1965 es un gran año para la historieta argentina, entre otras cosas porque es en el que empezó a trabajar en el medio uno de los mayores dibujantes de nuestra historia: el increíble Horacio Altuna.
Claro que, por entonces, habrán sido pocos los que pudieron prever la relevancia que su obra tendría en el futuro. Se trataba de un joven, sin dudas talentoso y formado, al que (en medio de tantos genios como había en esa época) le tocó empezar en las inferiores.
Las inferiores, en este caso, fueron la revista SuperVolador, un plagio de Superman apenas disimulado lo suficiente como para evitar un reclamo legal.
No obstante lo anecdótica de esta primera incursión en la historieta, también es cierto que en ese mismo año, Altuna ya estaba publicando sus primeras páginas en una de las revistas más importantes de la época como fue Misterix y que para 1967 ya había entrado en la mayor factoría de historietas que tuvo Argentina: la editorial Columba.
Ahí tendrá el privilegio de trabajar con guiones de Oesterheld en “Kabul de Bengala” y hasta le dan una de las series escritas por Robin Wood que, tras algunas transformaciones, terminará siendo “Big Norman”.
No obstante, se irá de la editorial en 1972 en medio de un reclamo por los derechos de autor.
Horacio Altuna ‒Primero hice muchos trabajos guionados por Wood y otros autores, solo en la última etapa me llegaron los guiones de HGO, al que nunca vi en esa época, ya que estaba semiclandestino, creo.
Yo militaba en la ADA, junto a Mandrafina, Macagno, Marchioni y otros colegas y desde allí planteamos reivindicaciones profesionales, entre ellas la devolución de los originales y el reconocimiento de los derechos de autor, que en esos tiempos no eran reconocidos editorialmente. De acuerdo a esos derechos, hice el planteo personal (yo solo) a los directivos de Columba, no me dieron bola y me fui.
Al poco tiempo, Cascioli, desde sus publicaciones comenzó a reconocer esos derechos que reivindicábamos y desde entonces, creo que prácticamente todos lo hacen.

Estamos hablando de 1974, cuando Andrés Cascioli era el editor de la revista Satiricón. El paso de Horacio por esa redacción será central para su carrera posterior por dos motivos fundamentales: porque tras el cierre de la revista (y el exilio de Oscar Blotta), Cascioli fundará La Urraca, en donde el dibujante publicará varias de sus series más conocidas, y también porque allí conocerá a Carlos Trillo, guionista con el que formará una de las duplas más aclamadas de la historieta mundial.
1975-1981 Costumbrismo, parodia y realismo (mágico y del otro)
De hecho, apenas un año después, se producirá el primer gran éxito en la carrera de ambos artistas: El Loco Chávez.
El Loco Chávez fue una genialidad y, como tal, una excepción a la regla. La tira se publicó en la parte superior de la contratapa de Clarín durante doce años en los que, si sumamos las páginas quincenales alcanzaron casi las 5000 entregas. Desde que la editorial decidió dedicar toda la página a tiras de humoristas nacionales, la contratapa de Clarín era excepcional de por sí. Pero, incluso dentro de esa rareza, El Loco era único porque era la única tira de estética realista, la única con “continuará” y, por lo tanto, la única que no necesitaba meter un remate cómico por día.
En El Loco Chávez, Altuna demostró ser un virtuoso en la anatomía, en los fondos, en las expresiones, en el manejo de los planos… en todo lo que hace a una narración costumbrista. La calidad y el talento de la dupla formada por Trillo y Altuna se puede ver en todas las series que produjeron juntos durante ese periodo pero el alcance de Clarín convirtió a este título en un suceso nacional.
A pesar de la gran exigencia que implica mantener el ritmo de la tira diaria, durante los primeros años del Loco, la dupla producirá otras grandes series para las revistas de Ediciones de La Urraca: Charlie Moon (fechada en 1979 pero aparecida en SuperHumor en 1980), Las Puertitas del Sr. López (en El Péndulo 1979 y en Humor desde 1980), y Merdichesky (SuperHumor 1981).
En los tres títulos, cada cual a su manera, se evidencia la reflexión y la crítica social.
