró públicamente que Quiroga se había suicidado “como una sirvienta”.
Al cumplirse un año exacto de su muerte, Lugones se suicidaría también y de la misma forma.

Pero Musetti sabe parar a tiempo y nos brinda un relato del momento más luminoso de esta amistad.

Lo mismo ocurre con el tema de las muertes trágicas que mencionamos al principio. Si bien el recuerdo de los dos hermanos y el amigo recientemente fallecidos son elementos importantes en Q, lo central es el encuentro de Quiroga con las que se convertirían en las grandes pasiones de su vida: la selva y la escritura.

Estilo y edición

Musetti es, para mí, una novedad. Dice Rodolfo Santullo en el prólogo que en Uruguay ha tenido cierta obra e incluso trabajos premiados pero en Argentina no los hemos visto. Su estilo tiene una carta de triunfo en las manchas blancas y negras donde incluso las líneas más finas parecen trazadas a pincel. A pesar de su aparente sencillez, el autor sabe aprovechar muy bien los pocos elementos que utiliza en cada viñeta y no le rehuye a los fondos, incluso a la exuberancia de la selva. Un gran ejemplo es el rostro de Lugones que, oculto tras el bigote y los anteojos adquiere toda su expresividad solamente por las cejas. También el rostro de Quiroga parece una reducción a la mínima expresión. Casi una figura geométrica devorada por la barba.
Musetti tiene además muy buen ojo con la cámara y encuentra siempre el encuadre justo para que las viñetas nunca parezcan vacías a pesar de lo despojado de la técnica.
Por último, no quiero dejar de mencionar el excelente diseño de portada y contratapa que aparece acreditado a Matías Fiori y que te vende el libro a pesar de lo escueto del título.
Una incorporación más que interesante a la colección de historieta uruguaya de Historieteca ya que nos presenta a un nuevo talento del que podemos esperar otras obras de la misma calidad.

Facundo Vazquez

Profe de literatura proveniente del conurbano profundo. Ama la historieta, su historia y es nuestro embajador en Croacia.

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