Esteban Podetti recibiendo el Cinder
Pablo Rescate se juntó con Esteban Podetti y salió la mejor entrevista que vas a leer esta vida.

Entrevista a Esteban Podetti

Apellido infaltable (es con doble t, pero a veces le basta usar sólo una) a la hora de hablar de historieta y humor gráfico argentinos, surgido y formado en las postrimerías de un siglo y de una industria con baja de persianas en auge, Podetti no sólo ha sobrevivido en buena forma. Ha logrado infiltrarse en la cotidianidad del lectorado actual y entre sus colegas más jóvenes bajo una lógica arltiana: viñetas que son hilarantes crosses a la mandíbula y una infatigable prepotencia de trabajo, desgranada en el recorrido por su trayectoria que transita esta charla (con las omisiones del caso a cargo de quien escribe). ¿Cómo hizo para infiltrarse? Para descubrirlo conviene abrir La Caja en la que se ha metido, y de la que han salido ya cuatro libros recopilatorios, ganadores de tres premios Trillo y tres premios Cinder. Por si fuera poco, es tan buen tipo, que se presta a contestar preguntas como las que siguen.

PR: Cuatro libros recopilatorios y varios premios después, ¿seguís cómodo con La Caja? ¿Encontraste tu formato ideal?

EP: No sé si es ideal, pero es el que en este momento puedo hacer, por energía, por tiempo. La verdad es que lo inicié en un momento en que no tenía tiempo para nada, estaba trabajando mucho y me frustraba no poder dibujar, yo estaba acostumbrado al formato historieta, que realmente es bastante trabajo. Y si no le dedicás tu vida a eso, cuesta. Pero bueno, la viñeta la hago en un rato, es muy placentero y muy cómodo.

PR: Son viñetas con un alto grado de síntesis. ¿Te ocurre de tener que abortar o adaptar alguna idea porque te implicaría dibujar más?

EP: Sí, hay ideas que no las puedo llevar a una viñeta. En muy pocas ocasiones por ahí divido la viñeta en dos, como si fueran dos momentos, o a veces en tres situaciones distintas, pero tengo que simplificar mucho. Me gusta igual, cuando hay un desafío a nivel dibujo, de tener que meter algún fondo o situación más compleja adentro del cuadrito, es un lindo juego también. No me gusta tampoco cuando la viñeta ya se transforma rutinariamente en dos personas hablando, lo que El Niño Rodríguez llama “el periodista con el micrófono y el político contestando”. Eso está bien, tiene que existir, es un formato que te resuelve. Pero bueno, uno aspira a algo más ambicioso.

PR: La variedad temática es notable y te manejás mucho con frases, jergas y un decir popular.

EP: Sí, eso es un poco el trabajo del humorista y del artista en general. El registro, escuchar. Mauricio Kartún dice que el dramaturgo trabaja con los residuos, con lo que nadie recoge, que son esas cosas que uno escucha por la calle básicamente, ¿no? Dice que a veces se encuentran tesoros en medio del basural, y daba el ejemplo de un tipo que hacía violines en Venecia con remos viejos y podridos que encontraba, y lo comparaba con frases que uno escucha, con modismos, giros del habla, esas frases donde a veces uno se ahorra una preposición, un artículo, pero que ya se instala que se dicen así. Y cuando uno logra cristalizarlas es satisfactorio, y ayuda mucho a la síntesis y también a la identificación.

PR: Además del humor “inteligente” (el que suele granjear las críticas) no renegás de lo pavote, que es un poco cierto antídoto, a veces.

EP: Para mí el humor es pavote, me molesta mucho la palabra “chistonto”, todos los chistes son “chistontos”. Uno juega con la ruptura de la lógica y del sentido, y eso es ser un poco tonto, o jugar a ser tonto y no preocuparse tanto por la inteligencia y el resultado práctico. Cuando un chiste es demasiado inteligente no es gracioso, cuando está muy claro qué es lo que uno quiere decir, y… se pierde un poco lo lúdico, lo que a uno lo hace reír. No tengo mucha simpatía por la expresión “humor inteligente”.

