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Portada de Hell Hound on my trail
Reseñamos Hell hound on my trail de Juan Bertá y Hernán González sobre la leyenda del genio del blues Robert Johnson

“Hell hound on my trail” de Juan Bertá y Hernán González

Este julio, Viajero del Alba Ediciones publicó la versión ampliada de Hell hound on my trail de Juan Bertá y Hernán González. Viene a sumarse al creciente catálogo de la joven editorial que ya nos dio títulos como Gravedancer y la ganadora del Premio Cinder Guía básica para sobrevivir a explosiones.

Un viejo blues del sur

La historia es una de las tantas versiones sobre la vida, el genio y la muerte de Robert Leeroy Johnson, uno de los primeros referentes del blues, o al menos, de los primeros en trasladar su éxito de los locales nocturnos frecuentados por negros a la incipientemente poderosa industria disquera.
Hasta 1935 (para que se hagan una idea, el año en que Gardel graba “Por una cabeza”) no hay ningún registro relevante sobre la vida de Robert Johnson y no es raro. En el sur de los Estados Unidos, la segregación racial se aplicaba con toda violencia y la población afrodescendiente representaba una enorme masa, fundamental para el trabajo, pero invisiblizada en todos los ámbitos de la política y la cultura.

En 1936 y 1937, Johnson graba sus dos únicos discos: Veintinueve canciones que revolucionan totalmente el ambiente de la música. Muchos se habrán preguntado quién era este hombre, cuál era su obra anterior y la evolución que lo llevó hasta este resultado sorprendente. No obstante, casi nada se sabía de él y poco más se habría llegado a averiguar al año siguiente cuando, con solo 27 años, murió en circunstancias que nunca se aclararon.
Y ahí comenzó la leyenda.

Donde dobla el viento y se cruzan los atajos

De repente, todos en el delta del Mississippi lo habían conocido, habían hablado con él y tenían una historia para contar sobre Robert Johnson. De esa amorfa tradición oral surge un dato recurrente: muchas versiones afirman que muy poco tiempo antes de las grabaciones, era un músico francamente malo y sin ningún talento.
Como si la falta de información fehaciente sobre su vida y su muerte fueran poco misterio, ahora se sumaba otro, acaso, más increíble: ¿Cómo había desarrollado un talento tan asombroso de un día para el otro? Juan Bertá cae en la fascinación de esta leyenda cuando afirma en su epílogo:

“Para sorpresa de todos aquellos que conocían su carrera musical, en escasísimo tiempo se convirtió en un músico excepcional. Sorprendía la velocidad y precisión de su interpretación, a un nivel en el que muchas de sus canciones parecían ser ejecutadas por dos guitarristas al mismo tiempo. Que además manejara cuatro tipos de afinación distintos con igual maestría y cantara en un tempo distinto al que tocara su guitarra ya parecía sobrenatural”

En 2019, Alejandro Farías y Marcos Vergara nos dieron su respuesta a estos interrogantes en el libro Morir a los 27. En ese caso, optaron por una explicación racional y policial, con dobles, celos, venganzas y botellas de whisky envenenadas.
Cinco años después, este nuevo libro recrea la versión más difundida (y, sin dudas, más atractiva) de la leyenda: En el cruce de la 61 y la 49, Robert se encuentra con el diablo y le vende su alma a cambio de su talento.

Las condiciones del pacto

Las mujeres de malvado corazón

Pero esto no es todo. Bertá logra escribir un guion en el que la tensión dramática no da respiro porque el pacto con el diablo tiene unas condiciones muy específicas: Robert compondrá treinta grandes canciones y tendrá el talento para tocarlas maravillosamente pero esas canciones son el reloj que marque su tiempo sobre la tierra. Cuando componga la trigésima, el perro del infierno vendrá a llevarse su alma.
El resto del libro se trata del protagonista tocando en clubes y viviendo su éxito pero, al mismo tiempo, tratando de no componer… tratando de embotar su mente en el alcohol y el sexo fácil para que las canciones dejen de nacerle de dentro.
Es patético y desesperante ver como el personaje se hunde inútilmente en la degradación porque no logra contener esa creatividad que llega a sentir como una maldición.

Gran laburo de Hernán González. Esperemos ver más pronto

Todo esto es acompañado por el dibujo de Hernán González. Un dibujo feo, oscuro, desprolijo y a la vez, perfecto para el tono del relato. Hay algo acá del dramatismo de José Muñoz que ni el pincel seco ni la tinta salpicada terminan de disimular. Por si hace falta aclaro que, para mí, reconocer algo del estilo de Muñoz en otro artista siempre es un elogio.
Un último aspecto que quisiera destacar y que es mérito de los dos artistas del equipo es que en ningún momento subestiman al lector. No tienen miedo de ponerle la lectura difícil.
Un ejemplo son algunas viñetas detalle que con tanta suciedad resultan casi enigmáticas. Hay que verlas una y otra vez y ponerlas en contexto hasta terminar de descifrarlas.
Otro factor fundamental es que, aunque la narración está temporalmente muy fragmentada, ninguno de los dos cae en la tentación de explicárselo al lector ni con palabras ni cambiando el aspecto visual de las páginas.
Estas elecciones nos obligan a detenernos en la página, disfrutar del viaje y dedicarle a cada viñeta el tiempo que exige el relato. Acá hace falta una lectura atenta y diría que casi se impone una relectura para disfrutar completamente de la obra.
Que sus 52 páginas no te engañen. Este es un libro que vas a disfrutar despacio y vas a releer con toda seguridad.

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Reseñamos Hell hound on my trail de Juan Bertá y Hernán González sobre la leyenda del genio del blues Robert Johnson

“Hell hound on my trail” de Juan Bertá y Hernán González

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