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“Pablo’s Inferno” de Rhode Montijo

Una mezcla entre El infierno de Dante y la rica tradición cultural del México precolombino.

Al final del siglo pasado se publicó un cómic muy de nicho y oscuro. Hoy te llevo al under del indie, más profundo que la transmisión del fondo marino del Conicet, un mundo desconocido y fascinante que nos dejó asombrados. Esto es tan raro que es el único cómic publicado por el autor, Rhode Montijo.

Algunas palabras sobre el autor

¿Quién es y por qué quiero rescatar a un autor de un único aporte comiquero? Vamos por partes. Montijo nació en Estados Unidos, hijo de inmigrantes mexicanos, y, como suele pasar con las familias en diáspora, cargan el orgullo de la patria y la cultura en tierra ajena. De chico mamó fuerte la influencia de la cultura mexicana, sus costumbres y su rica historia. Su trabajo principal es como ilustrador de libros infantiles.

Pablo’s Inferno, la obra

Compuesta por cinco números de entre veinticinco y treinta páginas (el quinto pasa las cincuenta), en blanco y negro con portadas a todo color, por el sello Abismo (bancado por la Xeric Foundation con Peter Lard a la cabeza para bancar emprendimientos independientes). El sello tiene esta obra como su única publicación, posteriormente compilada en un tomo, aunque hace años es casi imposible de encontrar este material, con suerte algún número suelto. No falta el oportunista desquiciado que especula con esta escasez pidiendo hasta 300 dólares por el tomo. Con paciencia de pescador, esperando que algún calentón con guita pague esos precios descarados.

El primer número

Arranca con todo: en la primera página vemos a Pablo, un chico de cinco o seis años, que recibe un billete de la madre para ir a comprar leche. En la página siguiente vemos cómo el pequeño es atropellado mientras cruza la calle por un descapotable conducido por una figura demoníaca.

No suficiente con lo dramático del suceso, Pablo queda despedazado en la calle sin escatimar huesos y sangre. De su cabecita decapitada, como por una exhalación, su alma se desprende y se encuentra, en su forma etérea ante la mismísima puerta del infierno, y el primer demonio que se cruza lo encara ferozmente… pero a modo de broma, lo cual ya le cambia el tono al escenario. Hasta de forma accidental se apoya en la puerta, quedando Pablo adentro y el demonio afuera, rogando por volver a entrar.

Lo que ve el alma perdida es el mítico río Aqueronte, el río del dolor por el cual Caronte transportaba las almas al inframundo. Una larga fila espera para subir a la balsa que cruce la orilla y seguir su camino. La embarcación tiene su remero, que exige un pago que nuestro protagonista cubre utilizando el billete recibido por la madre.

Ya en la otra orilla, llega a una casilla de circo donde regalan el boleto para entrar y es recibido por una troupe de apariencia aterradora, aunque con un carácter más bien infantil e inocente.

Y así termina este primer número.

Segundo número

El segundo número nos muestra que la presencia de Pablo no es casualidad y estaba siendo esperado por alguien que supuestamente estuvo inmóvil en el infierno desde la llegada de los conquistadores, hasta la llegada del protagonista; Quetzal, quien servirá de guía para acompañarlo. Y así se adentra de lleno en la cultura mexicana, apareciendo un Chac Mool, estatuas precolombinas acostadas  que se consideraban un nexo entre dioses y humanos, donde eran recibidas ofrendas y son transportados a la ciudad de México colonial, escapando del infierno.

Pablo es llevado por Quetzal con Huehuetéotl, un ente que se aclara habla traducido del Náhuatl, para curar el brazo que lo tenía como ramificado por haber levantado una rosa mística. Les indica que para continuar el camino necesitan encontrar dos objetos. La piedra de Mica (que era muy importante para los aztecas, usada en rituales, encabezando pirámides y hasta en observaciones astronómicas) y la vela de Fray Bernardino de Sahagún, un fraile que escribió El códice Florentino, una obra fundamental que describe rituales y costumbres precolombinas, destacando la vela, por su uso en ceremonias nocturnas. Encuentra la piedra de mica y acaba el segundo número.

Tercer número

Comienza con el dúo escapando con la piedra llegando a Coyoacán, la ciudad de los coyotes, que en un principio se mostró contraria al conquistador Cortés, pero terminó siendo colaboracionista para conquistar Tenochtitlán (al punto que fue residencia del europeo y su descendencia). Entran en una iglesia abandonada, (que los españoles construían para superar en altura a las famosas pirámides mexicanas) para encontrar el segundo objeto marcado por Huehuetéotl, la vela. Detrás de la iglesia, salen a un cementerio, y Pablo se arrodilla frente a una lápida, preguntándose cómo será la suya. Quetzal lo consuela y le cuenta la historia de cómo llegó ahí. Era considerado un dios que en su omnipotencia cayó preso de las tentaciones del alcohol, estando demasiado borracho para defenderse del ataque de los invasores extranjeros. 

En una obra que realza tanto el espíritu mexicano, no podía quedar afuera el mundo de los luchadores enmascarados. Pablo se cruza con El Calambre, un ídolo para él, de quien recuerda sus peleas y su funeral. Mientras se conocen son atacados por coyotes, buscando refugio en la iglesia, el pequeño mueve una estatua para bloquear la puerta y descubre un hueco oculto a un túnel. Bajan con Quetzal y El Calambre se queda conteniendo el ataque de las fieras. En el escondite subterráneo encuentran escritos y objetos del Fraile Bernardino, donde relata que están siendo atacados por demonios en venganza de la destrucción y las enfermedades que trajeron al continente. Gracias al sacrificio de El Calambre Quetzal y Pablo, logran escapar de la iglesia, en llamas por los aceites y el fuego de la vela mezclados para repeler la horda infernal. 