PR: No es divertido, como autor, cuando lo tenés que forzar.

EP: Sí, aparte yo no soy ni un académico ni un intelectual, y el rol del humorista es el de payaso. En inglés, al bufón se le dice “the fool”, el tonto. Entonces uno tiene que conocer su lugar, también.

PR: Acaso hoy, con la dinámica de redes y el rebote inmediato, hay mucha inteligencia impostada.

EP: Sí, todo el mundo es un analista político y social. Ser uno más tampoco te ayuda a destacarte ni a aportar algo nuevo.

PR: ¿Y con ese feedback inmediato cómo te llevás? ¿Publicás y te desentendés o estás pendiente?

EP: No, ese es el único sueldo que uno tiene, los comentarios, los likes. Esa es tu paga, lamentablemente estamos en ese estado. Obviamente estoy pendiente, más que nada de los comentarios favorables (risas). En general es así, porque uno se forma una especie de público fijo, casi una especie de grupo de amigos y es muy raro que alguien venga a bardearte porque sí. En general, lo que pasa últimamente es que los que aparecen, con un discurso muy agresivo, es a causa de un tema político. Muchos de ellos te das cuenta inmediatamente que son trolls pagos, lo ves entrando al perfil. Están el libertario o el gorila furibundo, que no se banca el discurso del campo popular, digamos. Pero la gran mayoría son trolls, que es un problema. Yo hace poco me abrí Twitter y quedé horrorizado. Hay un submundo libertario, violento, con el que yo estaba en contacto, pero no me daba cuenta de que era tan intenso. Pero enseguida te das cuenta de que el noventa por ciento es gente que está trabajando para este tipo Fernando Cerimedo. Por la forma de escribir, por el formato.

PR: Es preferible que la crítica furibunda sea genuina y no rentada, digamos.

EP: A mí no me gusta que me critiquen (risas).

PR: ¿Qué te da más la pauta de que vas por buen camino? ¿La crítica en contra o a favor?

EP: Viste que el humor político es un poco el único bullying más o menos justificable, ¿no? Porque uno está haciendo una crítica burlándose de alguien para provocar una reacción. Si bien yo creo que el humor gráfico o la comedia tampoco tienen una influencia tan grande en la política, pero es lo mejor que uno puede hacer, uno que se dedica a esto. Pero sí, uno puede tener esa fantasía, “si me critican tanto, es porque toqué una llaga”. No sé, yo soy un poco escéptico de todo lo que pasa en las redes. No sé qué tan importante es en la realidad final. No lo sé, no digo que no sea importante, pero creo que es una burbuja, un nicho. A la mayoría de la población estar en las redes le importa, pero lo que más le importa es estar bien, llegar a fin de mes, esos pequeños detalles.

PR: Y a propósito de eso, ¿cómo es el rebote físico? Hace un par de días estuviste en el festival de historieta de Morón, por ejemplo.

EP: Sí, estuvo buenísimo. Eso les ha pasado a los dibujantes toda la vida, porque es un trabajo muy solitario, muy encerrado. Entonces tener la posibilidad de juntarse es buenísimo. Pienso en eso en primer lugar, juntarse con los colegas, charlar, intercambiar, hacer chistes. Y el contacto con el público también, viene gente a saludarte. Yo lo que hice ahí fue llevar mis originales, y la gente los revolvía, se reía, gente que me conocía y gente que no. Hay todo un circuito de festivales y hay muchos dibujantes jóvenes cuyos ingresos salen de ahí. Se ha convertido en una fuente importante de ingresos para el dibujo no industrial. Al no haber industria hay una parte que se suple con ese tipo de encuentros.

PR: Hay algo que no es una industria pero que hace rato asoma a la superficie con una dinámica propia.