Charlie Moon es el más realista de los tres. Un chico atraviesa la adolescencia en el sur norteamericano durante la gran depresión. Como todo relato de iniciación, en los cinco capítulos que dura el periplo de Charlie vemos que el descubrimiento de la vida adulta implica la pérdida de la inocencia infantil.
Aunque los relatos son bastante universales, la ambientación está muy bien elegida porque la crisis del treinta muestra los límites y las falencias del capitalismo en toda su crueldad, además de que esa fue la última generación de norteamericanos que no pudo disfrutar de la prórroga social de la adolescencia. Empujados por el hambre, estos niños se vieron obligados a crecer de golpe y entrar en un mercado laboral en el que reinaba la discriminación, la explotación y la injusticia.
A Trillo y Altuna, esa ambientación le sirve para hablar indirectamente de la realidad latinoamericana ya que, en otros países y otros contextos sociales menos favorecidos por el reparto internacional de la riqueza, aún hoy ocurre lo mismo.
En Las Puertitas del Sr. López, recurrir a cierta forma del realismo mágico no hace que la crítica social resulte menos despiadada. Si bien se escenifican algunas problemáticas puntuales propias de la dictadura militar que gobernaba en Argentina como el golpe de estado, la censura o la inflación, el principal problema de López es López.
Vale la pena analizar que en las treinta y ocho entregas de la serie se puede observar una evolución. Mientras al comienzo podemos pensar en el protagonista como un héroe de la imaginación, un tipo que viaja al mundo de sus fantasías para regresar a la realidad fortalecido y mejor preparado para afrontarla; paulatinamente, vamos descubriendo que, en realidad, es un pusilánime y un cobarde que no se atreve a cambiar la vida que detesta (encarnada en la esposa y la oficina) y que se refugia en sus sueños lúcidos como única evasión.
López es una crítica feroz al hombre mediocre que se resigna a ser durante toda su vida apenas un engranaje de un sistema que lo usa y lo desprecia. Pero también es, al mismo tiempo, un recordatorio de que para que haya una dictadura asesina en Argentina además de un puñado de hijos de puta, hace falta una sociedad llena de cobardes que se dejen pisotear.
Por último, Merdichesky, es otro antihéroe al estilo de Trillo. Igual de miedoso y perdedor que López pero, en este caso, argumentalmente justificado por la parodia del género policial. Si bien la serie toca los elementos clásicos de la novela negra como la corrupción política, la discriminación racial y la complicidad policial en todos los manejos turbios, el tono humorístico (y el haber sido producida para el mercado europeo) la hace un poco más ligera.
Finalmente, aunque sea de carambola, Merdi va a resolver el caso, va a salvar a la chica y se la va a llevar al cuarto. Aunque la sociedad esté podrida, él es un tipo torpe pero honesto con el que (a diferencia de López) el lector puede empatizar.

Repasando los títulos de este periodo, resulta indiscutible que lo que predomina es la intención de mostrar y problematizar la realidad desde los diferentes géneros, usando los tópicos y recursos que ofrece cada uno.
¿Hay sexo y minas con poquita ropa? Sí. También es cierto que (como ya analizamos en “Auge y caída de la historieta erótica en Argentina”) cierta dosis de sexo cuidado y desnudez eran considerados ingredientes ineludibles en la evolución de la “historieta adulta” de aquellos años.
Claro que el Loco Chávez tiene siempre sus levantes y que Pampita se volvió uno de los personajes femeninos más icónicos de la historieta argentina. Claro que las fantasías del reprimido de López muchas veces los llevan por el camino de la libido… pero también lo llevan para otra infinidad de lugares. Digamos que en una serie que va desde el western hasta la ciencia ficción, desde la fantasía heroica hasta Casablanca, desde lo maravilloso hasta la alegoría, la fantasía sexual es la excepción y no la norma.
Tal vez, el único caso que rompe con esta tendencia sea la segunda historia de Merdichesky que, aunque se mete con un tema pesadísimo como el abuso infantil, resulta apenas una excusa para ambientar la acción en el set de una producción porno y llenar las viñetas de minas desnudas.
Cabe aclarar que esas páginas son muy posteriores al periodo que estamos analizando y ya se inscriben en otra etapa de la carrera del dibujante que analizaremos más adelante.
