“Así mataban” de Héctor Bellagamba y varios artistas
Es notable (y apasionante) como, cada vez más, la historia argentina del Siglo XX puede reconstruirse a partir de las historietas producidas en los últimos años. En este sentido, Así mataban del guionista Héctor Bellagamba y varios artistas, tiene ilustres antecedentes como ¿Qué querés ser cuando seas grande? de Historieteca, Historietas por la Identidad de Abuelas de Plaza de Mayo y la Biblioteca Nacional o Historias de desaparecidos y aparecidos de El Caburé Cooperativa Editorial.
Este último, sin dudas, resulta el referente más próximo del presente libro, ya que coincide tanto en el formato híbrido que combina historietas con textos, como en la propuesta de cubrir los crímenes de estado cometidos durante la última dictadura en un espacio geográfico determinado.
Historias de desaparecidos… se centra en La Bancaria de Mendoza y el centro clandestino de detención de El Vesubio, en tanto que Así mataban acota su ámbito a la ciudad de La Plata, Berisso y Ensenada.
El recorte espacial le permite a este libro ahondar en el tema de las violaciones a los derechos humanos pero también aportar una perspectiva diferente que no fue cubierta por las obras antes mencionadas.
Ocurre que el terrorismo de estado se ensañó en La Plata.
Solo entre los estudiantes, docentes y no docentes de la Universidad Nacional de La Plata se cuentan 769 víctimas entre asesinatos y desapariciones forzadas. Pero además hubo una persecusión feroz a los trabajadores industriales de la zona entre los que se destacan las luchas inquebrantables de Petroquímica Sudamericana, Swift, Propulsora Siderúrgica (del grupo Techint) y Astillero Río Santiago. En todos estos casos, los grupos de tareas fueron el dedo en el gatillo al servicio de la patronal que era quien entregaba a los obreros y delegados sindicales “problemáticos”. Algo parecido ocurrió en todo el país y pueden leer Apagón de Martín Tejada y Carlos Dearmas sobre el caso de la azucarera Ledesma.

Pero en La Plata también actuó con enorme fuerza destructiva el grupo criminal parapolicial Concentración Nacional Universitaria (CNU) que se anticipó a los crímenes de la Triple A y acabó fusionándose con esa otra organización nefasta. Hablar de la CNU y la AAA habilita la entrada en un periodo no tan visitado de nuestra historia reciente: el inmediatamente anterior al golpe de estado, el del tercer Perón, Isabel y López Rega. Visitar esos años de nuestra historia visibilizan la verdad incómoda pero irrefutable de que el terrorismo de estado no comenzó con la dictadura sino durante el peronismo. Durante el peronismo ya operaban los grupos de tareas, ya se liberaban zonas para dejarlos actuar, ya se perseguía, secuestraba y asesinaba a militantes y delegados de izquierda. Lo que no había comenzado era el plan sistemático de desaparición de personas. Los asesinatos se realizaban a la vista de todos y los cadáveres se dejaban expuestos para que saliera la noticia en todos los diarios. Esta metodología buscaba demostrar la impunidad de quienes cometían los crímenes, conjugada con una intención disciplinadora. Terrorismo en su definición más llana.
¿Y quiénes forman esta CNU? Pues, la CNU no es otra cosa que la evolución del grupo Tacuara de cuya historia (en versión de Rodolfo Santullo y Dante Ginevra) también tuvimos una edición reciente. Así que esa es otra vía desde donde pueden entrar a este gran libro.
Fiel a la historia y fiel al arte
“Por todos ellos, nosotros también tenemos que construir un puente… El puente de la memoria, por el cual, el recuerdo de nuestros seres queridos llegue vivo hasta nosotros, hasta las nuevas generaciones y nunca sean olvidados”
Mariana Sala
Estas palabras que dice el personaje de Marianita Sala, cuyos padres fueron secuestrados, es uno de los logros principales de este libro. Realmente este es un puente de la memoria.
Pero contar todas estas cosas en historieta no es cosa fácil. Es muy complicado mantener el respeto por los hechos históricos, dar toda la información necesaria para que el libro sea veraz y completo… y al mismo tiempo lograr un resultado estético sin el cual, todo lo demás resultaría intrascendente. En esta búsqueda de armonizar lo artístico con lo testimonial, a veces puede parecer que los diálogos son poco naturales, que a veces falta información y a veces sobra, pero les aseguro que el resultado final siempre cumple y que (independientemente de su valor documental) cada historieta es efectiva como historieta.
Para lograr eso, Bellagamba se apoyó en el oficio y el talento de un equipo de dibujantes de primera línea:
El prócer Gerardo Canelo dibuja “Buen pibe, El Rubio” y tiene toda la lógica que sea quien abre el volumen. Con más de cuarenta años dedicado al mundo del cómic, es una alegría para todos que todavía se haga el tiempo de dibujar algunos proyectos especiales como este y demostrarnos que mantiene su magia intacta. Con su trazo clásico y dinámico, pinta a partir de un crimen puntual al joven Aztiz, una encarnación del mal.
Le sigue Sergio Ibáñez que no le va en saga en volumen de obra y reconocimiento. No es casual que los dos hayan continuado la saga de Dago en Italia. A Sergio le toca ilustrar en su estilo de blanco, negro y grises la historia de Luisa Marta Córica, una de las trabajadoras del hipódromo de La Plata asesinada por la CNU.
En tercer lugar llega Ezequiel Rosingana (otro abonado de las buenas causas que siempre está presente en estos proyectos). Tiene la difícil tarea de resumir en pocas páginas el asesinato de los ocho miembros del PST que el periodismo llamó “la masacre de La Plata”. Aunque últimamente trabaja en color, acá los reemplazó por grises aplicados digitalmente y nos entrega alguna de sus mejores viñetas.