EP: Yo creo que los creadores van encontrando su camino, “la vida se abre paso”, como Jurassic Park (risas). “No hay revistas, no hay sueldo, no hay pago, ¿cómo hago?” Bueno, claro que es mejor tener un jefe que te pague, pero que esto exista es lindo y es útil.

PR: También estás dando talleres.

EP: Sí, ya di uno y voy a dar otro este sábado. Yo no tengo una gran vocación docente, pero tengo armada una especie de charla y de puntos importantes que me parecen a mí que están buenos tener en cuenta para hacer humor gráfico. También algunos ejercicios, que son los que uso yo cuando trabajo, y la idea es compartirlos con la gente a la que le interese. Es sobre todo un momento agradable que uno pasa con otra gente.

PR: Aún este contexto de no industria, ¿percibís en esas instancias que haya generacionalmente cierta cosa de pasar una posta? ¿Hay quien se acerque buscando eso?

EP: Sí, pero no necesitan que uno les pase ninguna posta, las generaciones nuevas y futuras siempre arman su propio camino. Obviamente siempre está bueno leer mucho, leer autores de las viejas generaciones, no quedarse nada más con los tres o cuatro autores que se conocen, investigar. Eso me parece importantísimo para cualquier disciplina. Yo tengo la impresión de que los pibes de ahora creen que sale todo de las redes. Ven un par de chistes y recursos con los cuales se asombran y eran recursos y cosas que se usaban en los años veinte. A eso sí hay una falta de acceso y creo que hay una cultura de la inmediatez. “Sólo veo películas de hace cinco años, sólo veo lo que sale en las redes”, y la verdad que eso es una cagada, hay que ir un poco más allá. Y me parece que en mi generación no era así, a uno le gustaba ver cosas antiguas, como que en la época pre internet había más acceso a autores viejos que el que hay ahora. Por ahí tiene que ver con eso, que al estar medio aislados del mundo nos llegaban las cosas con veinte años de atraso, entonces teníamos una visión un poquito más amplia de lo que son los movimientos creativos.

PR: ¿Y vos te sentís metido en alguna tradición?

EP: No sé si de una tradición, pero soy producto la época en la que fui criado, y me siento un poco un privilegiado, creo que tuve esa suerte. Tenía acceso a muchas historietas de hace diez años, porque eran las que se vendían en los kioscos, y también las contemporáneas. Qué sé yo, leía Patoruzito, Anteojito, que en ese momento eran algo totalmente contemporáneo. Pero también en los diarios salía Mutt y Jeff, que era algo de los años treinta, cuarenta, ahora lo que uno ve en la superficie es lo que se creó hace cinco minutos. Y bueno, si uno es más o menos inquieto, no se tiene que quedar en eso. Pero bueno, uno como dibujante lo tenía más servido en bandeja.

PR: Y más allá de las lecturas, ¿tuviste formación en algún momento?

EP: No, creo que mi intento con el dibujo salió por un taller al que me mandaron cuando yo era tan chiquito que ni me acuerdo, pero eso era lo que me decían mis viejos. Mi formación fue leer y practicar. Después, de grande, fui a un taller de acuarela con Carlos Nine cuyos resultados fueron nulos (risas), porque al día de hoy no volví a tocar una acuarela en mi vida. Lo mejor fue conocerlo a Nine. Pero no, se ve que no soy una persona muy estudiosa, tampoco me llevé muy bien cuando traté de estudiar en la universidad. Y bueno, me dediqué a dibujar, a producir cosas. Aprendí con el oficio mismo, compartiendo, leyendo, escuchando.

PR: ¿Dónde arrancaste, en ediciones De La Urraca?

EP: La primera historieta que publiqué fue en Cerdos y Peces, que fue debut y despedida. Llevé una historieta, me la publicaron, y la siguiente que llevé no me dieron pelota. No pagaban, tampoco, así que… Después sí, gracias al concurso “Fierro busca dos manos”, en el año 1983, creo, 1984, ahí entablé contacto con La Urraca, que estaban muy abiertos a recibir cosas nuevas. Y estuve años ahí publicando historietas de una página, dos páginas a veces, y después me fui expandiendo a otras publicaciones de la editorial. La Sex Humor, Humi, creo que una vez publiqué una viñeta en la Humor, que era como el pináculo, la revista más exitosa de todas. Y luego sí, ya con esas publicaciones uno empieza a ir a diarios, revistas, qué sé yo.