Se podría objetar a mi hipótesis que todas las series de este periodo tienen guiones de Trillo por lo que, el rumbo que tomaban las historias no dependía de Altuna en absoluto.
Sin embargo, esto nos dice el autor al respecto:
Horacio Altuna ‒Con Trillo, además de la amistad, nos unía un montón de afinidades que nos alentaban a producir temáticas que nos gustaban a los dos. Los guiones los desarrollábamos juntos, y me siento coautor de todo lo que hicimos los dos en esos años.
Nos encontrábamos un par de veces a la semana en bares y hablábamos los argumentos. Nunca estaban escritos, (salvo algún diálogo puntual en servilletas de papel u hojas sueltas). Aprendí de él, que era muy sabio e imaginativo, mucho más que yo, a desarrollar historias. Supongo que yo también le enseñé algo de narración gráfica.
Supongo, nada más.
Los ochenta y la ciencia ficción
Es sabido que pocos géneros permiten hablar de los problemas del presente de una manera tan efectiva como la ciencia ficción. La proyección temporal hacia el futuro permite suponer una versión de nuestra sociedad en la que los defectos y virtudes del sistema se exacerbaron hasta llegar al colapso.
Las próximas obras de Altuna (tanto con Trillo como en solitario) pertenecerán a este género del futurismo distópico.
El último recreo comenzó a publicarse en SuperHumor y, tras el cierre de la revista, terminó en Fierro.
La premisa es simple: un arma del futuro causa la muerte de todos los adultos del mundo. Solo quedan los niños que no alcanzaron la madurez sexual. Este es el único elemento de ciencia ficción, por lo demás, el contexto en el que se va a desarrollar la acción podría ser el de cualquier gran ciudad del presente. De golpe, los chicos se enfrentan a la necesidad de procurarse la subsistencia y la seguridad que antes le proporcionaban sus padres y, sin tener la madurez mental y emocional para hacerlo oscilan entre la inocencia y la violencia. En este sentido, podríamos decir que retoma algo del planteo de Charlie Moon pero llevándolo a un punto aún más extremo.
A lo largo de sus once episodios, se va construyendo una gran antítesis entre dos posiciones que son morales pero también políticas porque implican dos formas diferentes de entender el poder: Los que creen que solo pueden salvarse a costa de los demás y los que creen que la única salida es colectiva y solo pueden salvarse con los otros.
En mi modesta opinión, es la obra culminante de la dupla, aquella en la que la química entre los dos alcanza el resultado más perfecto. Para ello creo que resulta fundamental la estructura de episodios autoconclusivos pero conectados a una trama mayor que permite un desarrollo muy profundo del contexto y los personajes, sin que la tensión dramática decaiga en ningún momento.
Pero esta obra tiene todavía otra gran virtud y es que en ella, Altuna inventa una forma totalmente innovadora de diagramar las páginas. En El último recreo, los márgenes de las hojas son negros y las viñetas flotan sobre ese fondo negro permitiéndose órdenes de lectura aparentemente poco intuitivos porque lo que guía el ojo del lector son los diálogos, fragmentados en un montón de pequeños globos de texto. Los globos aparentemente cobran independencia de las viñetas y casi nunca están claramente enmarcados por una. Más bien ocupan los lugares entre los cuadritos, generando una puesta a página mucho más dinámica y visualmente impactante.
Consultado sobre la génesis de una innovación formal tan espectacular, Altuna me deja pagando con un:
Horacio Altuna ‒No tengo una respuesta a esas preguntas, no buscaba innovar ni nada por el estilo. Llegué a desarrollar esas formas de narración y diagramación de página sin plantearlo en forma consciente.
Esta forma de diagramar la página será clave para las primeras dos obras del dibujante como autor integral: Ficcionario (que se publicó desde el primer número de Fierro en 1984) y Chances (que salió en Europa en 1987 pero recién se publicó en Argentina en 1996).

Ficcionario propone un futuro distópico bastante habitual a la ciencia ficción de moda en esa época: Un estado que controla al individuo hasta prácticamente despojarlo de su humanidad, una sociedad totalmente indiferente al sufrimiento del otro, donde el amor casi no existe y el sexo se practica por las calles sin ningún pudor. En ese contexto, el eje articulador de esta serie de historias unitarias será su protagonista, el buen Beto Benedetti, un inmigrante ciudadano de segunda.
