“La gran estaca” de Tony Ganem. Entre la ficción y la realidad
“La Gran Estaca” es la primera novela gráfica de largo aliento de Tony Ganem, diseñador gráfico, ilustrador y guionista, conocido por su participación en las antologías de “La Liga del Mal”. Editada de manera impecable por Locorabia en 2023, la obra causa un fuerte impacto desde el primer contacto con su portada que nos invita -por no decir nos obliga- a abrir el libro. Son 186 páginas a color con ritmo trepidante y vertiginoso que le valieron múltiples nominaciones a los Premios Cinder.

Ganem nos propone viajar a una anacrónica ciudad de Buenos Aires a mediados de los años cincuenta, habitada no por seres humanos sino por animales antropomórficos, con una configuración retro-futurista y un concepto estético que evoca a “Metropolis” (Fritz Lang; 1927). Además, una astuta combinación de géneros y subgéneros como la ciencia ficción y el kaiju, articulada con humor satírico y elocuente. Es decir, animalitos de todo tipo, monstruos y robots gigantes, entramados políticos, risas y mucha acción. ¿Qué más se puede pedir? ¿Que utilice la historia de nuestro país como contexto? También hay de eso, porque todo esto que se presenta podría tomarse como una versión libre de la mal llamada “Revolución Libertadora”. Y, de yapa, discusiones estériles repetidas hasta el hartazgo y tangos clásicos de fondo como una banda sonora de la identidad.

La trama comienza el 25 de mayo de 1936, apenas dos días después de la inauguración del Obelisco, donde un portal dimensional deja caer a un monstruo colosal que, por suerte para la población, muere empalado -o estaqueado- en dicho monumento. Cada cierta cantidad de tiempo, distintas bestias titánicas emergen del portal con el mismo resultado y esto se convierte en una atracción y un entretenimiento que dura unas décadas. Pero, como siempre en Argentina, algo sale mal: la gran estaca se quiebra. Ahora, un grupo variopinto de personajes rocambolescos termina conformando una brigada especial y piloteando unos robots gigantes -al estilo “Evangelion”- para luchar contra las alimañas invasoras.
Algo para destacar con respecto a los personajes es que no son clásicos héroes valientes y convencidos, dispuestos a dar la vida por una causa. Al menos, no al principio. Más bien son un grupo de perdedores en el sentido más poético de la palabra. Un sumiso empleado que fue despedido por no poder asumir las responsabilidades de un jefe, y agobiado por su condición de futuro padre; un hombre viudo de clase media acomodada sumido en la tristeza, la desidia y el alcohol, buscando algún sentido para seguir viviendo; una chica que soñaba con ser piloto de avión pero que, derrotada por el mandato de sus progenitores y la imposición de los roles de género, devino en secretaria; un atorrante vicioso que pasa sus días en burdeles entre ginebra, marihuana y cocaína. Estos personajes, entre otros igual de interesantes y desarrollados, interactúan disfuncionalmente entre sí lidiando con las diferencias sociales, con el miedo, la duda y con los distintos grados de compromiso y responsabilidad. Aun así, encuentran sus momentos de ternura, de acompañarse y apoyarse y hasta hay tiempo para algunas conversaciones triviales que nutren a la historia de humanidad.

Por otra parte, Tony Ganem nos plantea una reflexión sobre nuestra historia y su carácter cíclico pero también sobre la actualidad social y política, una sociedad donde prima el desinterés, la desidia y el cinismo. Lo hace con humor, desde luego, eludiendo las metáforas existenciales, aprovechando el subrayado caricaturesco y su impresionante talento para dibujar y narrar. Y así, sin alegorías enrevesadas, el autor pone sobre la mesa un pensamiento y, por qué no, un manifiesto: cuando los colosos amenazan nuestro Pueblo y los supuestos líderes se atemorizan, cuando atropellan sin piedad a los obreros, cuando bombardean la Plaza de Mayo y destruyen todo a su paso, solo queda activar el “Protocolo Unidad o Dominación” y que todos los animales trabajen conjuntamente para derrotar a ese gran monstruo hecho de gorilas gigantes alimentados con la energía de la televisión. Y si no entendiste esa última referencia, cuando leas “La Gran Estaca” la vas a entender.

La ficción a veces copia a la historia o a la realidad. Otras veces, parece ser la realidad la que copia descaradamente a la ficción. Pero si algo tengo claro, es que la ficción nunca supera a la realidad, sino que la representa y, a menudo, también la construye o la disputa. Y es ahí cuando cualquier parecido con la coincidencia es pura realidad.