PR: Pisar una redacción ya era una experiencia en sí misma, ¿no?

EP: Sí, uno entraba con una especie de temor reverencial, ahí estaban los grandes. Nunca me crucé mucho con los dibujantes que yo admiraba, a Tabaré creo que no lo vi nunca, a (Alfredo) Grondona White tampoco, pero saber que estaban ahí tenía una mística. Y bueno, creo que eso es un poco lo que las ferias que existen ahora están reemplazando un poco, que era el encuentro en las redacciones, ya no hay redacciones. Entonces que existan las ferias todos los fines de semana es un poco porque no existen otros lugares profesionales donde encontrarse.

PR: Después pasaste también por El lápiz japonés.

EP: En el Lápiz japonés publiqué una sola vez, que fue una experiencia bastante extraña porque llevé una historieta cuyo guión yo lo había soñado, lo soñé estando de vacaciones en el camping Santa Teresa, en Uruguay. No estaba drogado ni nada, yo siempre fui muy careta, pero tuve un sueño con introducción, nudo, y creo que hasta desenlace (cosa que es muy rara que pase en los sueños). No era que yo soñé y convertí ese sueño en historieta; yo soñé que dibujaba una historieta, y era esa.

PR: Muy borgeano, el asunto.

EP: Sí, una experiencia borgeana. Justo en este caso eran unos personajes inspirados en Mutt y Jeff, uno flaco y alto y otro pelado y petiso, y un guión un poco Jack London. Dos enemigos en una isla del Caribe, más stevensoneano, por ahí. Y la llevé, les gustó, hubo una especie de interna en la redacción, porque ellos eran más del diseño, del dibujo más artístico si se quiere, y no sé quién hinchó por mí para que me la publicaran.

PR: Y de Suélteme sí fuiste parte, ¿cómo fue esa experiencia?

EP: Sí, ahí yo fui uno de los directores/creadores, ahí tenía mi lugar asegurado (risas). Esa experiencia no sé si fue linda o fea, fue inevitable. Con mis compañeros contemporáneos, más o menos la gente con la que estuve en La Urraca: (Pablo) Fayó, (Diego) Parés, Emiliano Migliardo, Darío Adanti, Dani The O, Pablo Parés. Estaban desapareciendo las revistas, o veíamos que estaban por desaparecer, y en ese momento era algo posible de hacer. Pedimos un préstamo al Fondo Nacional de las Artes y salió. La verdad que fuimos un desastre como editores, la revista vendió pésimo. Tomamos algunas decisiones que hoy me parecen totalmente bizarras. Nosotros no queríamos ser ni un fanzine ni una revista under, queríamos hacer una revista profesional. Claro, no conocíamos todos los requerimientos que se necesitan para tener una revista profesional. La tirada que tenía que tener la revista estaba lejos de lo que nosotros podíamos pagar, entonces estaba en los kioscos, pero casi no tenía visibilidad, tuvimos varios quilombos con el tema de imprenta, por desconocimiento. Habíamos encontrado un método para ahorrarnos unos pesos, pero que llevaba mucho trabajo: comprar el papel de la tapa en una papelera, llevar esas resmas a una imprenta (creo que) en San Miguel, después ir a buscarlas y llevarlas a la imprenta donde se hacía imprimir el interior, todo para ahorrar al máximo. Era enloquecedor.

PR: Y esas cosas iban minando el entusiasmo.