Esta obra tiene la particularidad de que, aunque la mayoría de los capítulos son en blanco y negro, aparecen un par de capítulos a color que son los primeros en la trayectoria del dibujante.
Horacio Altuna ‒En general, hace tiempo que las editoriales europeas prefieren el color. Personalmente, siempre preferí el blanco y negro, porque me veo mediocre en el color. Comencé con él por exigencias editoriales y para mi fue más trabajo pero nunca fue algo que yo considerara que lo mejorara.
Puesto a hacerlo, hoy trabajo con Procreate en IPAD
Si Ficcionario (y su secuela: Imaginario) ya presentaba un futuro distópico, había algunos destellos que brillaban en medio de tanta oscuridad: el amor, la imaginación, el humor aunque fuera irónico… Chances, en cambio es totalmente pesimista y deprimente.
El pobre protagonista es un clon creado para que un millonario que comparte su código genético tenga órganos de repuesto cuando los necesite.
La historia comienza con su fuga del centro de clonación pero desde el principio sabemos que el pibe no tiene ni una oportunidad. Es solo cuestión de tiempo hasta que lo encuentren y lo desguacen. Una vez más, se utiliza el tópico del personaje inocente que entra en contacto con un mundo hostil y deshumanizado solo que en este caso (a diferencia de Beto, que siempre resiste), él mismo cae cada vez más profundo en esa degradación. Tal vez, enfrentado al sinsentido de su vida, se convierte en un elemento más de esa sociedad macabra y ajena hasta a los más básicos principios morales.
Desoladora visión del futuro. ¿Algo de eso se habrá cumplido?
Horacio Altuna ‒Sí, la distopía de estos tiempos es total. Me quedé corto en mis augurios pesimistas, lo que no quiere decir que tengamos que rendirnos a lo malo que hay y que se viene. Las esperanzas están en la conciencia social de las generaciones que padezcan estos tiempos que vivimos y quieran y luchen por cambiar esta realidad.
Del mismo periodo serán otras dos series de ciencia ficción menos recordadas en nuestro país: Time Out (que se publicó a partir del número 22 de Fierro) y Tragaperras que, al ser a todo color, nunca tuvo edición local.
Ambas series emparentan con el recurso narrativo básico de Las Puertitas del Sr. López ya que existe una justificación argumental para que en cada capítulo se pueda saltar a un marco narrativo ajeno al universo ficcional de la serie. La diferencia es que, mientras para López, el pasaje se daba a través de la puerta fantástica del baño, en estas series se optará por un recurso propio del género.
En Time Out será el viaje temporal y en Tragaperras, como el título lo indica, una máquina tragamonedas.
Me interesa destacar que tanto Chances como Tragaperras exacerban la presencia del elemento sexual que ya aparecía en Ficcionario hasta volverlo casi obligatorio en cada capítulo. Sigue existiendo la reflexión y aún la crítica social pero resulta evidente que el erotismo va ganando lugar en las páginas y comienza a volverse una marca registrada del autor.
1989: Voyeur o las colaboraciones con Playboy
La ya mencionada maestría de Horacio en la representación realista de la anatomía y el fervor que despertaban sus chicas entre el público lector (predominantemente masculino) de la época llevó a la revista Playboy a ofrecerle una colaboración regular.
Este es el trabajo decididamente erótico del autor. El primero en el que el sexo es el tema central y no un condimento para contar otra cosa.
Sinceramente, no sé si existe una recopilación completa de este material. Tengo a mano los tres álbumes que publicó La Urraca entre 1996 y 1997. Ahí se reúnen 48 historias de cuatro páginas cada una pero sé que hay más porque algunas de las que salieron en las páginas centrales de Fierro no están recopiladas en estos tomos.
Por lo demás, creo que mis dotes como analista no dan para decir demasiado sobre estas historias. Están todos los lugares comunes de el humor picante de la época: el revolcón en la oficina, el cine, el parque, la playa; el médico cachondo y su contrapartida: la enfermera; la despedida de soltero; la infidelidad cruzada, etc.