Cuarto número

Escapando llegan a Tula (no me jodas que pensaste en el del bombo), tierra de los Toltecas, una civilización anterior a la Azteca. Caminando entre los Atlantes de Tula, un tipo de columna de piedra con forma de guerrero que rozaban los cinco metros de altura, típico de esa cultura, se encuentran con una joven llamada Nayelli. Se sorprenden de su capacidad para verlos y oírlos. Se muestra amigable con Pablo pero huye al ver la piedra de Mica. Entre las ruinas estudian los escritos rescatados de la cueva de Fray Bernardino, cuando un pequeño cacto crece del suelo y se vuelve un monstruo que los ataca. Cuando lo vencen desaparece,  y regresa Nayelli con lastimaduras que coincidirían con las recibidas al cacto poseído, pero vuelve a huir despavorida según dice en búsqueda de su padre. Quetzal desconfía de que se hayan cruzado con el Nagual, un cambia formas, un ser capaz de disfrazarse por completo. Antes de continuar con su rumbo lamenta una elección que considera necesaria, recurrir a la Mujer Araña (nada de Marvel, ni Jessica Drew ni Gwen por acá), una deidad híper poderosa, relacionada a la fertilidad, el inframundo, la guerra y la tierra. Casi nada. Nuevamente la sorpresa que estaban siendo esperados, hasta un dibujo en la pared presagia la aparición del dúo. Se presenta como tejedora de futuros y conocedora del pasado, y echa luz sobre los personajes, les cuenta que Pablo es una creación de los dioses para reconectar el mundo de los vivos con los muertos. Tejiendo el futuro muestra la muerte de Nayelli, a lo que el niño suplica a Quetzal para ir a rescatarla. En su lugar encuentran a una anciana con pinta de bruja que resulta ser el Nagual. Quetzal es absorbido desde un espejo y Pablo se salva cubriéndose con la piedra, quedando la bruja encerrada en la misma, para ser reventada y hecha añicos contra el suelo, quedando el niño solo en un pasillo oscuro con espejos a los dos costados, iguales a los que vimos desaparecer a Quetzal.

Quinto número

Pablo queda solo y sale al cruce de una feria con sus atracciones típicas, los mariachis. Puestos de juegos, de comidas y dulces, y uno de esos que leen el futuro con palomas. Eligen una tarjeta, la pican y se lee: La muerte está cerca. Efectivamente el Diablo entra en escena, que tiene cautivo a Quetzal y Nayelli, quienes serían liberados a cambio de que Pablo escale una montaña para recuperar oro, donde el ángel caído no puede llegar. Acepta el reto y escalando, en una cueva se encuentra con Tláloc, dios de la lluvia, tan benevolente como vengativo, capaz de bendecir con aguas para la agricultura o castigar con tormentas e inundaciones. Moribundo y echado en un rincón le cuenta que quedó encargado de custodiar el oro y otros tesoros que escondieron de los españoles. Le ofrece elegir entre tres tinajas y le da otros elementos para enfrentarse al Diablo por la batalla final, que en su última encarnación personifica a Cortés. Pablo gana, pero no es un final feliz occidental donde vuelve a la vida; ya está muerto y no es deshonra ni pena, para los mexicanos es otro estado diferente al de la vida. En su nuevo plano vuelve la lluvia, vuelve la agricultura, se liberan las almas, y si bien extraña a sus padres, sabe que el reencuentro es inminente y vive (muerto) feliz y amado, responsable de haber vuelto a traer vida donde por siglos hubo almas en pena arrancadas de su existencia en Mesoamérica por conquistadores europeos. 

Hablemos del dibujo

Difícil de describir: de trazo grueso, mucha tinta negra, un estilo que mezcla el gótico medieval con dejos cartoon; con esculturas y dioses muy bien logrados, páginas de pocas viñetas… Lógico viniendo de un ilustrador, pero con buena mano para mantener la narración secuencial clara y con ritmo, con secuencias mudas que pueden durar páginas o choclazos de texto explicativo que te ocupa un cuarto de página. El balance es excelente. Para mencionar influencias en el dibujo podría nombrar la monstruosidad de Wrightson, el gótico de Mignola, cositas de Eddie Campbell en From Hell… La atmosfera opresiva de los planteamientos de página de Charles Burns y algo de las líneas medio firulete que tira Paul Pope. Pavada de referencias. 

Pensamientos finales

Es una obra valiosa, que rescata mucho de la mitología precolombina, las costumbres mexicanas, bien retratadas, explicadas, dando pie a ahondar en la historia desde un ángulo pocas veces tocado. Si llegaste hasta acá mareado de nombres como Huehuetéotl, Tenochtitlán, Huitzilopochtli, no sabes la cantidad que dejé afuera para que esta infinita reseña no suene a manual de historia, que en cierta forma lo termina siendo. Una pena que sea imposible de conseguir en físico. Los míos los atesoro y les deseo que si les mueve un pelito al menos la cultura mexicana, van a encontrar una lectura inspiradora. Y ahora sí, cierro con otra recomendación mucho más accesible que podría emparentarse en algunos puntos. Cuando era chico existía la doble función en los cines: dos películas en continuado que, en teoría, tendrían algún punto en comparación (una de las últimas que vi dieron Superman IV y Chatrán, que lo único que tienen en común es que son una poronga). Imagino en una misma tarde leerse estos cinco numeritos y cerrar a todo culo con Santa Sombra, de Paula Boffo (Sukermercado), por esa mezcla de mitos locales sobre una pequeña que se vale de armas ancestrales para impartir justicia y venganza.

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