EP: No, el motivo por el que dejó de salir es que nos íbamos poniendo grandes, empezamos a tener hijos, a enganchar trabajos más profesionales, algunos se fueron del país, sencillamente nos quedamos sin energía. Hay un número fantasma de la Suélteme que no se llegó a publicar nunca, el número seis, que iba a estar dedicado al humor. El tema central era medio una crítica del humor, era interesante. El material está todo y no lo llegamos a imprimir, creo que algunas historietas salieron después en otros lados. Yo tengo la fantasía, “¿qué pasa si yo agarro todo este número y lo imprimo?”, pero no sé dónde habrá quedado todo eso.

PR: Como hicieron con el libro de Pamela y el extraterrestre, que se ve en el documental sobre Fayó (“Algo Fayó”, disponible en YouTube). Ahí se te ve con él y con Parés rescatando originales perdidos.

EP: Claro. Ahora muchos chicos dibujan en digital, lo cual yo creo que es una pena. No por nostalgia, lo digo porque el dibujo tiene toda una parte sensorial, placentera, que está en el contacto con el papel. Yo el contacto con las pantallas lo veo como una cosa cada vez más enfermiza. Se están perdiendo de algo, y se pierde también ese objeto valioso que es el original, que también es muy incómodo porque hay que guardarlo en algún lado. Yo tengo muchos problemas con eso, porque mi casa no es muy grande, pero es lindo tocarlo, a la gente le gusta verlo. Con el dibujo digital eso desaparece. Entiendo las ventajas, y todo lo que vos quieras, pero prefiero que siga existiendo el dibujo en papel.

PR: Después publicaste Melvin Marvin en la revista La Mano.

EP: Ese era un personaje que había aparecido en la Suélteme, en los últimos dos números. Y después sí, cuando salió La Mano escribí y dibujé nuevos episodios especialmente para la revista. Hubo un capítulo que lo dibujó Fayó, que era un homenaje a La Organización Negra, ese grupo de teatro de los años ochenta, que se trepaban al obelisco. Yo en mi época de hacer teatro los conocía personalmente a muchos de ellos, y quedó una linda historieta de veinticuatro páginas, si la juntás toda y la editás. Era un personaje que me gustaba bastante, pensé alguna vez en retomarlo, pero me tendría que sentar a dibujarlo, para lo cual me tienen que poner una pistola en la nuca. (risas)

PR: ¿Y fue para ésa época que arrancaste en Clarín con Yo contra el mundo? ¿Esa es tu primera publicación virtual?

EP: Claro, fue un encargo, “hay que hacer un blog”, yo no sabía qué era un blog. Yo conocía a la gente de Clarín digital porque sacaban una revista que se llamaba Internet Surf, en la cual publiqué una historieta durante unos cuatro años, sobre temática de internet. Un laburo más, un clásico del trabajo de dibujante es que, si hay una revista sobre perros, dibujás una historieta sobre perros; si es sobre ferretería, dibujás al personaje Hugo, el ferretero. Y yo pensé que sería algo así, no pensé que después internet se convertiría en una especie de amo de nuestras vidas. Es más, al principio yo la dibujaba y no tenía ni computadora, tenía que ir a editarla con Photoshop en lo de amigos, después la bajaba a uno de estos formatos, ¿un zipp, era? Y llevarla personalmente a Clarín. En ese momento me dijeron, “¿por qué no hacemos una página tuya humorística?” Y bueno, yo no sabía ni cómo funcionaba, ni navegaba por internet, pero era una especie de página web con distintas secciones. Ahí nació, por ejemplo, la Enciclopedia Mundial del Coso. Después, cuando se pusieron de moda los blogs, me convocaron a hacerlo y tenía mi espacio dedicado a la tira, que mi idea era hacerla semanal y después se empezó a espaciar cada vez más la publicación, pero tengo bastante, no sé el número exacto. El blog estuvo unos diez años, escribiendo todos los días. Como escritor fue un training increíble, tener la obligación de escribir, terminar y publicar.

PR: ¿Y cómo terminó eso?

EP: Terminó mal, porque a Clarín en un momento ya no le interesó más, y ellos tienen una táctica un poco perversa, que es (en lugar de echarte) ir relegándote a un espacio cada vez más oculto y no aumentarte más la paga. Yo aguanté un tiempo y bueno, después se terminó, fuimos a juicio, todas esas cosas.