Muchas de esas historias pueden seguir leyéndose actualmente y conservan la gracia de un sketch de Olmedo aunque un poco más explícito. Otras resultan francamente ofensivas para la sensibilidad actual. Por ejemplo, recomiendo mantenerse alejado de esa en la que la víctima se queja porque la policía interrumpe a su violador en pleno acto; o la del tipo que se queda lo más contento porque una mujer lo violó; o la de la chica que convence al padre de que para identificar a su violador tiene que volver a tener sexo con él y con esa excusa se va cepillando a todos los muchachos del barrio que le gustan… Mejor aléjense de todas las que partan de la idea de que una violación pueda derivar en algún tipo de chiste.
En lo visual, un aspecto destacable es el cuidado del plano en cada viñeta. Los propios cuerpos entreverados, algún elemento de utilería o hasta el mismo globo de texto retacean siempre el espectáculo de una penetración explícita. A diferencia del otro gran autor erótico de la época que fue Milo Manara, podría decirse que Altuna usa una “Cámara Discreta”. Esta decisión estética conecta con otra que es la frecuente inclusión del personaje del voyeur que le da título a la serie. Estos personajes (generalmente viejos) tienen dificultades para espiar el encuentro sexual de los protagonistas, se quedan trabados bajo la butaca del cine, se caen del balcón, son sorprendidos por la esposa… De alguna manera representan al lector de la serie que se asoma a espiar estas páginas con placer culposo y del que Altuna se ríe poniéndole siempre un arbolito en el medio.
Desde el punto de vista narrativo, se vuelve a un planteo de página más tradicional, tal vez porque el producto no buscaba destacar por su nivel de experimentación.

Vale la pena cuestionarse lo que pasa con la percepción que el público tiene sobre el autor a partir de este punto. Altuna tenía ya ocho álbumes publicados y miles de tiras de El Loco Chávez. Como vimos, si algo las atraviesa a todas es la intención de mostrar, reflexionar y hasta la criticar determinados aspectos de la sociedad.
No obstante, los editores y periodistas (que son los que instalan el sentido común del lector) cada vez insistieron más sobre el aspecto erótico como si eso fuera lo fundamental de su trabajo. Es más… veinticinco años después de las páginas de Playboy, empieza a publicarse Verano (sobre guiones de Hernán Casciari) y la revista Viva pone en tapa “Vuelven las chicas de Altuna”.
Nadie puede negar la maravillosa habilidad del artista para el erotismo pero, haciendo un análisis del conjunto de su obra, resulta evidente que concentrarse solo en eso es reduccionista por demás.
Por suerte, a él no parece importarle:
Horacio Altuna ‒No sé por qué estoy encasillado como autor de género erótico. Tampoco me molesta ni lucho contra eso. Nunca la crítica me influyó ni me importó demasiado. Son lecturas diferentes legítimas y discutibles de las obras de los autores.
Los noventa y la vuelta al realismo
Justamente, las dos obras importantes que siguen, continúan esas dos líneas que caracterizaron su trabajo:
HOT L.A. se publicó originalmente en la revista Co&Co en 1993. En la edición recopilatoria de Norma tiene un prólogo de diez páginas contextualizando al lector en lo que fue el levantamiento popular de las comunidades afroamericanas en Los Ángeles tras el caso de Rodney King.
La revuelta comenzó tras la absolución de cuatro polícías blancos que habían sido capturados en cámara dándole una salvaje golpiza a un joven negro y puede considerarse un antecedente del movimiento Black Lives Matter que surge para exponer y combatir la impunidad con la que la policía norteamericana descarga su violencia homicida contra las minorías raciales de los barrios pobres.
Altuna no se limita a mostrar los incidentes sino que realiza toda una tarea de documentación e investigación para mostrarle al lector la vida en los guetos de Los Ángeles, la formación de las pandillas, los jóvenes sin futuro y sin escape posible.
El álbum se compone de cuatro historias profundas y espectacularmente ilustradas en las que Altuna regresa al blanco y negro con todo. El las tres primeras con muchas tramas mecánicas y en la cuarta, acompañado de aguadas.
Esta última historia (que también fue publicada en la segunda encarnación de Fierro) tiene la particularidad de plantear una nueva diagramación de página que el autor elegirá para muchas de sus obras posteriores como Verano, Hot (no de la que estamos hablando sino la que salió en Orsai) y en las dos historias que recoge la reciente Altuna Cosecha Especial: tres viñetas apaisadas con un pequeño texto a la izquierda.