Cuarto capítulo, “Chaco”, a cargo de Enri Santana con quien pude hablar en la entrega de los Cinder y me explicó que en estas páginas buscó concentrarse más en el dramatismo y la expresividad de los personajes que en la acción física de las persecuciones y los tiroteos. Cuenta la historia tremenda del secuestro, la detención clandestina y las torturas de Néstor Sala y Mirta, su esposa embarazada que da a luz en cautiverio.
Quinto capítulo y el único nombre que no conocía de antemano: Juan Romera. Una grata sorpresa y uno de los capítulos más emotivos del libro. Con un estilo algo más cercano al cartoon o la ilustración infantil logra plasmar a la perfección la historia de Marianita Sala y de todas las personas que se jugaron la vida para lograr que ella sea devuelta a su familia.
A Marcelo Basile le corresponde ponerle las imágenes a otra de las masacres más sonadas y recordadas: “La casa de los conejos”. Acá, las fuerzas armadas participaron de un verdadero enfrentamiento (aunque totalmente desigual y desproporcionado) con integrantes de la agrupación Montoneros. Todavía puede visitarse en La Plata la casa convertida en museo y apreciar, además de los innumerables impactos de balas de gran calibre, los boquetes producidos por los bazookas y las zonas quemadas por las granadas. Es el capítulo que cuenta con un dibujo más plástico, simbólico y alejado del realismo. Tal vez por eso una de sus viñetas más desgarradoramente bellas se utiliza como ilustración de portada.
Otro profesional consagrado de nuestra historieta, Fabián Mezquita, ilustra con su habitual estilo sobrio y realista la historia del secuestro, tortura y asesinato del cura Héctor Bacchini. Su caso sirve para poner sobre la mesa el rol de la iglesia católica en la última dictadura. Desde los curas que fueron cómplices o encubridores de los centros clandestinos de detención, hasta los integrantes de movimientos como Sacerdotes del Tercer Mundo o Curas Villeros que sufrieron la persecución y hasta pagaron con su vida su vocación por ayudar a los pobres.
Cierra el volumen con broche de oro, nada menos que Edu Molina (hoy radicado en México pero más platense que decir “pollajería”) aportando su genio para contar la historia de Miguel Bru. Este es el único capítulo que excede el límite temporal de los setenta aunque se mantiene dentro del espacio geográfico de La Plata. El motivo de su inclusión en este libro es mostrar que, aunque la dictadura terminó, la violencia institucional, la connivencia del sistema judicial, el gatillo fácil y las muertes dudosas de detenidos en cárceles y comisarías siguen existiendo en democracia.
Miguel Bru fue asesinado en 1993. Después de treinta años, su cuerpo sigue desaparecido.

En síntesis: Este es un libro necesario por su temática pero lo que lo vuelve imprescindible es la calidad de los autores que lo realizaron.
Así mataban lleva el título genérico “Geografía del Genocidio Nº1” y Héctor Bellagamba nos confirma que existe la intención de continuar la serie, mostrando los hechos que ocurrieron en otros lugares del país.
En estos tiempos inexplicables en los que los discursos negacionistas e incluso, apologistas del genocidio son enunciados con toda obscenidad desde los lugares más altos de los medios de comunicación y hasta del poder político… más que nunca son necesarios estos puentes tendidos hacia la memoria. Tal vez, haya que volver a contar cada una de esas historias, volver a abrir cada una de esas heridas para que las nuevas generaciones no caigan en las mentiras de los olvidadores seriales.
Tal vez sea necesario volver a ponerle nombres y rostros a esas víctimas que (para mitigar un dolor demasiado fuerte) fuimos reduciendo a un número. Un número que no se discute ni se negocia. Fueron 30.000 y están presentes ahora y siempre.