PR: Y ya en 2006 vuelve a aparecer Fierro.

EP: Sí, ahí publiqué un poco erráticamente. Hicimos una historieta con Parés que nos gustaba bastante, Los cinco locos del plumín, donde aparecían como personajes grandes dibujantes y guionistas argentinos. Y en la última etapa hice El Lobotomóvil, con dibujos de Horacio Langlois.

PR: No recuerdo si la llegaron a concluir, esa.

EP: Le hicimos una conclusión para la revista, yo no pensaba que tuviera que terminar así. Es más, creo que no sabía que iba a terminar, pero estamos pensando en continuarla y armar un libro que ya tenga una conclusión un poquito mejor.

PR: Y en Fierro publicaste El Cartoonero, que eran como textos sobre dibujantes apócrifos, muy delirante, luego recopilado en libro. ¿Cómo nació esa sección?

EP: Bueno, ese momento yo no tenía tiempo para dibujar, y me propusieron hacer una sección escrita y yo tenía siempre la idea de qué bueno sería hacer una historieta, pero con el estilo de otra persona (hay dibujantes que lo hacen, mucho más capacitados que yo). Pero que fuera con una personalidad completamente diferente, con una ideología completamente diferente, y dije bueno, ya que no tengo tiempo para hacer eso (ni talento) lo voy a hacer con forma de nota, como si esas personas existieran. Y fue una experiencia divertida, creo que en un momento se agotó, yo mismo leyendo las notas veo que se nota que en un momento se repite un poco, pero quedó bueno, quedó lindo el libro también. Para el libro tuve la colaboración de un montón de amigos y colegas a los que les pedí que ilustraran esas notas, como para que los estilos de estos dibujantes ficticios fueran mejores, porque en la revista los hacía yo. Muchas veces los hacía rápido, muchos quedaban para el orto, y así me pude dar el lujo de llamar a muchos dibujantes que yo admiraba mucho y que por ahí ya no publicaban, como Sol Rac, un gran dibujante que publicaba en la editorial de Javier Doeyo. También (Claudio) Espósito, el Niño Rodríguez, mis amigos de siempre (Parés, Fayó), etcétera.

PR: Después con Diego Parés hiciste Chumbo, para el suplemento de historieta de la agencia Télam. ¿Qué onda publicar ahí?

EP: Fue muy bueno, la verdad. En primer lugar, hacer una tira diaria. Yo había hecho un par de tiras diarias en los noventa, una en el diario Sur y otra en el diario Extra, que era el vespertino de El Cronista Comercial, pero nunca volví a experimentar en eso. Pero bueno, hacer Chumbo estuvo buenísimo, pero me gustó mucho más la historieta posterior que hicimos, que se llamaba Service. Era una de aventuras, con todo un grupito de personajes. Tenía algo de Popeye, con una especie de mini familia donde se mezclaban un poco la aventura y la sátira social. Pero en ambos casos estuvo bueno hacerlas, proyectos que terminaron abruptamente y que uno los mira un poco con pena. Tipo, “qué bueno hubiera estado seguir con esto”. Con Service se podría hacer un librazo, porque no sé durante cuánto tiempo la publicamos, pero hay un montón de páginas hechas. Uno de los obstáculos era que Diego quería redibujar un montón de páginas, y bueno, ahí quedó. Y luego teníamos nuestro espacio de humor político, ahí fuimos denunciados en un momento (risas). Se criticaba que en Télam hubiera humor dirigido contra la (entonces) oposición, contra la prensa canalla, digamos. Teníamos un personaje que era una especie de (Jorge) Lanata y eso cayó muy mal.

PR: Así como existe la etiqueta de “periodista militante”, ustedes serían “historietistas militantes”, digamos.