Horacio Altuna ‒La viñeta apaisada es un recurso narrativo que necesitó, en los caso que mencionas, textos explicativos. Es una manera de producción más rápida y menos trabajosa para el dibujante. Repito, es un recurso.

Por los mismos años, Gato, continúa la colaboración del autor con Playboy pero intentando contar una historia de largo aliento en vez de una sucesión de unitarios. Obviamente, es una historieta decididamente erótica donde parece que nada importa demasiado más allá de que haya una escena de sexo cada cuatro páginas.
No obstante, en el relato están presentes la violencia policial, los conflictos étnicos y la discriminación a los inmigrantes que son los grandes temas del otro libro que produjo simultáneamente.
¿Tuvo la intención de acercar esa problemática a los lectores de su producción erótica o estaba tan involucrado en el tema que le salió de manera espontánea?
Horacio Altuna ‒En Hot LA sale mi costado ideológico en forma explícita, en GATO, que producía para Playboy se diluye y la considero una obra fallida ya que tuve que alterar todo el guión para incluir más sexo en el desarrollo argumental.
Mientras estas dos series se publicaban en el mercado internacional, Horacio volvía al humor costumbrista y al público argentino a través de dos canales diferentes. Por un lado, en la revista Puertitas (dirigida por Carlos Trillo) con una serie de unitarios de entre una y cuatro páginas que recibían el título genérico de Luces de mi Ciudad y, por otro lado, desde 1994, de regreso a la contratapa de Clarín con su tira El Nene Montanaro.
Actualidad
El comienzo de este siglo nos trajo la rareza de un Altuna escribiendo guiones para otro dibujante. Me refiero a los dos álbumes ilustrados por Jorge González: Hard Story y Hate Jazz.
Desde 2010 pudimos leerlo en su nueva tira para Clarín, Es lo que hay (basada en Familia Tipo que publicara desde 2007 en El Periodico de Catalunya), en las dos temporadas de Cuentos de Verano que hizo junto a Hernán Casciari para la revista Viva, y en HOT, una serie que publicó en la revista Orsai y en la que regresa al sur de los Estados Unidos durante las primeras décadas del siglo XX para contar otra historia llena de jazz.

En lo que respecta a la edición argentina de sus libros, en 2011, la editoria Orsai publicó un libro apaisado de bocetos bajo el título Cuadernos Secretos, en 2015 tuvimos una edición completa de Las Puertitas del Sr. López a cargo de Galerna, que en 2016 publicó también El último Recreo, HOT.L.A, por su parte, está publicado por el Centro Editor de América Latina.
No ostante, desde hace unos años, Libros del Quiosquito se volvió su editorial de cabecera en Argentina. Ya habían publicado Ficcionario y este año sumaron una nueva publicación titulada Altuna Cosecha Especial que contiene dos historias cortas.
“Biblias” escenifica un debate sobre el rol revolucionario o reaccionario de la religión católica en la emancipación de los pueblos de América Latina; mientras que “Los otros” nos muestra el drama de la emigración latinoamericana pero vista desde la perspectiva del ciudadano del primer mundo. Se trata de dos hermosas historias de profundo contenido social y (como la gran mayoría de su obra) ajenas a cualquier intención erótica.
Horacio Altuna ‒Ahora está en preparación, para salir espero que en abril, Time Out, una historia fantasiosa que hice en los ochenta en la que se viaja a través del tiempo y la imaginación de los personajes. Una vuelta de tuerca a los viajes solo a través del tiempo a los que estamos acostumbrados.
Veremos. Es de agradecer el gesto editorial de Libros del Quiosquito de arriesgar en estas épocas malas para los autores, haciéndolo además, con total respeto por sus derechos y muy buena calidad de edición.
2 respuestas
Tuve la suerte ( y el honor ) de conocerlo en Palermo firmando el año pasado, y charlando con él le comentaba que me extrañaba que Time Out nunca lo ví en libro , y por su expresión parecía que él mismo no lo había notado. Ojalá que este “puntapie” fortuito haya servido para volver a ver esta genialidad en libro!
¡Qué groso! ¡Mirá si fuiste el que plantó la semilla de esta reedición!