EP: Algo así, claro. Esa terrible acusación, que para mí no era una acusación, es un orgullo. Hoy sería de dibujante terrorista, golpista. (risas)

PR: Llegamos así a tu participación en el colectivo Alegría Política.

EP: Claro, cuando asumió Macri instantáneamente apareció Alegría. No recuerdo quiénes fueron los convocantes, yo me sumé, la verdad que estuvo buenísimo. Ahí sí sentí por primera vez la falta de contacto humano: “ah, qué bárbaro, se puede trabajar así sin verse las caras jamás”. Que fue un poco lo que pasó, creo que después de dos o tres años de colaboración nos reunimos una vez en un evento, con un montón de dibujantes que yo, ni los conocía, (uno vivía en Mendoza, otro no sé en dónde). Y la verdad ahí conocí a unos talentos increíbles, a uno lo vi este sábado en Morón, por ejemplo. A Catinga, que es…¡un gigante! Y también fue genial trabajar con el “Polaco” Scalerandi, (Gastón “Sémola”) Souto, otros monstruos. Y ahí participó también Horacio Langlois, a quien conocí ahí, a partir de Alegría.

PR: Y después vos te abriste.

EP: Bueno, cuando bajó Macri empezaron a haber como rispideces políticas, éramos todos opositores a Macri, pero teníamos desacuerdos y matices y me cansé un poco, a otros les pasó también. Pero Alegría siguió, ahora están sacando la revista Cancelado, que está buenísimo que se editen en papel cosas así, de humor político. También fue una muy buena experiencia.

PR: De la Era Milei van pocos meses, ¿cómo la estás llevando? (Hasta que te encarcelen por terrorista, jaja).

EP: Muy mal, como todo el mundo. Pésimo, pero no soy la excepción, la verdad que las cosas están horribles. Mucho peor de lo que uno se imaginaba. No sólo en lo económico, sino también, esta sensación de violencia y de desastre inminente. Por un lado, uno dice “esto no puede durar mucho”, lo cual es muy malo, pero también sería muy malo que siga (risas). Eso, con respecto a la situación política. Como dibujante, no ha cambiado demasiado, porque hace años que yo no vivo del dibujo, décadas.

PR: Y aparece esta figura nueva de la que hablabas al comienzo, que ya no es el ofendido, sino directamente el troll rentado.

EP: Sí, algo bastante perverso que yo no entiendo ni siquiera cómo es legal. Yo no sé nada de leyes, pero debe haber algo relacionado al fraude que lo contemple, al acoso. Pero a nadie se le ocurre señalarlo, ni tipificarlo, creo que en algún momento se va a hacer. No puede ser que alguien cree una cuenta anónima o falsa, para atacar a otra persona, en masa. Son cosas que no están bien, no tiene nada que ver con la libertad de expresión, ni con nada. Una mafia. Y que encima esté bancado por el Estado… yo espero que terminen presos, los encargados de la granjita y muchos de los miembros de este gobierno, también.

PR: Ojalá. Por lo pronto, ¿estás dibujando el diplomita de “Yo no lo voté” como hiciste con Macri?

EP: Debería, debería. Sería un golazo, tendría que ir haciéndolo, porque hay mucha gente que lo va a necesitar. (risas)

PR: Para el final, lo que se estila preguntar. ¿Cuáles son tus proyectos hacia adelante? ¿Algo que no hayas podido hacer hasta ahora y que te gustaría?

EP: Hice algo que hasta ahora no había podido, a raíz de haberme quedado sin trabajo el año pasado. Yo trabajaba para la tele y me echaron, y eso me dio tiempo. Estoy tratando de reinsertarme un poco en el mundo de la escritura para medios audiovisuales, y escribí mi primer guion para un largometraje, mi gran logro de este año. Una comedia negra, media fantástica. De ahí a que se realice, ya sabemos que es un trecho infinito, pero me alegra, por lo menos, haberla escrito. Por lo demás, mi proyecto es seguir escribiendo, seguir dibujando. Más que nada, por descarte, es lo único que sé hacer, no tengo plan B.

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